Sin noticias (1): La parada biológica

Como es bien sabido, la parada biológica es un invento del ser humano más depredador, para parecer preocupado por los efectos de su depredación. Así, es una forma de gestión que supone la suspensión temporal de la actividad para favorecer la recuperación de las poblaciones.

Es evidente que los cronistas y tertulianos somos una especie que necesita de protección y recuperación. Desde ser encerrados en la “fachosfera” a convertirnos en reputada máquina de fango, pasando, especialmente si haces algo tan antiguo ya como bloguear, por peligroso “seudomedio” perseguible.

Debería, en lugar de escribir, poner tuits descalificatorios tipo Oscar Puente, cuya prístina belleza debe ponderarse, para no ser castigado por algún funcionario, dados los nuevos comportamientos informativos que ensalzan al socialismo realmente existente y la izquierda de verdad verdadera.

O sea que, llegado el verano, introducidos sobradamente en el insoportable calor, me conducen, por orden de la autoridad competente, lejos del aire acondicionado, a un sitio fresco, al parecer: la playa de Denia, cosa que hará mucha gracia a mi contertulio de los lunes, Manuel Ángel Menéndez.

A pesar de una vaguada que ha impedido la enésima ola de calor, no fiándome, he recurrido a la Agencia Española de Meteorología para ir preparándome, recojo información, a mi llegada me espera: “temperatura, 32º, humedad relativa, entre 50 y 95 por ciento, sensación térmica 35º- 38%, brisa, de qué brisa me hablan, estado de la mar, plana, más plana que un mantel”. Aire acondicionado en la vivienda: sí; se dispone. La autoridad competente sea loada.

Pues nada, allí que voy con un simple propósito, vivir sin noticias de política. Carecer de noticias sobre algo o sobre alguien es, en muchos casos, extraordinariamente útil, incluso llega a favorecer no solo la salud mental, sino que te permite fijarte en cosas que parecen irrelevantes, pero que no lo son: la realidad es todo un espectáculo, a poco que se tenga un poco de curiosidad.

Por otro lado, Él estará en La Mareta, ignoro si acompañado o no, y, en consecuencia, se reducirá el nivel de amenaza, aunque sospecho que no de ruido, dado que algún ministro o ministra gritón, tipo Bolaños o el extremadamente bello Puente ocuparán las alfombras de amaranto que tanto aprecian.

“Cerrado por vacaciones” es el cartel que más castiga la lógica urbana. Que estamos cerca del apocalipsis es evidente: he visto el cartel en una taberna, que cerró sin dejar tiempo de entrenamiento a la clientela, y en un chino,  increíble la falta de compromiso, desde que Zapatero ha pasado por ahí. Eso sí, nos advierte con una semana de antelación.

Al pollero ya le hemos dado por perdido, cierra fines de semana alternos, desde julio, dejando a los padres que han soltado en la playa a la señora y la prole obligados a cocinar o a llamar por teléfono a la señora, humillante, para preguntarle cómo funciona la “Air Fryer” y en qué esquina está la línea de productos correspondiente en el súper que, como las señoras, no saben hacer mapas, el plano del súper está confuso. En fin, no puedes confiar en nadie.

Yo no tengo que avisarles con tiempo. Los cronistas somos como los autónomos: nunca descansamos. Eso sí, no siempre escribimos, dependemos de la realidad, las musas y de encontrar la taberna adecuada. Nosotros siempre llevamos encima máquinas de escribir, bolígrafos y libretas, si nos da el día analógico, o móvil extraordinario, naturalmente Huawei, no hay que enojar a Zapatero y sus hijas, ustedes me comprenden.

Uno empieza una parada biológica con necesidad de desconexión política y geopolítica. Ha sido un año intenso y lleno de noticias dolorosas que aquí hemos glosado. La actualidad ha venido, a menudo, acompañada de tristes acontecimientos que eclipsan cualquier polémica estéril y muchas noticias mundanas. Aún este verano, mientras degustamos la correspondiente paella, habremos de ver las deplorables imágenes de la infinita guerra y los fríos asesinatos de gazatíes.

Lo que agota a cronistas y tertulianos como quien les escribe no es la abundancia de temas que hartan: los “indepes”, Trump, Gaza, Putin, los gobiernos que navegan en la nube de la inconsciencia y la ineptitud, como el que preside el enamorado y compungido, el infinito ruido de la política. Lo que molesta es la insistencia, la egolatría, el narcisismo y la soberbia.

Irse de vacaciones tiene esa ventaja. Se vive de copas y palabras, de baños y risas de los niños, de juegos y lectura y cosas de esas.

Un blog, a lo mejor porque no busca bronca o quizá porque no están de moda (demasiado sesudos), no cierra nunca. Siempre hay algo que contar y el arriba firmante lo hará. Eso sí, prometo que no me pasaré a los doscientos caracteres, eso se lo dejo al Sr. Puente (belleza asegurada, grosería también).

No cierro el análisis para siempre, que lo sepan, apenas quince días de asueto en el “fresco” Levante, para risa de mi otro contertulio de lunes, Don Ricardo Mejías, que presume de jamón, blues y calor sin humedad. Aquí observaré cómo se extingue el viejo mediterráneo, con temperaturas de mar imposibles y gambas escasas y caras, cosa que comentará, sospecho, Don Juan Ignacio Ocaña, al que le he devuelto su tertulia, que suya es.

Una quincena, no es porque los españoles no podamos irnos un mes o hasta dos, como antes, especialmente si estas jubilado, el gobierno, ya se sabe, ha mejorado nuestra renta, dice, juas. Si vamos menos tiempo es para dejar sitio a los extranjeros, que dejan más dinero en viviendas y hoteles (pandilla ladroncetes) y nosotros queremos consumir en el barrio, ya se sabe. Entiendan la ironía.

En fin, aquí se quedan, el cronista se pasa a una realidad alternativa. ¡Qué pasa, Sánchez vive todo el año en ella y nadie dice nada!

 

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