El 27 de abril de 1986, una mañana de domingo marcada en el santoral por San Pedro de Armengol —quien fue bandolero antes de convertirse y dedicar su vida al rescate de cautivos—, Txomin Iturbe abandonó la casa en Arbonne donde había pasado la noche. Antes de subir al coche, se agachó para revisar los bajos del vehículo, como parte de las medidas de seguridad que adoptaba habitualmente frente a la amenaza de los GAL. Le acompañaba su hermano Ángel. Ambos iniciaron el trayecto hacia San Juan de Luz. Sin embargo, nada más salir de Arbonne, tras una curva, se encontraron con un control de la PAF, la Policía de Aire y Fronteras. Aunque no era la primera vez que Txomin se enfrentaba a una situación similar, en esta ocasión presintió que se avecinaban dificultades…
Tras ser identificado por la policía, y a pesar de portar la documentación que acreditaba su condición de refugiado, Txomin fue detenido y trasladado a la comisaría de Bayona. En este lugar estaba ya presente su abogada, Christianne Fando, quien le acompañó durante las primeras diligencias policiales. Ni Txomin ni su letrada podían prever los acontecimientos que estaban a punto de desencadenarse.
En la comisaría se le imputaron dos cargos concretos. El primero era un delito antiguo de tenencia ilícita de armas, pendiente de cumplimiento de sentencia. Este hecho tenía su origen en una decisión tomada tiempo atrás por la dirección de ETA, que instó a sus miembros exiliados en Francia a armarse para protegerse de posibles atentados de los GAL. El segundo cargo respondía al incumplimiento de la asignación de residencia, una medida administrativa que debía respetar y que, según la acusación, no había cumplido.
La situación de Txomin respecto a una posible extradición a España era clara en ese momento: no existía peligro de que fuese extraditado, dado que gozaba del estatuto de refugiado político. Esta condición le ofrecía protección jurídica frente a las demandas de extradición, algo que fue confirmado públicamente el mismo día por el ministro francés de Justicia, Albin Chalandon.
Por otro lado, su hermano Ángel, que le acompañaba en el momento de la detención, fue puesto en libertad de manera inmediata tras las primeras diligencias policiales.
En cuanto a Txomin, dos días después de su arresto fue ingresado en la prisión de Gradignan, ubicada en Burdeos, donde quedó a disposición de las autoridades francesas.
La detención de Txomin provocó una verdadera conmoción en el País Vasco. El PSE la calificó de muy positiva, pero el PNV la criticó por entender que puede perjudicar un proceso de conversaciones que se ve en gestación. ETA lanza un comunicado reivindicando el asesinato de los cinco guardias civiles y ofreciendo un alto el fuego si el Gobierno se aviene a negociar la alternativa KAS. El Ayuntamiento de Mondragón, localidad natal del dirigente etarra, vota a favor de una moción exigiendo a Francia la inmediata puesta en libertad de Txomin, a quien considera luchador por las libertades democráticas. Éste es un retrato del ambiente irrespirable que se vivía entonces en el País Vasco.
Más plomo, es la guerra
Ante el silencio del Gobierno a su oferta de alto el fuego, a los cinco días, la banda volvió a actuar asesinando a Enrique Moreno, militante del Partido Comunista de los Pueblos de España. Más tarde, reconocería el error cometido en la elección del objetivo, alegando que desconocía su militancia. Siguiendo con ese salto cualitativo, el comando ejecutor del atentado de la calle Juan Bravo contra la Guardia Civil volvió a actuar y atentó contra el presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Antonio Hernández Gil, en la calle Concha Espina, a cincuenta metros de donde yo vivía en aquellos años. Por un breve retraso de segundos a la hora de activar el mando a distancia, salvó la vida Hernández Gil. Las tres granadas disparadas contra su coche oficial se empotraron en el maletero y no estallaron. La autora del disparo, Idoia López Riaño Margarita, miembro del comando Madrid, poco tiempo después fue sustituida a petición de su superior en la banda, Ignacio de Juana Chaos, jefe del comando Madrid.
Con ese cúmulo de circunstancias, atentados y asesinatos iuncluidos, el 15 de mayo, el Tribunal de Bayona sentó en el banquillo a un Txomin ojeroso que saludó a un sector de los presentes cuando fue vitoreado. La información que nos pasó el Ministerio del Interior francés es que estaba decidida su deportación a un tercer país, una vez cumplida la pena que le impusiera el tribunal. La condena fue de tres meses de prisión por tenencia ilícita de armas.
Txomin vio alejarse su sueño: volver a su pueblo con su familia y amigos. En el locutorio de abogados, con Esnaola y Fando presentes, les dijo: “Solo quiero volver a mi pueblo”. ¿Cuántos de los asesinados por ETA, bajo su dirección, hubiesen gritado lo mismo?
Paralelamente, Iñaki Esnaola se encargó de hablar con Arzalluz. En aquel momento, el PNV y HB iniciaban contactos para realizar un diagnóstico de la situación. La reunión se celebró en el batzoki que el PNV tenía en Durango. Esnaola, en un aparte con Arzalluz, le trasmite un mensaje de Txomin: que haga una gestión directa con Felipe González para que intervenga ante las autoridades francesas y le dejen libre durante veinte días. En ese tiempo, el etarra se comprometía a hablar con la dirección de ETA y esperaba convencerles para ir a una negociación con el Gobierno español. En caso de no conseguirlo, se entregaría de nuevo a las autoridades francesas.
El mensaje de Arzalluz a Felipe, vía Ardanza
Arzalluz, que entonces no tenía buena relación con González, le pasó el testigo a José Antonio Ardanza, lehendakari vasco, que viajó a Madrid y se entrevistó en la Moncloa con el presidente. Ardanza volvió esperanzado a Vitoria. González le había dicho: “Que dejen de matar y después veremos”.
Mientras, Felipe González se reunió con la cúpula de Interior, y nos transmitió que la situación no estaba madura para una negociación. En ETA ya estaban buscando relevo a Txomin, al que empezaban a ver como un líder cansado y con muchos años a la espalda. Pensaban nombrar una nueva dirección, pero colegiada.
Mientras tanto, se seguía hablando de su posible deportación a un país africano, alguno bajo el pasado colonizador francés. El gobierno de Cabo Verde, con el que nos habíamos reunido recientemente el teniente general Sáenz de Santamaría y yo mismo en aquella búsqueda frenética de países dispuestos a alojar y vigilar a miembros de ETA, comunicó a los franceses su disposición para recibir a Txomin. Con esos nuevos condicionantes, en la noche del 10 de julio, los funcionarios de la cárcel de Gradignan condujeron a Txomin a la enfermería y le inyectaron varias vacunas contra enfermedades tropicales. Ya no le quedaba duda alguna de que iba a ser deportado a un país africano.
El 11 de julio, el ministro José Barrionuevo había asistido como todos los viernes a la reunión del Consejo de ministros en la Moncloa. Antes de volver a casa, en Galapagar, para pasar el fin de semana, pasó por la sede de Interior, en el Paseo de la Castellana, donde le esperábamos Julián Sancristóbal y yo mismo con la propuesta encima de la mesa de enviar a alguien a escuchar lo que Txomin quiera decir. Al fin y al cabo, ya había sido condenado en Francia, y la expulsión conllevaba su total pérdida de poder en ETA, un alejamiento del País Vasco y una vida por delante insegura y solitaria. El ministro, en principio, se mostró reacio, le parecía una decisión precipitada. Nosotros, nos guiábamos por las reflexiones y el consejo que los responsables directos de la Policía y de la Guardia Civil en materia antiterrorista nos hicieron llegar: resultaba imprescindible saber si el número 1 de ETA va a seguir dispuesto a hablar una vez esté deportado. Aquel, era el momento de averiguarlo.
Contactos como éste que se proponía utilicé con alguna frecuencia en aquellos años y los terminé llamando “tomas de temperatura”. Hubo en algún momento una utilización política de estas iniciativas, confundiéndolas con intentos de negociación. Nada mas lejos de la realidad, nos servían para conocer el ánimo y a veces para fichar a descontentos o arrepentidos e incorporarles a la lista de colaboradores, con pago o sin él.
Finalmente, el ministro decidió hacerlo y enviamos a un policía de la Comisaría General de Información: el comisario Julio Hierro, un buen conocedor de los temas etarras. Hierro viajó a Francia, se entrevistó con Txomin en la cárcel y recibió una respuesta afirmativa. Aprovechando el momento, Hierro le interrogó sobre el comando Madrid, que estaba demostrando una actividad sanguinaria notable. El etarra se cerró en banda y se enfadó por el giro que había dado la entrevista.
Dialogar asesinando a mansalva
En los últimos meses, el comando Madrid había llevado a cabo varios atentados, como el asesinato del vicealmirante Cristóbal Colón de Carvajal, el de los cinco guardias civiles del coche bomba de la calle Juan Bravo y el de un coronel, un comandante y el chofer del coche oficial.
El sábado 12 de julio, Txomin hizo una última llamada a su esposa, Maite. La conversación fue breve: lo deportaban a Gabón. En esa decisión, nosotros no tuvimos nada que ver, fue un acuerdo entre dos gobiernos francés y el ejecutivo de Bongo, el dictador gabonés.
En Gabón, Txomin recibió la noticia de que el comando Madrid, por el que le interrogó el comisario Hierro, había cometido otra acción sangrienta explosionando un coche bomba al paso de un autobús de la Guardia Civil en la plaza de la República Dominicana, causando doce muertos e innumerables daños materiales en los edificios próximos. Era un mensaje muy explicito de como entendía la banda ese deseo expresado de dialogar.
Francia, a través de su cónsul en Libreville, recibió entonces un mensaje de Txomin: “No está de acuerdo con lo sucedido y mantiene su oferta de negociar”. Con tanta sangre derramada, a nosotros no nos pareció el momento adecuado, pero tampoco nos gustaba el país de acogida, que controlaba el gobierno francés por completo. Era evidente que los franceses nos empujaban a una negociación, pero querían supervisarla ellos.
Además de Cabo Verde, con el que habíamos acordado colaboración plena, teníamos en la reserva Sao Tomé, un pequeño archipiélago frente a las costas de Angola, con el que teníamos firmado un compromiso similar. No estaba lejos de Gabón, era una antigua colonia portuguesa, y ofrecía muchas garantías en materia de vigilancia y seguridad. Pusimos en marcha una ofensiva política y diplomática para intentar trasladar a Txomin a Sao Tomé.
Una nueva delegación se puso en marcha, con el visto bueno de Felipe González: encargamos al abogado Jorge Argote, acompañado de un comisario de Policía y de un oficial de la Guardia Civil, viajar a Gabón, para proponer al presidente Bongo que enviara a Txomin a las islas de Sao Tomé. Bongo, que en principio no pone objeción alguna, consultó con Txomin, que a su vez le amenazó con atentados indiscriminados en el país si le expulsaba de manera inmediata. Bongo, un dictador represor y sin escrúpulos se asustó no fuera a suceder que por la acción de un terrorista vasco perdiera el sillón del poder.
Argelia, el destino final de Txomin
A partir del fracaso de esta iniciativa, surgió una alternativa de la mano de los franceses que se veían presionados por un Bongo que trasladaba su estado de pánico a Paris: “Txomin me ha amenazado con volar mi avión presidencial!”. Si no fuese cómico, sería trágico.
Así las cosas, aterrizaron en Libreville Esnaola y Fando para tranquilizar a Txomin y discutir sobre su nuevo destino. Iturbe, les pide que hagan gestiones para que le envíen a Cuba, ya que había varios miembros de ETA en aquel país y le parecía el lugar idóneo lejos de la larga mano de España. Hicieron gestiones a través de Angola, que mantenía desplegados en su territorio militares cubanos en la guerra abierta con la Sudáfrica del apartheid. Recibieron largas de los angoleños que, a su vez, tras las consultas con La Habana, no se mostraban receptivos a la propuesta. Felipe González, iba a viajar por aquel entonces a La Habana en una vista oficial a Fidel Castro, que no quería enemistarse con España.
Pero la alternativa francesa, no consultada con España, consistía en enviar a Txomin a Argelia. Este país que, en un pasado no muy lejano había acogido a miembros de ETA, facilitándoles el refugio y el entrenamiento en la mismísima academia de la Policía argelina de Souma, cerca de Argel, aceptaba la petición franco-gabonesa y recibiría al jefe de ETA en su territorio.
Javier Larreategui Cuadra, alias Atxulo, que controlaba el aparato internacional de ETA, se desplazó a Angola y a Argelia. En Angola, volvieron a presionar para que hicieran de puente con Cuba, pero se negaron y amenazaron con entregar a Txomin a España si decidía viajar a Luanda. En Argelia, el resultado fue distinto: se comprometieron con el general Lakhal, general de los servicios de información, a establecer contactos con el Gobierno español para pactar el fin de la lucha armada.
En este nuevo giro de la situación, el presidente argelino, Chadli Benjedid, autorizó el viaje, después de pactarlo con Bongo en una reunión de la OUA: Organización para la Unidad Africana.
- Capítulos anteriores
- Las conversaciones de Argel (1): antecedentes



