Qué relación hay, se preguntarán ustedes, entre la luz, China y las peluquerías finlandesas. Fácil: la estrategia de reducción de precios. Si quieren que les adelante la conclusión, les haré un “spoiler”: reducir el IVA no siempre es una buena idea.
La razón por la que China está en la raíz de una parte de la subida de precios a nivel global se encuentra, en primer lugar, en los inacabables confinamientos que siguen sufriendo en Asia. Estos confinamientos, tienen un corolario en los puertos chinos cuyo colapso afecta de manera global.
Entre otros mercados, produce acaparamiento de naves también en el mercado del gas, especialmente en los mercados donde no llegan los gaseoductos, por ejemplo casi la mitad del gas español.
Una tercera razón que penaliza los costes chinos es que el gobierno asiático ha encontrado una forma feliz de que los chinos y chinas consuman menos carbón: cortar la luz. Dos o tres veces al día, las factorías se quedan sin suministros, sus producciones se reducen y los precios se disparan.
Para que ustedes me entiendan: los chinos apagan la luz y ustedes la pagan.
Una de las herramientas sobre las que siempre se reflexiona, para bajar los precios de la energía o de otros factores, es el IVA, un impuesto impopular y regresivo que, se diga lo que se diga, no es neutro.
Como se sabe, los impuestos se trasladan al precio en la medida de la sensibilidad al producto de quien vende o compra, lo que en economía se llama elasticidad.
Por ejemplo, si un impuesto sube y el consumidor tiene escasas alternativas para cambiar su consumo o su proveedor, al que vende le será muy fácil colocar el precio del impuesto al consumidor. Al revés, si el grado de oligopolio en los mercados relevantes fuera escaso y al consumidor le resultara fácil cambiar de proveedor.
En principio, bajar el IVA debería, por tanto, ayudar al consumidor. No obstante, el economista Miguel Almunia nos ha recordado hace pocos días un experimento sobre el IVA de la Unión Europea, preocupada por el funcionamiento de este impuesto.
Experimento que analizó el comportamiento de las peluquerías finlandesas. Experimento que permitió demostrar que si se sube el impuesto, se traslada al precio al consumo casi la mitad de la subida, pero que si se baja, solo se baja el 13%. Más aún, si la rebaja es temporal, a medio plazo los precios acaban subiendo más que antes de la rebaja.
O sea, dicho entre nosotros y nosotras, si la estrategia para reducir el precio de la luz es una rebaja temporal del IVA ésta será inútil y acabará subiendo más. Es lo que dice la evidencia económica.
Sin ir más lejos, quizá como ustedes saben, las peluquerías madrileñas, hoy, y las demás cualquier día de estos, se han sumado a la ola de cabreo social que nos invade. Sostienen que, puesto que fueron calificados de sector de interés en pandemia, debiera aplicarse un IVA reducido.
El síndrome de la peluquería finlandesa no solo amenaza a la luz sino a nuestras peluquerías. Subirán, tarde o temprano, los precios.
Tocar el IVA puede no ser una idea suficiente si se quiere adoptar una medida relevante: bajar el IVA de la luz rebaja un 13% el precio; el precio ha subido respecto al año pasado un 300%. O sea, como matar moscas a cañonazos.
Más valdría antes que enredar con los impuestos analizar el comportamiento oligopolista de los mercados fundamentales como el de energía, la telefonía o la banca. Cosita a la que el Gobierno no presta mucha atención, por cierto. Más o menos como a los precios de las cosas.
Para que me entiendan, aprovechando la situación los billetes de AVE son más caros, a pesar de la entrada de la competencia. Las comisiones bancarias han subido. La telefonía es más cara y de la luz y del gas no hablamos.
Acostumbrémonos a que, tal como vamos, más que el COVID nos atacará el síndrome de la peluquería finlandesa. Yo ya les aviso.