Parada biológica del cronista

Decía Mafalda, en una de las viñetas de Quino: “Hay que ver las ganas que tengo de hacer algo y lo bien que me las aguanto”. Señal inequívoca de que hemos llegado a la parada biológica. Los cronistas, como loa mares y los peces, necesitamos esa merecida parada para renovar nuestros conocimientos. Habrán observado de qué forma tan elegante les acabo de decir que ahí se quedan, que el cronista se va de vacaciones.

Apenas diez días, un momento inimaginable en el que la batalla entre Feijoo y Sánchez, las rabietas de Yoli, los enfados de la izquierda caníbal o el galope del caballo de Abascal tendrán al analista sin cuidado. Ya me irán informando ustedes.

Serán sustituidos por el análisis de la técnica del espeto, el nivel de calidad de la gamba hispana, la calidad del chiringuito y, sobre todo, el agradable ruido del niñerío a la hora de la siesta.

Enjundiosas discusiones comparando si el calamar de antes era mejor que el de ahora, si el atún vino bien de la almadraba o si la cosecha nos ha salido un poco cara al embotellarla.

Son las cosas que suceden habitualmente, mientras vivimos en parada biológica y la vida transcurre. El cronista, naturalmente, apenas pasado San Fermín, fiesta que sería horrenda si no fuera gobernada por la gente del norte, de izquierda y sensible, como se sabe, a la vida del animal, no como otras, irá pensando en volverse.

Quizá para no perder del todo la costumbre, el próximo viernes venceré mis ganas de no hacer nada y, si mi abundante nieterío me lo permite, les visitaré para darles cuenta de la situación de la parada biológica el próximo vienes. Y después será, enseguida, el regreso, que esta primera parada biológica será breve.

No me puedo perder, como imaginarán, el encierro político, perdón quise decir infierno, al que nos someterán a cuarenta grados los ilustres líderes hasta el 23 de julio, fecha tras la cual todo puede cambiar, excepto una cosa: en agosto volveremos a irnos, a ver si se creen que nos va a dar un ataque de productividad de esos de la señora Calviño, que son como los fantasmas: no existen.

No crean ustedes que la parada biológica sólo permite “el dolce far niente” que dicen los italianos. No; el mercado veraniego ofrece múltiples motivos de reflexión.

¿Está bien organizado el chiringuito? ¿Se ha hecho populista el vendedor de pareos para las señoras? ¿Quién tiene derecho a vender agua en la ribera de los mares? ¿Los camareros de hotel están convenientemente alineados con la marca España o te dirán buenos días cariño nada más verte?

Es arriesgado sumergirse sin duda en el proceloso mundo de las vacaciones. Pero conviene bajar el nivel de exigencia: Si rechazas la comida, ignoras las costumbres, temes la religión del lugar y evitas a la gente, mejor quédate en casa… ¿Se imaginan su familia a dos mil kilómetros y usted bajo el aire acondicionado?

Las vacaciones exigen sacrificar principios adquiridos por las buenas costumbres. Pero caballeros y señoras deben mantener algún decoro y abandonar algunas firmes creencias poco compatibles con la parada biológica.

Por ejemplo, no aconsejo el zapato veraniego con calcetines ejecutivo, eso déjenselo a los británicos. Señoras mías, hay veintiuna formas de ponerse un pareo, no lo usen como si fuera el chal de la abuela. La playa, el mar o la montaña exigen rigurosos requisitos.

Tómense deportivamente el asunto. Quiero decir, haga como el cronista y decida que tiene que madrugar para hacer algo de ejercicio. Todo el mundo sabrá que miente, pero esos minutos de silencio y soledad, el café bajo un aire acondicionado o en un chiringuito vacío son la felicidad sobre la que se construye la parada biológica.

Háganme un favor, dejen el tinto de verano para los guiris y ustedes beban el vinito blanco fresquito de toda la vida o, si son del nivel pijo chef, pidan un “spritz”, aunque luego no se quejen del precio. Y, por supuesto, recuerden que eso de que el vino tinto no marida con el pescado y el marisco es sandez británica insostenible. Déjense de tonterías: lo que no marida bien con el pescado es el IVA. Pásenlo bien, les vigilaré desde el chiringuito.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.