Que en La Moncloa había un teatro era conocido. En la pandemia tuvimos sublimes monólogos: actores que parecían expertos y soldados vestidos de azul. La ficción fue muy reconocida. El monologo “saldremos más fuertes” fue fantástico; el “no habrá más de tres casos” del experto, celebradísimo, y el soldado vestido de azul (creo que lo llamaban JEMAD), afirmando marcialmente grandes expresiones: “Para superar nuestro aislamiento nada mejor que las virtudes militares… la disciplina, el sacrificio y la moral de victoria”.
La comunicación política ha ido cambiando hasta vaciar su contenido. Empezamos con el “medio es el mensaje”, a finales de los sesenta. Luego en los ochenta, el “líder era el mensaje”. A partir de entonces, fue el momento de los “spin doctor”. Luego, el “gurú era el mensaje”, inaugurado por Iván Redondo, por un poner.
Pero el caso es que Pedro Sánchez ha tropezado con la escasa utilidad electoral de viejos formatos.
A ver, un mitin, se lo dice uno que ha organizado alguno, tiene un efecto inversamente proporcional a la población, es un discurso a los propios y tiene costes, desde el flete de autobuses hasta que aparezcan gritos y silbidos lo hacen incómodo para próceres áureos.
Las televisiones y radios están descontadas, como los periódicos, alineadas con los electorados que eligen sus medios. Por otra parte, los comunicadores radiofónicos son poco respetuosos: se atreven a preguntarle al presidente: “¿Cuánto nos ha mentido?”. Y resulta que lo que en un sitio (Alsina) es culpa de Montero, de los Montero de igualdad, en otro (Évole) resulta que es de lo que más se arrepiente. Un lío.
Vale, quizá la derecha ayude con esos líos que se tiene con VOX, y le ha dado a Sánchez una semana que, después del sábado de dolores, parecía de malas perspectivas. A partir del miércoles les hablaré de la derecha, no me olvido, no crean.
A pesar de ese respiro, la cosa no funciona demasiado. El fantasma de VOX, como ya les he dicho aquí, no es tan relevante como elemento movilizador. Solo una encuesta (Sigma2) -por cierto ilegal, según el PSOE, hasta que ha cambiado sus resultados- amenaza a la derecha.
Así pues, debemos cambiar, de nuevo, la comunicación política. Señoras y señores sean bienvenidos a un nuevo concepto: el formato es el mensaje.
Dicho y hecho, hemos cambiado el teatrillo por un plató de televisión. Pero no nos liemos, que nadie se confunda: el centro del plató es el líder. Él (conductor) entrevista a sus ministros, Él (Director) les pide que repitan el programa electoral y Él (regidor) pide al público que aplauda al ministro de turno.
Esto debiera plantear algunas preguntas éticas. Primero, en los medios: ¿Una señal emitida por el gobierno, sin periodistas como testigos y como asistentes militantes socialistas, debe ser emitida? También cabe preguntarse si hacer campaña desde la sede del Gobierno es aceptable por la Junta Electoral, que se la suele enrollar (me refiero a la resolución) en papel de fumar cuando de inauguraciones se trata, por un poner.
Pero no estamos para ética, sino para ganar votos. Y para eso la izquierda realmente existente necesita ayuda. Y hay que reconocer que el viejo socialismo y la vieja socialdemocracia española no parecen estar por la labor. La duda es si ha empezado la sustitución de Pedro o la venganza de Sánchez.
Es en ese escenario donde ha aparecido el comodín de Zapatero. Con él empezó todo; de hecho, hasta el populismo se reclama del expresidente.
Él hizo, también, afamados textos teatrales y grandes ficciones, también de notable éxito artístico: “Estamos en la Champions League de la economía”, “tenemos el sistema financiero mejor regulado del mundo” y cosas parecidas, ayudado también por notables gurús.
Afirma Zapatero que él tiene que hacer horas extras porque los viejos socialistas no se afanan en la correcta defensa de la izquierda. El comodín de Zapatero remueve, quizá, el ánimo de las radicalizadas y, con permiso, envejecidas agrupaciones socialistas.
No sé si el gurú ha analizado el valor de la memoria social y política de Zapatero o ha sido el que todo lo sabe. Pero “buenas noches y buena suerte” es lo que necesitan en La Moncloa.
Ustedes atentos, yo no duermo pensando en quién será el siguiente entrevistado o entrevistada, que después de Escrivá y Planas toca señora. Montero o Calviño, se hacen apuestas.