Que corra el aire canadiense

Aireando los bajos en Studio 54.

Aireando los bajos en Studio 54.

Ya lo decía el clásico: “O Tempora! O Mores!”. Exactamente, tiempos y costumbres de antaño. El río que no vuelve a sus orígenes. Elecciones generales en Canadá y triunfo del Partido Liberal (sin tocar poder desde el año 2004, toda una vida). Su líder, Justin Trudeau, de tal palo, tal astilla, porque es hijo del carismático Pierre Elliot Trudeau, primer ministro que fuera. Y todo un personaje, dentro y fuera de la política.

Papá Trudeau, fallecido en el año 2000, fue primer ministro dos veces. La primera de 1968 a 1974. Su segunda victoria electoral, al frente del Partido Liberal le devolvió el sillón en marzo de 1980, permaneciendo en el cargo hasta junio de 1984. Liberal hasta las cachas, Trudeau Sr. (como es sabido detrás de cada gran hombre hay una gran mujer) había matrimoniado con Margaret, de soltera Sinclair, polifacética dama: escritora, actriz, presentadora de TV, y una celebrity en la no demasiada glamurosa vida pública canadiense.

Entre fiestazo, visitas a discotecas a caño libre (y en más de un sentido), y garbeos con lo más granado la jet-set de USA y Europa, la buena de Margaret le dio a Pierre tres vástagos. Vamos que la señora, en la actualidad con 67 añazos, supo unir una cosa con otra… Claro que su marido, para no ser menos, gozaba –nunca mejor dicho- de la merecida fama que sólo puede merecer un donjuán católico, apostólico y romano de ancestros franceses.

En suma, los Trudeau, juntos o por separado, eran astros que brillaban con luz propia en las noches canadienses de aquellos felices 70, prolegómenos del liberal libertinaje que se nos vino encima en décadas posteriores.

Recordemos el caso de mamá Trudeau (de soltera Sinclair), sentada en el suelo de la discoteca neoyorquina Studio 54, cuando era el antro más famoso de la capital del mundo mundial. Minifaldera ella, Margaret tomaba aplicadas notas, a pubis libre y oreado, amén de rasurado. Naturalmente, el fotógrafo estaba allí y su imagen fue pasto de tabloides. Y es que la cosa tenía su puntito, al menos en aquellos lejanos tiempos. Ahora ni siquiera hubiese motivado un fruncimiento de cejas.

La regocijada escandalera en Canadá y más lejos, cosa curiosa, hizo subir el prestigio tanto de la esposa exhibicionista como la de su marido. La una, durante dos años largos (una eternidad en el mundo del famoseo) fue invitada estrella en las fiestas más famosas. El otro como que, tras un bache de apenas unos meses, volvió al poder en 1980. Claro que la pareja se acabó divorciando en 1984. Los aire canadienses, sin duda, que bajan del Círculo Polar Ártico llegando hasta lo más profundo y sureño de Norteamérica.

Y, ahora, con Justin, el apellido Trudeau que sigue en el candelero… ¿Quién lo iba a decir, allá por 1659, cuando llegó a Canadá Etienne Trudeau, un carpintero francés de La Rochelle, con una mano delante y otra detrás?

Estrambote erudito, que uno es periodista, leñe: allá por los años 80 del pasado siglo, la revista Interviu, sacó la foto (pagada a precio de oro, por supuesto) de una tal Marta Chávarri, de leonada melena con mechas, en idéntica postura, carencia de braguitas incluida, que Margaret Trudeau… Pero ya no fue lo mismo… Y eso que la retratada, a la sazón, estaba casada con Fernando Falcó, marqués de Cubas, hoy pareja de Esther Koplovitz

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