Por qué nos desmadramos en el confinamiento
No sólo han sido los comportamientos dignos de multa y/o detención. En cuanto se permite algo de relajamiento de las medidas anti virus tendemos a comportarnos digamos que con normalidad.
No sólo han sido los comportamientos dignos de multa y/o detención. En cuanto se permite algo de relajamiento de las medidas anti virus tendemos a comportarnos digamos que con normalidad.
Secreto y democracia son términos antagónicos. Y en la lucha contra el Covid19, amparados en un estado de alarma, sobra de lo primero y falta de lo segundo.
Estamos en el inicio de una terrible debacle económica y en vez de eso se habla ya de una hipotética recuperación “en forma de V asimétrica”, para no reconocer la imposibilidad de salir del agujero con la misma vertiginosidad con la que entramos.
El confinamiento ha cambiado nuestros hábitos: ya hablamos por teléfono hasta con primos segundos que apenas conocíamos, por alterar así nuestras rutinas. Pero la cosa está empezando a tomar un sesgo peligroso.
Como decía el humorista francés Wolinski, “todo es política en la vida”. Así, pues, la gestión de la pandemia del covid19 tendrá sus consecuencias electorales el día en que toque. Y, eso, al margen de lo bien o lo mal que se haya gestionado la lucha contra el coronavirus.
No se trata del mero confinamiento físico, que nos ha privado de libertad. Se trata de nuestra actitud moral y psicológica, que nos inclina a aceptar imposiciones y restricciones que en otra época nos habrían parecido inconcebibles.
Frente al nuevo y taimado comunismo de Unidas Podemos y sus afines, no deja de ser curioso que se alcen bastantes comunistas de antaño, totalmente desengañados de esa sangrienta utopía.