Milei, Sánchez y la parábola de las clarisas

Todo empezó, en realidad, con Oscar Puente. La prístina belleza del ministro –cosa que debo ponderar para que las brigadas públicas perseguidoras del feísmo, por Puente anunciadas, no cierren este blog- es solo comparable con su inteligencia. El ministro acusó a Milei, en plan “máquina del fango” (información no contrastada para hundir reputaciones) de drogadicto.

Los argentinos dijeron que nada, que pelillos a la mar. O sea, en traducción de Caminito, allí en Boca, quiere decir, “Che gallina, sos cagón”. O sea, te vas a enterar.

De lo que cabe deducir que el ministro de prístina belleza equivalente a su inteligencia, la lió parda. Es como un obispo preconciliar: prefiere adorar a Pedro, el guardián de las llaves de la Iglesia nueva, que currar. Arreglar trenes cansa mucho y ese ministerio desde que no está Koldo es muy soso.

Así que Oscar Puente, cual obispo preconciliar ha montado un lío tremendo entre hermanas clarisas. Porque no otra cosa, para qué engañarse, somos españoles y argentinos. Históricamente mutuamente necesitados y sólo rotos hoy por pequeños detalles como el drama, el esperpento, la corruptela y algún que otro thriller económico.

No hay calabaza en el perol de las clarisas, no hay trufas en las alacenas, no se ora ni trabaja en el convento de Bendodo. Eso sí, las monjitas hacen “Tik Tok” e Instagram.

O sea, que el convento de Bendodo es como la Argentina que el populismo kitchnerista le dejó a Milei que, como todo liberal excesivo, ha encontrado en el dólar el dolor que piensa darle a su pueblo para que los acreedores se queden tranquilos. De paso, como le pasa como a Puente y él también quiere ser obispo preconciliar y no le cae bien el Papa, le apetece más lo de las guerras culturales que lo de currar.

Cosa en la que, mire usted por dónde, coincide no sólo con las clarisas de Bendodo, sino con Pedro Sánchez que, como no tiene presupuesto, ni otra cosa que ir de mitin en mitin y hablar con el fugado, también está en la misma cosa. Hermosas guerras culturales que nos hacen a todos menos libres, menos tolerantes y menos diplomáticos.

Un jefe de Estado de un país no va a insultar a casa de otro, aunque uno de sus obispos le haya insultado antes. Con un “Che gallina, sos cagón”, dedicado a Puente nos hubiera bastado. Y más aún, en este empoderado mundo en el que vivimos es de muy mal gusto mentarle a la señora a nadie. El patriarcado enamorado y feminista es así: yo me pongo antes de que hable ella.

Eso también es muy de las clarisas que se hacen defender por sus correspondientes obispos, oficiales unos, preconciliares los otros.

Así que aquí tenemos a dos conventos, la Casa Rosada y La Moncloa, Bendodo y Orduña en crisis para colarlas en el prime time televisivo, viralizarse en redes e incluso provocar una airada respuesta de los correspondientes obispos a ambos lados del atlántico.

El cortador de árboles argentino afirma que él no pide disculpas y el príncipe enamorado, que ha salido de la reflexión en permanente estado de cabreo, dice que la culpa es de Feijóo que no pasaba por allí, pero por si acaso. Los de sumar y Podemos añaden a los empresarios, gran pecado defender doscientas grandes empresas y dos mil quinientos millones de comercio. Es que son como arzobispos. Y si no me creen pregunten a los de Burgos o Vitoria.

Como ocurre con el lío ése de las clarisas, las razones de fondo no tienen nada que ver con grandes asuntos de Estado, ni siquiera con quien la tiene más grande… me refiero a la lengua, no sean mal pensados.

Al igual que las monjas no disputan por razones teológicas o milagrosas recetas de trufas de chocolate o almíbares, sino por algo tan entendible en estos tiempos de crisis de vivienda como una renta inmobiliaria. Milei y Sánchez tienen su propia agenda: la guerra cultural; que no da trabajo, pero produce rendimientos.

En el caso de Argentina, la necesidad de extender el trumpismo, para pagar deudas. En el caso de España la necesidad de aguantar a golpe de máquinas de fango, propias y ajenas, unas elecciones que se nos vienen.

Pedro ha llamado a consultas al embajador y amenaza con romper relaciones. Igual les parece una exageración, pero no es comparable una invasión en Ucrania o un genocidio en Gaza como llamar corrupta a la señora del “clariso” enamorado. Hasta aquí podíamos llegar, y no vamos a por las Malvinas porque nos queda lejos.

Si; señoras y señores: el lío ése de las clarisas es una parábola de nuestra vida. Quizá se pregunten quién hace en las clarisas de ministro de Exteriores. Deberían haber caído, que tiene uno que estar en todo: de monaguillo, señores y señoras, de monaguillo.

 

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