Afirma Pedro Sánchez que la derecha extrema y la extrema derecha son la misma cosa. Amigas, amigos, el fascismo nos acecha. Esto viene a decir que la derecha democrática ha pasado a ser el PSOE, la socialdemocracia los de Sumar y la extrema izquierda, los demás.
Para que no haya dudas –aunque me llamarán fascista igual los viejos camaradas- me citaré a mí mismo: “La irrupción institucional de VOX supone una afrenta a lo que llevamos décadas empujando: un régimen progresivo de libertades, igualdad y democracia. No es buena noticia ni para conservadores ni para liberales ni para la izquierda; en la política de la ira solo medran los airados”.
Esto se escribió en 2018, el día en que la “Pasionaria” (Susana Díaz) de la época perdió las elecciones andaluzas al grito de “no pasarán”. Y se repitió cuando “el pasionario” (Pablo Iglesias) fue derrotado en Madrid).
Se decía entonces que, mientras buscábamos fascistas, convenía anotar que la derechización extrema se ha producido, históricamente, cuando se empobrece la clase media (pequeña burguesía), se devalúan sus capitales y ahorros y sus vástagos pierden posibilidades de escalada social. Cuestión muy evidente desde la crisis inmobiliaria. Cosa que la izquierda ignoraba dejando esta población al margen de sus políticas.
Mi perdido y siempre recordado amigo, Javier Aristu, me escribió para confirmarme que él había escrito algo parecido. Sus sospechas de que la izquierda había olvidado a Dimitrov.
Con menos carga histórica e ideológica, pero con más números y datos, en una de las páginas más prestigiosas de la economía europea, VoxEU.org, el portal de políticas del CEPR (la red líder de investigadores de política económica de Europa), dos analistas escribieron un análisis electoral desde los años 30.
La historia de las crisis financieras (traducción del cronista aquí) distintas a las económicas porque deterioran los activos de las clases medias e impiden el progreso de sus vástagos por una generación, muestra que la extrema derecha siempre aparece, aunque se debilita progresivamente, pero dura más que la extrema izquierda, aunque su mensaje contamina la escena política por tiempo.
El hecho de que usted no se imagine a Feijóo asaltando el Congreso, de hecho quienes han asaltado el Congreso en España han sido los de la izquierda extrema, o a Abascal con evangelistas de Bolsonaro, no ha parado en barras a Sánchez que no ha dejado de insistir en el asunto.
Las razones que justifican, en la literatura vigente, la aparente fortaleza de la extrema derecha empiezan por la reflexión económica que sostiene los daños de la globalización como razón del radicalismo político que tiene, como corolario, la creación de periferias abandonadas. También, se apuntan aspectos “contraculturales”, el rechazo, ya saben ustedes, a lo “progre” y, naturalmente, en el caso español, la cuestión independentista.
¿Son estas razones de peso en España?
A Pedro Sánchez le confunde la sociología, créanme. Ningún estudio ha podido demostrar que haya relación entre el voto a VOX y los lugares con más paro o más inmigrantes –en general, zonas urbanas y grandes circunscripciones electorales-. Y el PSOE ha resistido mejor la reciente derrota en las viejas estructuras industriales.
Si parece haberla en las zonas despobladas en las provincias que llevan más de cincuenta años de retraso económico. Y, desde luego, en la España más sensible al separatismo político, único tema en realidad que patrimonializa VOX. El asunto contracultural es, simplemente, un error de las narraciones de la extrema derecha que no da nada (por mucho que Monasterio insista), que tiene que ver más con edad y renta que con ubicaciones ideológicas.
Ésta es la razón por la que al miedo a VOX fue derrotado en las grandes concentraciones urbanas (ciudades andaluzas o Madrid) y sus votos, por más que puedan resultar decisivos, no han sido relevantes en las capitales de provincia.
De los 1.695 concejales de VOX, solo 133 (7,8%) pertenecen a capitales de provincia. El resto son entidades locales, importantes en la España despoblada, donde probablemente ha competido con propuestas de la llamada “España vaciada”.
Es esta circunstancia la que condena a VOX a la debilidad de las pequeñas circunscripciones (alrededor de treinta diputados posibles, con el 7% obtenido). Eso sí, si la izquierda radical queda en esas circunscripciones por detrás no alcanzará sus objetivos.
No; el votante del PP no teme a VOX porque no lo percibe como riesgo. El centro derecha ha resistido mejor en la zona de la economía de servicios, mientras el PSOE lo hace en las áreas de la vieja industria.
Sánchez solo puede salir de la confusión sociológica, eso sí, equiparando al PP con esta ultraderecha. Sospecho que los electorados no se cruzan: el autoposicionamiento ideológico de los votantes del PP no parece haber cambiado en dos décadas (CIS), aunque de esto hablaremos otro día. Sugiero a la izquierda otra estrategia. Por cierto, no estaría de más que se mirara de reojo a la clase media, por un poner.