El día 24 de abril, el magistrado de la Audiencia Nacional José de la Mata decretó la entrada en prisión incondicional y comunicada de Jordi Pujol Ferrusola, primogénito del expresidente de la Generalitat, acusado de evadir 30 millones de euros durante la investigación judicial sobre su patrimonio. Tras ser interrogado, fue trasladado a Barcelona para presenciar los registros ordenados en sus propiedades y las de su familia y, “por cuestiones humanitarias”, el juez instructor le permitió pernoctar en la comisaría barcelonesa de la Verneda para ser trasladado a Madrid e ingresar el día 26 en Madrid V, la prisión de Soto del Real. ExtraConfidencial ha tenido acceso a fuentes del penal sito en las estribaciones de la sierra madrileña que le han contado las particularidades de estos dos primeros meses en prisión del hereu del otrora omnipotente Jordi Pujol i Soley.
El primogénito del expresidente Pujol y Marta Ferrusola, de nombre Jordi, como su padre, de 59 años, no hizo gala de su prepotencia –la que había exhibido en la comisión de investigación del Parlament de Cataluña sobre los supuestos milmillonarios fraudes suyos y de su familia, al desgranar, por ejemplo, los fastuosos ejemplares de su flotilla de coches de lujo– cuando, a las 9 y media de la mañana de la fría mañana del 26 de abril, el furgón lo depositaba en el módulo de ingresos de la prisión Madrid V. “Estaba aterrado, temblaba”, cuentan fuentes penitenciarias a ExtraConfidencial.
Expresó reiteradamente a los funcionarios, de “manera humilde y educada”, su miedo a que los presos comunes “le pegaran o le robaran”. Llegaba bien informado, porque pidió ser ingresado en el llamado “módulo de respeto”, el 10, en el que no se cierran las puertas de las celdas y los internos gozan de mayor libertad de movimientos, siempre relativa dentro de un penal…
Los funcionarios trataron de tranquilizarlo, explicándole que, dado el funcionamiento del peculio y las llamadas telefónicas, mediante tarjetas, era difícil que le sustrajeran nada. También le explicaron que no era posible acceder a su petición de ingreso en el módulo privilegiado, pues a ése sólo son trasladados los internos tras unos meses en otros módulos, alrededor de un semestre, y haber observado una conducta intachable y le informaron que ingresaría en uno de los dos módulos para primerizos, el 4 –los hermanos González habían ingresado en el 1–, de muy baja o nula conflictividad y que le asignarían una celda en la que vivía un “preso de confianza” de los funcionarios –uno de los llamados “presos sombra” en el PPS, el Protocolo de Prevención de Suicidios–, un común en prisión preventiva a la espera de juicio por su primer delito, quien estaría atento a que no le sucediera nada. Tras estas aclaraciones, se mostró “muy aliviado” y le desapareció la crispación que tenía.
Pujol Ferrusola cumplimentó todos los pasos del protocolo de ingreso, haciendo gala de “mucha educación”, según la apreciación de los funcionarios, y “agradeció mucho el trato” que le habían dispensado durante los trámites. Durante los dos días que pasó en el módulo de ingreso realizó las entrevistas con los funcionarios especialistas, que descartaron aplicarle el protocolo PPS y el día 28 fue trasladado al Módulo 1.
El hijo del que fuera Honorable no tuvo que desembolsar los aproximadamente doscientos euros del precio del televisor que venden en el economato central de Soto: su compañero de litera ya lo tenía instalado en la celda; sus gastos en el economato del módulo son latas de conservas, refrescos, bocadillos y, especialmente, bolsas de patatas fritas, su debilidad.
Lleva una vida retraída, puntuada por las frecuentes visitas de los abogados que lo asisten; en el patio no ha hecho amistades, aunque, a pesar de su carácter seco, atiende con amabilidad a quien se le acerca a pedirle una invitación o, simplemente, a conocerlo. Hasta ahora, no ha pedido emplearse en ninguna actividad y, en el momento del ingreso, rechazó asistir a la misa dominical: ¿qué dirá su madre, Marta Ferrusola, tan católica que se hacía pasar por la “madre superiora de la Congregación” para sus marrullerías con los bancos andorranos donde la familia presumiblemente evadía el dinero acaparado?
Compañero de módulo de Pujol jr. es el expresidente del Fútbol Club Barcelona Sandro Rosell, ingresado un día antes que él por orden de la juez de la Audiencia Nacional Carmen Lamela, acusado de liderar una organización criminal para el blanqueo de al menos 15 millones de euros procedentes de la venta de derechos de los partidos de la selección brasileña de fútbol, en complicidad con el que fue expresidente de la Confederación Brasileña de Fútbol Ricardo Teixeira.
Con el compañero de desdichas, en los paseos por el patio quizás hablen, además de sus penas, de la despiadada justicia “española”, fantaseando acaso con una futura República Catalana que solicitará su extradición y, de vuelta a su “pequeño país”, como lo calificó el entrenador Pep Guardiola, pelillos a la mar de unos delitos que allí ya no lo serán.