El lío montado con Argentina tras las manifestaciones del bocón de Milei muestran a las claras lo turbio del escenario político y cómo se va elevando poco a poco el clima de crispación. El presidente argentino ya había mostrado su talante desinhibido y faltón al motejar al presidente colombiano de guerrillero y terrorista y al haberse enfrentado verbalmente con otros mandatarios del continente. Sus acciones no son tan graves como la ruptura de relaciones entre México y Ecuador, tras el asalto a la embajada del país azteca, pero evidencian el panorama de confrontación política existente.
En Europa no son menores las amenazas a la convivencia, como acaba de demostrar el intento de magnicidio del presidente de Eslovaquia y como se ve en las distintas y repetidas agresiones a políticos.
En España, afortunadamente, estamos muy lejos de esa violencia física, pero día a día crece la confrontación verbal. Hasta los exabruptos de Milei han servido al Gobierno español para atacar a los partidos de derechas como si fuesen los culpables de semejante desafuero.
Se avecinan, pues, unas elecciones al Parlamento Europeo llenas de bronquedad y malas maneras, en las que se intentarán arañar los votos casi a mordiscos. La razón, aunque no la única, es que dichas elecciones son lo más parecido a unos comicios generales, en los que la oposición intentará evidenciar la soledad y el aislamiento electoral del Gobierno, y éste tratará de enfangar a sus oponentes con el mantra del odio de la ultraderecha.
Las encuestas ayudan a ese ambiente de belicosidad dialéctica, ya que sitúan al PP en cabeza, dándole alas para no dejar pasar ni una al Gobierno, mientras obligan a éste a un sobreesfuerzo que anime a sus votantes a no quedarse atrás. Mientras tanto, Vox se afianza como tercera fuerza política, ratificando la polarización del escenario electoral. No nos extrañemos entonces de las cosas que vamos a oír en las próximas semanas y al emponzoñamiento general de la cosa pública. Mucho presumimos de que hay que mejorar los modos políticos, pero la realidad es que vamos hacia atrás en vez de avanzar en la convivencia.