Begoña ha sido citada. El mundo se conmueve. Temed la ira del hombre enamorado; sólo hay uno, como se sabe. Sus conmilitones han iniciado el camino, es cosa de la ultraderecha, siendo un juez el culpable, es como diría Trump, puro “lawfare”, para acabar con la voz del pueblo.
Alguien de izquierdas, tipo cronista por un poner, diría que igual a la señora se le ha ido la mano escribiendo cartas, pudiendo escribir poemas, o inscribiendo propiedad industrial, pudiendo inscribir obras literarias. Incluso podría pensarse que enviar a fiscales cual propios a tocarle las puñetas al señor togado no era buena idea para la discreción.
Siendo como fuere, Ella, sus asociados, los fiscales, los másteres dudosos, las recomendaciones por escrito, los dudosos escritos al Consejo de Ministros y el resto de las cosillas que el personal puede entender como tráfico de influencias han estallado en las narices del prócer enamorado.
Ya lo decía la vicepresidenta Montero, de los Montero de Hacienda, hace un par de días: votemos para salvar a Sánchez y a Begoña. Porque de una votación, como se sabe, deviene una amnistía.
Ha sido en el peor momento, cuando hasta Tezanos indicaba que se estaba agotando la estrategia del miedo a la derecha extrema cuando el ruido de Begoña se suma definitivamente al ruido de Koldo y al “run run” del hermanísimo que, cual insolidario “influencer”, tributa fuera de España, mientras cobra en España. Denuncias de la extrema derecha que no entiende de cosas.
Todo suena a poca ética y menos estética. Que sea delito o no, que todo quede en agua de borrajas es posible. Pero así, entre ustedes y yo, si el periódico del progresismo global nos indica el camino: Camps será inocente, pero es responsable. Las cosas no pintan bien.
Se nos vienen días de campaña de espanto electoral. Abundante griterío y tuits de Oscar el hermoso cuya prístina belleza, aquí siempre ponderada para que no me cierren el blog, es sólo equiparable a su inteligencia y empatía con el personal, los desaparecidos por un poner.
En realidad, la campaña europea española discutía de todo menos de lo que se debatía en Europa. ¿Han oído ustedes hablar de la pausa en la agenda verde, de los problemas agrarios, de las agudas divisiones generacionales, de la tendencia de los jóvenes a la extrema derecha, de las guerras que nos ocupan, de la competencia china en la movilidad sostenible que amenaza a nuestras empresas?
De eso y de otras cosas, entre ellas la confusión que acontece en los distintos discursos sobre la inmigración, se está discutiendo por ahí, como de las revoluciones agrarias que durante dos días han paralizado el transporte.
No importa, lo dijo Montero, de los Montero de Hacienda: lo que importa es salvar a la soldado Gómez. Una amnistía popular para evitar cualquier duda ética que corroa a los votantes. Lo que importa es ganarles a los jueces, entre ellos a los que dudan de la amnistía, y así todo lo demás.
La verdad es que las formaciones catalanas han ignorado los resultados de las urnas, y ponen al gobierno en situaciones inverosímiles, como proponer a Illa en la oposición o dejar la mesa en manos de izquierdas “antirrepresivas”, o sea, todos menos los constitucionalistas. La amnistía no se publica en el BOE por no molestar la reflexión electoral, pero cabrea a Puigdemont que se huele una tostada.
Bolaños y Cerdán siguen conchabando en Suiza o Bruselas, vaya usted a saber, mientras el fugado se teme que Sánchez quiera usar el comodín de la amnistía para presionarle en Cataluña.
Y todo, más o menos, sin presupuestos, sin una ley que llevarse al cuerpo, sin legislar con un parlamentarismo arrastrado por los suelos, todo huele a fin de ciclo, a descomposición a unas inevitables elecciones anticipadas.
La judicatura dirá si Koldo y Abalo, si Barrabés y Begoña, si el hermanísimo han obrado bien o mal. Mientras pasan la pena de telediario, ustedes teman, teman la ira del hombre enamorado.