Estaba yo viendo el partido de futbol el domingo y me puse a pensar. Uno piensa en los partidos, no se sorprendan. Camus afirmó que todo lo que sabía se lo debía al futbol. Es que Camus debía ver también al Madrid y sabe que el equipo tarda en comparecer.
Así que, mientras llegaba Alaba a lanzar su verso a la escuadra, me hice una pregunta sencilla: ¿Y cuánta luz estaremos gastando en ese campo? Es que pensar y luz están vinculados, desde la muerte de Goethe. Les prometo que he hecho cálculos: una jornada de liga supone un gasto de luz equivalente a tres o cuatro semanas de apagado de la Gran Vía.
Siendo verano, podría jugarse a horas diurnas, pero el asunto es que no tiene la misma gracia molestar a Tebas que a Ayuso.
El gobierno ha presumido de haber reducido en la primera semana de apagado de escaparates y aumento de la temperatura en interiores supuso una reducción del 3,7% de la demanda eléctrica. La mitad de los porcentajes que, según la excepción ibérica, debemos alcanzar. Es un buen resultado, puede la ministra sacar pechito, pero ya veremos cuando regrese en septiembre.
Cierto es que la anunciada caída de actividad puede producir una reducción de consumo. El aumento del tipo de interés supondrá desempleo y menos actividad de mercado.
También es cierto que viviremos una paradoja: la subida del precio del gas hará aumentar el consumo de combustible; también, que la sequía puede hacer caer lo que define la excepción ibérica: la menor dependencia del gas y el crudo.
La electricidad española está más cara que nunca, pero un 26% más barata que la media europea. Además, los futuros la sitúan al 50% en 2023. En Europa, el precio de la electricidad se dispara y supera los 350 Euros el megavatio hora.
Que el precio sea menor no nos ahorrará el trago de la estanflación o como quieran llamarla, porque puede haber algo de crecimiento, inflación alta y cosas de la economía moderna que no es la misma de los años 70.
Las causas que están detrás de la subida del 45% del gas y de la electricidad en Europa son el recorte de suministro ruso, el descenso de cargamentos de GNL norteamericano y los problemas del parque nuclear francés.
El tope del gas no consigue el efecto previsto. El coste de compensación para los consumidores depende de dos factores: el precio diario del gas y el volumen de generación horaria de los Ciclos Combinados de Gas.
Ambos factores están más que duplicando los valores inicialmente previstos debido a unas condiciones climatológicas alejadas de los promedios de los últimos años; y a la extraordinaria subida del precio del gas a causa del recorte de suministro ruso.
En julio, un tercio de la electricidad (32%) ha procedido de la producción de los ciclos combinados de gas (CCG). Ha sido un 164% superior a la de julio del año pasado y se duplica desde el 1 de enero hasta hoy.
El crecimiento de su aportación al mix eléctrico se debe a una menor participación de otras tecnologías y al saldo de la conexión con Francia, que ha importado electricidad generada en España, debido a sus problemas nucleares, que han reducido su aportación europea.
Además, la disminución de las reservas de los embalses ha hecho que la generación hidráulica haya descendido un 51,7 % desde enero hasta julio. Por otra parte, la cogeneración ha reducido un 53% su producción. Ha sido desplazada por los ciclos combinados (CCG), que resultan más competitivos gracias al efecto de la compensación, pero es una trampa al solitario de nuestro consumo.
En ese contexto, la evolución de los mercados puede hacer que las medidas adoptadas sean absorbidas por los precios. El Gobierno ya ha dicho que, probablemente, deberá ampliar la subvención a los combustibles.
España no puede recurrir al carbón, como Alemania, la infraestructura esta desmantelada. Ya se ha abierto la reflexión sobre las nucleares y ya verán cómo acabamos debatiendo sobre el fracking. Pero eso sí: el futbol por la noche que no nos lo apaguen.
