Estamos en el inicio de una terrible debacle económica y en vez de eso se habla ya de una hipotética recuperación “en forma de V asimétrica”, para no reconocer la imposibilidad de salir del agujero con la misma vertiginosidad con la que entramos.
Ese falso optimismo es el mismo que llevamos a cuestas durante un mes que el que afirmamos haber alcanzado “el pico” o que “doblegamos la curva” con “cifras esperanzadoras”, mientras nuestros compatriotas se infectaban a mansalva, no se les hacían los “test que se van a generalizar en unas semanas” y morían a decenas de miles.
Está visto que cuando no puedes con la realidad lo más fácil es transformarla mediante el lenguaje. Así, al comienzo de la pandemia sólo se trataba “de unos pocos casos aislados” y cuando la realidad es que somos el país con más víctimas per cápita del mundo se trata de hablar de las cifras de Estados Unidos, un país con una población ocho veces superior a la nuestra.
En este uso de neologismos deportivos, como si la epidemia fuese una competición atlética, toca ahora hablar de “desescalada”, para hacerlo más cómodo y más entretenido, como si los muertos que se repiten día a día lo fueran por accidentes inevitables al bajar de una montaña.
Eso se debe a que estamos en una “vuelta a la nueva normalidad”, expresión que en sí es un doble oxímoron, ya que si es “nueva” no podemos estar de “vuelta” y si es “normalidad” no puede ser “nueva”. Pero el galimatías cumple su objetivo de no reconocer la excepcionalidad de la depresión económica, por un lado, el necesario rescate de la troika, por otro, la reducción de salarios, que se llamará “ajustes a la nueva realidad” y el aumento de impuestos, que se denominará “nuevas aportaciones para una mejor recuperación económica”, con tal de no llamar a las cosas por su nombre.
Estamos pues metidos en la mierda de hoz y coz, con la ventaja de que ya no se llamará así, en esta época de neologismos, sino sólo “situación transitoriamente temporal”. Al tiempo.