Un país sin inocentadas

Antes, mucho más que ahora, al llegar estas fechas, en los medios de comunicación proliferaban las inocentadas, es decir, aquellas falsas noticias de carácter inverosímil que servían de regocijo y distracción al personal.

Ahora la cosa ha decaído hasta el infinito. ¿Cómo inventarse noticias apócrifas cuando la realidad supera en creatividad a la ficción?

No hace tanto tiempo si nos hubiesen dicho que estarían en vigor la ley trans o la del sólo sí es sí y que se habría aplicado el indulto a los golpistas del 11-O, suprimido el delito de sedición o reducido el de malversación de fondos públicos, simplemente habríamos creído que se trataba de una patraña, es decir de una inocentada difícilmente admisible.

Pues todo eso, ya lo sabemos, es verdad. ¿Qué se puede inventar ahora para superar estas cotas de realidad con apariencia de invención? Como la imaginación del legislador excede la del personal del común, circunstancias que hoy parecen imposibles de ser legisladas tendrán su rango de ley, con lo que superarlas por la vía de la ficción será casi imposible.

No quiero, pues, ni pensar qué noticias nos deparará la realidad para que las aceptemos como la cosa más natural en un futuro inmediato. Y lo peor no sólo es eso. Lo peor es que nos acostumbramos a admitir lo inverosímil como algo cotidiano y ni nos sorprende, nos escandaliza o sirve para modificar nuestro voto. Es decir, que cuando vayamos a unos comicios habremos olvidado las invenciones de hoy superadas por las ficciones del mañana.

En eso confía el legislador en un país en el que ya no hay inocentadas pero en el que cada vez hay más personas inocentes.

 

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