Los patriotas, Ferrovial y el trabucazo fiscal

Nadia Calviño odia el capitalismo moderno. ¡Qué es eso de que una sociedad abandone la patria! Lectores de este Blog: como cronista vuestro que soy dije que haría mi exabrupto sobre Ferrovial; “Os debo una explicación y esa explicación que os debo os las voy a pagar”. Me he puesto “berlanguiano” porque el asunto lo merece.

La ministra iracunda hizo cual Sancho en Barataria: ¿Quién es mi secretario? Yo, señora, respondió el aludido, “porque se leer, escribir y soy vizcaíno”. Así, el secretario, vizcaíno porque los de Bilbao nacen donde les peta, le escribió a Ferrovial un trabucazo fiscal.

Estrategia condenada al fracaso desde que los fondos inversores dijeron que estaban de acuerdo con el traslado de sede social y el hermano disidente afirmó que votaría en contra, pero se quedaría a pillar dividendos. Es lo que tienen los hermanos minoritarios, que les va lo de “follar y ser vírgenes”.

Es notable que una ministra europea que funcionaria fue de la “casa Bruselas” se ponga tan furibunda con la libertad de circulación de capitales. Es lo que tiene el contagio populista: nos pasamos la vida trabajando contra el euro.

Estrategia condenada al fracaso, dado que el argumentario gubernativo era endiabladamente insolvente.

No; ni es fácil, ni se puede, a corto plazo, cotizar en la Bolsa española y en la de Estados Unidos.

Sí; la Dirección General de grandes contribuyentes de la Agencia Tributaria había dado el visto bueno a la operación.

No; la penalización fiscal por posibles plusvalías latentes en la prevista fusión de Ferrovial no era amenaza alguna: la Agencia Tributaria afirmó que tardaría un mínimo de dos años, si es que existía.

Sí, si las sociedades catalanas se han ido por inseguridad y no pasa nada porque sus activos se quedan, también se quedan los de Ferrovial.

No; Ferrovial no huirá de los litigios con Hacienda en España. Los tiene provisionados: o sea, que están las pelas en su caja, los accionistas no sufrirán y si son condenados -cosa a discutir, porque la Agencia Tributaria pierde la mitad de los litigios en los que se mete, si el litigado tiene pasta y no es un mortal al que le embargan y no tiene posibilidad de recurrir- pagarán.

Sí, la bolsa española -el IBEX 35- , dominada por bancos y eléctricas, tiene poco volumen y su rentabilidad, en materia de empresas de infraestructuras, es menor que la norteamericana.

Y no; el dinero púbico que ha recibido Ferrovial, en lo sustancial, no son subvenciones ni apoyos públicos, sino pagos por obra pública que, imaginamos, han sido legales y por obra construida.

Queda el asunto fiscal del que enseguida les hablo, pero estimados y estimadas, con un argumentario así el Gobierno solo ha conseguido enfadar a los fondos de inversión, que nos resultan tan necesarios.

La izquierda no debe jugar con el capital, sino regular su comportamiento. Lo que Willy Brandt llamó “intervenir políticamente en el mercado” era, precisamente, eso: prescripciones regulatorias que en Europa corresponden a Bruselas y que, tampoco, en España nos han preocupado, en un mundo de taifas como las Comisiones de valores o de la competencia o cualquier otra que haya por medio.

Tampoco es buena idea amenazar con trabucazos fiscales y menos convertir impuestos y cotizaciones en arma de combate. La gente teme que si vas a por uno luego irás a por otro. O sea, que la transparencia, la equidad y el trato igual a los iguales es fundamental.

Resulta sorprendente que el Gobierno, que puso accionista en Prisa, no ha dicho nada porque sus acciones estén en Luxemburgo o porque algunas empresas de Roures, un amigo, anden fuera de España.

¿Recuerdan ustedes cuando estado y autonomías nos ofrecimos a la City londinense como alternativa al Brexit? ¿Se han preguntado por qué Frankfurt y Países Bajos han salido ganando? ¿Han preguntado el resultado de todas esas campañas publicitarias? Pues eso.

Ni la burocracia funcionarial de la derecha ni la contaminación populista de la izquierda nos han permitido, durante años, un escenario creativo para cambiar un modelo productivo que sustituya la inversión especulativa, la base turística del crecimiento o la hostelería como sector determinante, además de un exceso de función pública. Cosas en las que, por cierto, insiste el personal de izquierdas, junto a otros, desde hace décadas.

Señala el argumentario oficial, en algún momento, que Países Bajos son un paraíso fiscal. Falso, más allá de que esa expresión ya no exista legalmente.

En primer lugar, el Impuesto de Sociedades es muy similar al de España, alrededor del 25%, como lo es la presión fiscal, alrededor del 40%.

Hay dos diferencias: una que Países Bajos no practica la doble imposición, con una legislación similar a la española hasta 2021. La diferencia son 40 millones de euros. ¿Creen ustedes que gente como Ferrovial se marcha por esa bagatela?

Lo único cierto, y que es un contencioso con la Unión Europea (como con Irlanda) son las llamadas “tax rules” (acuerdos de imposición con empresas). Pero eso es un futurible que no podemos determinar.

Total, que el Señor Del Pino ha hecho su maleta, dónde ha incluido un ajado manifiesto comunista donde tiene subrayada una frase notable del preámbulo: “la estrechez y el particularismo nacionales resultan de día en día más imposibles”. De dónde resulta no sólo que los marxistas no son nacionalistas, sino que los capitalistas tampoco.

La andanada del Gobierno sobre Ferrovial tiene tanto de relato fariseo como de absurdo económico. ¡Oh, cielos, el Gobierno ha descubierto que las empresas “españolas” no son “españolas”!

Sepan ustedes que casi el 50% del IBEX 35 es de mayoría extranjera, que Ferrovial tiene todavía más capital foráneo y que muchas empresas bandera ya cotizan, ganan dinero y pagan impuestos fuera de España, a través de filiales: Iberdrola (Evergreen), ACS en Alemania, etc.

Tampoco tenemos empresas automovilísticas, rama mayor de nuestra patriota exportación. Iberia sigue siendo española, gracias a la fusión con Air Europa, porque, si no fuera por el Brexit, sería británica y ni volaría en el futuro en el continente. Y así sucesivamente.

Patriotas estimados, sabed que la patria de las empresas son sus accionistas, es lo que tiene el mercado libre y ha descubierto la airada ministra de economía. Quizá convendría intervenir en los mercados regulando, antes que tirar del trabuco fiscal y la amenaza.

 

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