Maduro ya no quiere a Pablo Iglesias: desde el chavismo se ve ahora como un «Judas» al líder de Podemos

Pablo Iglesias.

Pablo Iglesias.

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, tiene una rara habilidad para hacer amigos: las críticas más aceradas contra él y sus nuevas actitudes políticas llegan ahora desde el chavismo de Venezuela, concretamente desde los grupos más leales al actual presidente Nicolás Maduro. Desde estos sectores se admira la posición que con respecto a este régimen sigue manteniendo Juan Carlos Monedero, ya fuera de Podemos, pero se califica de «Judas» a Iglesias por lo que consideran su tibieza política actual respecto al régimen chavista después de haber obtenido ayuda de todo tipo para el proyecto de Podemos. Este es uno de los grandes puntos de enfrentamiento personal entre Iglesias y Monedero, pero también dentro de diversas facciones en el interior de Podemos.

Según fuentes de la oposición venezolana en España, el malestar de los bolivarianos con la actual cúpula de Podemos surge del aparente cambio en el pensamiento de Pablo Iglesias por motivos electorales. Consideran desde el chavismo que este cambio se empezó a producir en 2014, tras conseguir cinco escaños en las elecciones al Parlamento Europeo y que ahora, cuando se ve casi en el Gobierno de España con un posible acuerdo con el PSOE, el líder de Podemos considera a Venezuela como «la novia fea» a la que utilizó para desarrollar su proyecto en España, pero que «ahora no quiere salir en la foto con ella» porque le perjudica de cara a las elecciones generales de diciembre.

Estas fuentes afirman a El Satiricón que desde el núcleo más duro del presidente venezolano se acusa abiertamente a Iglesias de «usar la figura de Chávez y del régimen bolivariano para captar votos del pueblo y de personas que realmente quieren un cambio» y luego, cuando tiene algo de poder, «lavarse las manos». Una sensación que se ha visto acrecentada después de que Iglesias y Monedero discreparan públicamente sobre la durísima condena impuesta al opositor venezolano Leopoldo López.

En realidad, el divorcio entre los herederos de Hugo Chávez -el gran benefactor inicial de Monedero, Iglesias y Errejón y, en definitiva, de Podemos para su proyecto en España- viene ya de lejos. Comenzó hace más de un año, después de que Iglesias obtuviera un rotundo éxito en las elecciones al Parlamento Europeo y empezara a mirar sin complejos a la Moncloa. Pero ante esa nueva perspectiva presidencialista había al menos dos asuntos que podrían incomodar al líder: uno era su posición frente a una Venezuela brutalmente gobernada por Maduro, digno sucesor de Chávez, y otro era la posición que debería adoptar Podemos respecto a la secesión de Cataluña.

Ante la llegada al poder, un «Judas» y un «Pilatos«

Respecto a Venezuela, el régimen de Maduro observó con ira ya en junio del pasado año que Iglesias estaba dando un importante viraje, algo que, incluso, le estaba alejando del segundo César en el triunvirato, Juan Carlos Monedero. Y luego, confirmado ese viraje, desde la propia radio nacional venezolana se apresuraron a calificar de «Judas» al líder de Podemos, abriendo aún más la brecha entre éste y Monedero.

Diversas emisiones del bolivariano Orlando Romero Harrington en Radio Nacional de Venezuela recopiladas por la oposición venezolana demuestran lo que siente el régimen de Maduro por Iglesias: se llega a decir de él que «se está montando un parapeto que va a sumergir a España en el desconcierto» y que se ha vuelto «otro té con limón domesticado por la política española».

La aguda crítica del analista venezolano no tiene desperdicio. «Esto es otra fachada más. Son bastante ya los reportajes y los análisis que se hacen sobre este partido y sobre Pablo Iglesias, el cual no es santo de mi devoción por muchas cosas que hemos averiguado de él«, ha llegado a decir este periodista-estrella venezolano, el cual no dudó en lanzar en la radio pública de Maduro una frase lapidaria: «[Iglesias] Despotrica y niega como Judas cualquier relación con el régimen bolivariano… la niega como Pilatos, el hombre se lava las manos y dice no tener nada que ver con la Venezuela bolivariana… Cuando tienen algo de poder, se lavan las manos».

Por el contrario, esos mismos críticos de Iglesias hacen venia cuando habla Monedero, sobre todo por haber sido una de las voces más claras de Podemos que, como mínimo, ha justificado la condena impuesta a Leopoldo López. El propio Orlando Romero ha calificado en reiteradas ocasiones a Monedero de ser «un intelectual que ha hecho bastante pantalla en el proceso bolivariano».

Las tres negaciones de Pablo Iglesias

Para estas fuentes de la oposición venezolana en España, que por razones obvias siguen con sumo interés todo lo que ocurre dentro de Podemos, el punto de inflexión de esta ruptura se encuentra en junio de 2014, cuando en una entrevista en La Sexta, ante la pregunta: «¿Podemos es un partido bolivariano? ¿Sí o no?», la respuesta de Pablo Iglesias dejó helado al régimen de Maduro: «No. Es un partido español, de los ciudadanos».

Pero, «¿son exportables las medidas adoptadas en Venezuela?», repreguntaron a Iglesias, que respondió inequívocamente: «No hay un sólo país que pueda decirnos a nosotros lo que toca hacer. Hay medidas que se han tomado en muchos países (yo siempre pongo el ejemplo de Finlandia en políticas educativas) que pueden ser útiles. Pero ningún extranjero, sea de Venezuela, de Ecuador, de China o de Finlandia o de Francia, va a venir a decirnos a los españoles cómo tenemos que organizar nuestro país«.

Esas respuestas perseguían que no se perdieran votos en España, pero condujeron a que el régimen venezolano empezara a ver a Iglesias como un «Judas«, y a ese respecto no es sorprendente observar como poco después comenzaron a aparecer en los medios de comunicación españoles informaciones documentadas sobre la ayuda económica que los líderes de Podemos habrían disfrutado de Venezuela.

En definitiva, anteriormente a Maduro se atribuye a Quinto Servilio Cepión la famosa frase «Roma traditoribus non praemiat», o lo que es lo mismo: «Roma no paga a traidores». Ése es el sentimiento que, según estas fuentes venezolanas, sienten los bolivarianos hacia Iglesias y su núcleo pretoriano.

 

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