Pedro se queda, la regeneración se viene. No cualquier regeneración, sino la regeneración pendiente (que suena muy parecido a la revolución pendiente, a alguno le sonará). Ya les dije que, a pesar de sus deseos cabía la notable posibilidad de que si “dices que te quedas para acabar con los ultras quedarás como Cagancho en Almagro, se recordará cada día que este enamorado no quería reflexionar sino pasar factura”.
“El Wstado soy yo”, la democracia en nuestro caso, lo dijo Luis XIV, tras acabar con la oposición de la Fronda, parisinos cabreados que andaban con tirachinas. Si esto les parece premonitorio no se pierdan lo que otro hombre enamorado, Luis XV, le dijo a su amada, La Pompadour: “Después de mí, el diluvio”. Avisados quedan.
La confusión ad hominen de la democracia sólo conduce a desastres dotados de tics autoritarios, peleas callejeras y persecuciones de quien duda en su fidelidad.
La regeneración ha venido sin que nadie sepa que es eso. Es una palabra política que recuperaron de la historia del 98, tiempo de desastres y caciques, Anguita y Aznar, invitados en un balcón por Pedro Jota Ramírez. Cosa que entonces molestó mucho a la izquierda, especialmente a los socialistas que, entonces, no estaban por la regeneración, Con estos antecedentes no hay por qué ponerse nervioso.
Hoy el prócer ha decidido que se queda. Cuando, por cierto, nunca dijo exactamente que se iba, cosa que imagino habrá sorprendido al jefe del Estado. Ha sido, bajo una pátina de lugares comunes, un “no pasarán”, dedicado a periodistas y jueces.
Estos cinco días de abril eran, para qué engañarnos, innecesarios, salvo para iniciar una campaña electoral, cabrear a alguno de sus socios e irritar a medio país. Lo que parece más duro de lo que ha pasado no es tanto los que quedan señalados por la regeneración: lo grave es que es una propuesta divisiva, que alienta respuestas airadas y alienta no pocos riesgos de convivencia.
Si el que no está conmigo, está contra mí, es decir contra la democracia, la disidencia, la diferencia, el llevar la contraria se convierte en algo peligroso.
No se trata sólo de callar sobre los asuntos de Begoña, es que de lo del portero del prostíbulo a lo de Ábalos queda igualmente oculto bajo la pátina democrática. Ellos nunca hicieron lo que hicieron, nunca estuvieron donde estuvieron y nadie en el PSOE les conoce de nada, a ver si ustedes se me enteran.
Tengo escasa confianza en que la regeneración incluya a la sociología. Hoy, el Sr. Tezanos ha publicado una atribución de porcentajes, sin recuerdo de voto, sin simpatía ni esos pequeños detallitos que componen las encuestas. O quizá, sobre esa televisión pública que guarda silencio cuando un opinante propone el control de los periódicos o la intervención de la justicia.
Esas pequeñas cosas que, al parecer, forman parte de la democracia y el estado actual de las cosas de las que ya no conviene no escandalizarse.
El muro ha crecido en cinco días como si meses hubieran sido, el hombre enamorado ha recibido, al parecer, permiso de la señora para resistir. Tres semanas sin Gobierno ni Parlamento dan para hacer mítines que, en realidad, es de lo que se trata.
Nada de explicaciones ni por las imprudentes cartas de la amada al Consejo de ministros ni de casi nada.
Los cinco días de abril no han servido para otra cosa que para iniciar comportamientos inusuales en la política española y cualquier escenario democrático. Ha aparecido la lista de culpables conocidos y de nuevos sancionables; los socios catalanes se han molestado por la interferencia electoral y acabarán poniendo precio a las nuevas circunstancias.
El Partido Socialista se ha disuelto definitivamente en una cultura podemizada, cuyos vicesecretarios y ejecutivos ocupan la calle a golpe de griterío y gestos agresivos. Su función política socialdemócrata ha concluido y ya se sabe que los partidos sin función política acaban abandonando la historia reducidos a la memoria de unos pocos.
Ya no hace falta ser de izquierda, solo parecerlo; ya no hace falta ocuparse de lo importante, vale con las cosas irrelevantes, ya no hace falta otra cosa que la personalización. El relato democrático es sólo el del jefe y los demás hemos nacido para aplaudir.
Pedro se queda, la regeneración se viene. La democracia es él. El punto y aparte es, quizá, un cambio de régimen, sea político, judicial o mediático. Lean este blog, cualquier día lo cierran.