Que Dios nos libre de las reses mansas

Se preguntará el lector de qué va hoy este título. ¿Pues de qué va a ir? De separatistas y equidistantes, especialmente estos últimos que con su silencio colaboran con los disidentes. Recuerdo estos días una frase de Don Miguel de Unamuno contestando al general Millán Astray que decía: Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia.

Lo curioso del caso es que entonces también hablaban de vascos, catalanes y fascistas con el trasfondo del separatismo.

La izquierda española, que a lo largo de la historia se ha mostrado incapaz de organizar un discurso económico y social viable, que encaje con la idiosincrasia de nuestros vecinos y con el orden económico mundial sin poner en peligro la unidad, se ha dedicado desde la noche de los tiempos a la ruptura, véase la rebelión cantonal recién estrenada nuestra Primera República, la Revolución del 34 apenas consolidada la Segunda y la actual cuando ya contamos 40 años de democracia. Son enemigos de la paz y del progreso.

España nunca ha podido evolucionar democráticamente porque cada vez que lo hemos intentado éstos han disparado a su línea de flotación alentando la ruptura. No exonero de responsabilidad a la derecha ni a Franco, no es esa mi intención. Pero hablando de Unamuno es importante decir que en los primeros días del levantamiento militar del 36 estuvo de acuerdo con él. Evidentemente esa aquiescencia duró poco, lo que tardó el movimiento en demostrar que no venía a salvar a España sino a secuestrarla.

Dicen los antimonárquicos que pronto se desclasificarán los documentos que acreditan que el rey emérito estuvo implicado en el golpe de Estado de febrero del 81. ¿Qué esperan encontrar? Lo único que hay ahí es la prueba de que toda la clase política de la época tuvo que unirse en un golpe de mano, que presumiblemente lideraría el general Armada, para conseguir un gobierno de concentración. La intención: acallar al separatismo que como siempre intentaba boicotear nuestra transición a la democracia. Tejero y Milans del Bosch fueron dos pillos que se les adelantaron, motivo por el que hay tantas contradicciones en el análisis del suceso. Pero no olviden que la cuestión de fondo era el separatismo.

Ese separatismo que los equidistantes sustentan con su silencio. La equidistancia es poner en el mismo nivel a España y a sus enemigos declarados, aquellos que desean verla rota, y ése es un gran error. No se puede poner en el mismo pedestal a la víctima y a su agresor y eso es lo que pretenden las reses mansas, aquella de las que debe librarnos Dios que de las bravas ya nos libraremos nosotros.

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