La otra historia de Antoni Asunción: así dinamitó desde Interior la ‘vía Vera-Benegas’ para negociar con ETA

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Antonio Asunción Hernández, el ministro del Interior que presentó su dimisión a Felipe González en 1994 tras la fuga del exdirector de la Guardia Civil, Luis Roldán, ha fallecido en Valencia a los 65 años de edad. Natural de Manises (Valencia), era hijo de José y de Isabel, una familia acomodada de industriales valencianos. Tenía estudios de Ingeniería Técnica, carrera que no finalizó. Era militante del PSOE desde 1977 y su biografía política es de sobra conocida, pero hay un episodio casi inédito durante su mandato como ministro del Interior: dinamitó un intento muy serio de negociar la disolución del ETA en 1994, lo que se ha dado en llamar la ‘vía Vera-Benegas’.

Su nombramiento como ministro de Interior se había producido, como él mismo reconoció con inusual sinceridad, «por eliminación, porque no se decidieron a nombrar a Roldán como quería en un principio Felipe González» (El País, 26.09.1999). Cinco meses más tarde, la fuga de Roldán lo impulsaría a dimitir de su efímero cargo. Como responsable de Interior, Asunción fue partidario de la reinserción de los presos de ETA, aunque formando parte de un conjunto de medidas antiterroristas. Pero en los cinco meses que permaneció en el cargo, tuvo que arrostrar las tensiones, polémicas y escándalos que venían de la etapa anterior: sobresueldos a altos cargos del Ministerio pagados con cargo a los fondos reservados; pagos ilegales a los ex policías José Amedo y Michel Domínguez, coordinadores de los GAL, y, sobre todo, la fuga del ex director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, por la que se vio obligado a presentar su dimisión como ministro del Interior.

Así dinamitó Asunción la ‘vía Vera-Benegas’ para negociar con ETA

Un episodio poco conocido de la época de Asunción como ministro del Interior fue la voladura de la llamada ‘vía Vera-Benegas’ para negociar con ETA entre 1993 y 1994. Como antecedentes, el 30 de noviembre de 1993 los dirigentes más destacados de Batasuna –Jose Luis Elkoro, Rafael Díez Usabiaga y Karmelo Landa– remitieron una carta ‘pactada’ al secretario de la Seguridad del Estado, Rafael Vera, en la que se definían como «intermediarios en el dialogo ETA-Estado» y le pedían una reunión para clarificar la situación. Fue un intento en el que estuvo implicado Benegas y que no fructificó por la inaudita intervención de Antoni Asunción, entonces ministro del Interior, que dinamitó los contactos.

Según relató el propio Benegas en su libro Diario de una tregua. Una oportunidad perdida, «todo comenzó cuando el ex director del diario Egin, Pablo Muñoz, compañero de colegio en los jesuitas de San Sebastián, me llamó para tomar café. En el curso de la conversación me trasmitió la idea de que ETA buscaba una vía de diálogo con el Gobierno para intentar avanzar hacia un final pactado. Me preguntó si yo estaba dispuesto. Le contesté que no estaba cerrado a establecer un diálogo con ETA siempre con intermediarios, en secreto, y previo cese de los atentados». En ese momento, Benegas era secretario de Organización del PSOE.

El periodista de Egin trasladó los pormenores a Iñigo Iruin, pero el abogado le sugirió que se dirigiera a José Luis Elkoro, Rufi Etxeberria y José María Olarra, de KAS, como posibles interlocutores. Muñoz, sin embargo, buscó la vía de Jonan Fernández, del movimiento ciudadano Elkarri. Fernández podía llegar a la cúpula de ETA y Muñoz le propuso como intermediario entre ambas partes. Como resultado, ETA declaró estar dispuesta a decretar una tregua si el Gobierno mandaba algún representante a Santo Domingo, donde había etarras deportados, pero el Ejecutivo socialista exigía antes el cese de la violencia, aunque no se hiciera público. En ese momento acabó la intermediación de Pablo Muñoz y comenzaron los contactos directos Fernández-Benegas.

Paralelamente, y según se desveló en el libro El Zapaterato. La negociación. El final de ETA, desde la Secretaría de Estado de Interior, Rafael Vera mantenía sus propias vías –especialmente, con Rafael Díez Usabiaga-, además de otras que había abierto a través del centro de estudios para la paz Gernika Gogoratuz, constituido en noviembre de 1987 bajo los auspicios del Gobierno vasco y cuyo responsable era Jonan Gutiérrez. Vera, pragmático ante todo, antes de iniciar un posible diálogo con ETA puso como condición que en ese año de 1992 no hubiera ningún atentado contra la Expo de Sevilla ni contra los Juegos Olímpicos de Barcelona… y ETA cumplió la condición.

De sus contactos con Muñoz y con Jonan Fernández, Benegas daba cuenta exclusivamente al ministro del Interior, José Luis Corcuera, que en 1988 había relevado a Barrionuevo. Corcuera decidió mantener vivas las dos vías: la que ya seguía Vera y la iniciada por Benegas con Jonan Fernández. Como resultado de los contactos, Benegas y Fernández diseñaron una metodología distinta a la de las negociaciones de Argel (celebradas en 1989) y que recogía varias fases.

En una fase previa se pedía que el Gobierno acercara a la península a varios presos que cumplían condena en la prisión de «Salto del negro», en Canarias; a partir de ese momento, ETA se comprometía a no cometer atentados mortales, si bien no habría declaración formal de tregua; y, finalmente, que ‘Antxon’ sería el encargado de nombrar interlocutores concretos para las conversaciones, tras lo cual haría lo propio el Gobierno. La idea de Benegas era que Jonan Fernández viajara a Santo Domingo para transmitirle los pormenores a ‘Antxon’, pero señalando que las ideas eran de Elkarri, aunque el Gobierno de Felipe González estaba puntualmente informado.

El accidentado viaje a Santo Domingo

Cuenta el propio Benegas que el viaje a Santo Domingo debía autorizarlo y prepararlo el ministro del Interior, José Luis Corcuera, pero en ese momento Corcuera decidió unificar la vía de Vera y la de Benegas, aunque optando por Elkarri.

Con esos antecedentes, Jonan Fernández viajó por sorpresa a la República Dominicana, pero los servicios secretos no le permitieron entrevistarse con ‘Antxon’. Una llamada a Benegas desactivó el cordón policial y la entrevista se produjo finalmente un día más tarde en el vestíbulo del hotel en el que Jonan se alojaba.

Los mensajes por fax de Batasuna

Una semana después, Rafael Vera recibió un fax de Batasuna dirigido al Ministerio del Interior, comunicando los nombres de las personas que habían de actuar en la negociación: Karmelo Landa, Rafael Díez Usabiaga y José Luis Elkoro. Y poco después, el 30 de noviembre de 1993, Vera recibió un escrito firmado por esas tres personas acreditando la representación: precisamente el escrito con el que abríamos este capítulo y que sale a la luz pública por primera vez. Así es como se puso en marcha la ‘vía Elkarri’: el Gobierno designó como interlocutores a Rafael Vera y Txiki Benegas, mientras que Jonan Fernández quedó apartado por decisión etarra.

La primera reunión se celebró en la casa de unos conocidos de Benegas en un pequeño pueblo de Navarra y fue un encuentro a cuatro: Rafael Díez Usabiaga, José Luis Elkoro, Vera y Benegas. La reunión fue tensa, según recuerdan Vera y Benegas. Cuando los representantes de Etxebeste hablaron de los presos, Vera les interrumpió y les dijo:

  • – «Ustedes, cuando hablan de los presos y su salida siempre lo contemplan pensando en que si hay un acuerdo eso es algo muy fácil, que no tiene dificultades. Pues es todo lo contrario, es un proceso complicadísimo porque hay sentencias, jueces, normas jurídicas y víctimas que hacen que cualquier excarcelación implique un proceso muy complicado. Ténganlo en cuenta».

Vera puso sobre la mesa un listado de todos los presos de ETA, fue leyendo la lista y dio su opinión sobre los que podrían salir o no.

Cuenta Benegas que Díez Usabiaga no salía de su asombro y que cuando terminó Vera su exposición le dijo:

  • – «Con ese criterio he contado que más o menos puedan salir entre 27 y 30».
  • – «Eso es lo que hay», le contestó Vera.

Tras el almuerzo, los reunidos se centraron en la cuestión del método. Llegados a ese punto, Benegas puso sobre la mesa un esquema que ya había trabajado con Jonan Fernández y que tenía el visto bueno de Corcuera.

Esencialmente, ese plan consistía en que el grupo de trabajo no actuaba en nombre de nadie, no representaba a ninguna de las partes; que debería ser aceptado por todos; que actuaría con el máximo secreto, incluso sobre su composición; que las partes tenían que asumir que en esta fase no podían dar cuentas a casi nadie de las propuestas del grupo dinamizador; que sólo algunas personas del grupo podían tener acceso a las partes para transmitir propuestas y recibir contestaciones; que el grupo debería partir de las posiciones de las partes para elaborar una propuesta realista; que el grupo tendría para sus trabajos un plazo de seis meses; que las propuestas podrían ser rechazadas, con lo que el grupo tendría que reelaborarlas; que si se producían filtraciones, el grupo asumía su responsabilidad dejando claro que ni el Gobierno ni ETA tenían nada que ver con sus iniciativas, y que en caso de que el grupo no consiguiera ofertar una propuesta viable, se disolvería y asumiría un compromiso de discreción.

Corcuera dimite y Asunción se cargo de Interior

Sin embargo, el 23 de noviembre de 1993, Corcuera presentó su dimisión como ministro del Interior como consecuencia de haber sido declarado inconstitucional algún aspecto de la Ley de Seguridad Ciudadana -conocida popularmente como la ‘ley de la patada en la puerta’- por el Tribunal Constitucional y su sucesor, Antoni Asunción, no vio con buenos ojos estos contactos y acabó por dinamitarlos.

Asunción prohibió a Vera acudir a más reuniones y Benegas, por su parte, mantuvo una tensísima conversación con Asunción en la que el ministro le dijo que él tenía otra vía, la de prisiones, y que no autorizaba más reuniones que no fueran las diseñadas por él mismo.

  • – «Oye, a Vera le puedes prohibir ir a una reunión porque tú eres su jefe en el Ministerio, pero a mí, que soy el secretario de Organización del PSOE, no me puedes prohibir nada», le dijo Benegas a Asunción, y se fue del despacho malhumorado.

La siguiente reunión en Navarra se celebró sin Vera, lo que despertó recelos en Usabiaga y Elkoro. No obstante, los batasunos dieron su apoyo a la propuesta metodológica, e incluso se habló de París o de Estados Unidos como lugares para una ‘mesa negociadora’ con ETA. No obstante, tal decisión tenían que someterla a consideración directa de ‘Antxon’ en Santo Domingo.

Benegas se ofreció en ese momento para gestionar el pase con Interior… y ahí surgieron nuevamente los problemas. Mantuvo un segundo encuentro con Asunción y así lo relata el propio Benegas: «Le dije: ‘Aunque tú tengas otra vía sería de tontos no saber, a estas alturas y después de casi dos años de trabajo, cuál va a ser la respuesta de Etxebeste’. Parece que este argumento le hizo un poco de mella, tomó nota de las fechas y me dijo que iba a autorizar el pase. Ingenuo de mí, me fui tranquilo». Lo cierto es que a Usabiaga y a Elkoro no les permitieron la entrada para ver a Etxebeste, y se tuvieron que volver a España sin que tuviera lugar la entrevista.

Así finalizó este asunto, en palabras del propio Benegas:

  • «Me subía por las paredes de indignación. Llamé a Asunción para pedirle explicaciones por lo ocurrido, y me dijo que al final no autorizó la entrevista porque había una cámara de televisión. ‘Mira -le dije-, ésa no puede ser la razón porque con no autorizar la entrada de la televisión estaba todo resuelto’. Llamé indignado a Felipe González y le solicité una reunión urgente. Le vi inmediatamente y le conté lo sucedido, y sobre todo que después de un trabajo largo y discreto, debido a nuestras genialidades, nos íbamos a quedar sin saber cuáles hubieran sido las decisiones de Etxebeste. Terminamos la reunión. ‘En media hora te llamo’, me dijo. Así lo hizo: ‘Diles que en 15 días vuelvan a República Dominicana porque habrá entrevista’, me dijo. Llamé a Elkoro para transmitírselo. Me escuchó con atención y me dijo: ‘Ya es tarde, hemos decidido que esta vía no tiene credibilidad’. Nos despedimos. Llamé a Felipe González y le dije: ‘Me han mandado a hacer hostias’. Así se acabó esta historia, de la manera más estúpida que uno se puede imaginar, y desde luego la culpa fue nuestra. Pasé unos días malos…».

 

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