Carta a García-Margallo, presidente del mundo (mundial)

Excelentísimo, ilustrísimo, suma magnificiencia, estupendísimo… señor don José Manuel García-Margallo (que no me sé yo lo del tratamiento al más grande de los grandes a nivel planetario, pero pienso que habrá que excluir lo de majestad, que con corona no le veo, así como lo de molt honorable, que se me antoja corto y provinciano para tanta dignidad e inoportuno con la que está cayendo, y, por supuesto, me ahorro lo de reverendísimo porque desde ahí arriba seguro que deberá usted lidiar con protestantes, mahometanos, budistas y demás infieles del planeta).

La verdad es que desde mi inmenso desconocimiento y procedente de la misma mismidad de mi insignificancia le escribo con igual fe que mandaba cartas a los reyes magos, que se me antoja que eran de similar naturaleza a la suya por misteriosa, poderosa y como llovida del cielo.

Y es que muchísimos entre los humanos parecemos ajenos a semejante prodigio planetario. Vamos que de un acontecimiento universal como el que usted protagoniza solo recordamos, aunque mucho menos, ¿dónde va a parar?, aquel otro prodigio que anunciaba Leire Pajín hace seis años: «El acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta, la coincidencia en breve de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico, la presidencia de Obama en EEUU y Zapatero presidiendo la UEA».

Permítame que le llame de usted, que seguro que es un modestísimo tratamiento para lo que debe corresponderle, pero a mí me dijeron en el cole que utilizarlo era siempre de buena educación hasta que el interpelado no te apee el tratamiento.

Le escribo porque se me ocurre que si a los reyes más reyes de los que hemos tenido conocimiento nunca y que además eran invisibles– el Papá Noël y el Olentzero no dejan de ser licencias literarias- se les podía pedir algo con una simple carta remitida a un misterioso «Palacio de Oriente» más razón habrá para que nos haga algún caso el visible, reconocible y localizable presidente del mundo, que además tiene despacho oficial por todos conocido.

Le digo de entrada que algún corte sí que me da. Además no puede usted ser ajeno a que estamos en plena moda de la transparencia y la accesibilidad de los políticos. Y por eso me animo a redactar estas líneas. Ha alcanzado usted un cargo y dignidad que nunca habíamos soñado para alguno de los nuestros aquí por el barrio.

Ya sabe que siempre andamos metidos en minucias localistas: ahora, como puede leer en el resumen de prensa que le habrán pasado, el debate nacional gira en torno al futuro electoral de los emergentes, a que si Pedro Sánchez mete la pata con fichajes como si fuera Florentino Pérez, que si José María Aznar sigue largando haciéndole la puñeta a Mariano Rajoy… Y así, de repente, enterarse que este mundo tiene un presidente y que además es paisano, pues eso, nos produce un enorme subidón. Y además ¡chapeau!, que bien se lo tenía usted callado ese destinito que se ha buscado. Si no llega a ser por las maldades de Cristóbal Montoro pues casi que ni nos enteramos.

Pero le comprendo que al final se haya rebajado un poco a las cosas mundanas -que no del mundo- para ponerle los puntos sobre las íes a su ágrafo y poco viajado compi de Gabinete. Y es que hay que ver lo que ha tenido usted que aguantar con esa panda. Me le imagino mirando para otro lado para no reírse cuando su colega De Guindos exhibía en el Consejo de Ministros sus muchos apoyos internacionales para presidir el Eurogrupo y sacaba pecho diciéndoles a todos que el bueno de don Mariano había convencido a la mismísima Angela Merkel para que le diera su apoyo. Menudo ridículo. Y encima tanto despendole para presidir solamente a unos cuantos ministrillos de economía y finanzas y solo de los países del euro.

Y usted calladito cuando bien sabía que en el ejercicio de sus funciones de ahora tiene a Ángela colgada del auricular esperando a que la llame y Putin, Obama, Al Asad, Nethanyahu u Hollande le mandarán whatsapps y emails todos los días o embajadores solicitando el plácet, antes de dar cualquier paso.

Me imagino que con lo de las provocaciones del ministro de Hacienda habrá sentido lo mismo que cuando ve en la tele la serie esa de Carlos, lo del emperador que interpreta un actor rubio con cara aniñada. La gente alucina al enterarse de su poderío, que fíjese que entre lo que le dejó a su hijo Felipe II, y, con lo que éste se procuró por su parte, quedó un imperio que no iba más allá de unos 20.000 kilómetros cuadrados a finales del XVI. Y va la historia y cuenta aquello de que en su imperio «nunca se ponía el sol».

¿Se enterará alguien de alguna vez que aquello era como una parcelita en el mapamundi que usted preside? Porque sus dominios son tan bastos que no es que no se le ponga el sol, es que tampoco se pone la luna. Que por eso me lo imagino todo el día en duermevela, que será un horror, con un ojo semicerrado contemplando el Occidente pero con el otro abierto como un plato para no perderse detalle de los sucesos diarios de Oriente Próximo u observando con espanto las bravatas del líder de Corea del Norte.

Tanta dedicación y empeño suyo necesita buen descanso y no las rencillas y envidiejas de patio de los colegas del consejo de ministros de este modesto barrio del mundo que es España.

Discúlpeme que me enrolle pero es que deslumbrado por tanto esplendor suyo se me había olvidado lo de la petición que motiva mi carta. Es sencillita y no podrá defraudarme dejándome carbón porque me he portado bien o al menos lo suficiente para que me conceda la minucia que le pido. Y además cumplirlo apenas le va a costar gran cosa.

Se lo digo por lo directo: tiene usted un «peazo» curriculum y pocos en el mundo mundial habrán llegado y llegarán tan alto en su carrera político-diplomática. Pero tanto mérito debería ser suficiente para que omitiera tan fatuo pavoneo y postureo, tanto fútil autobombo, por un cargo meramente administrativo y funcionarial, rotatorio y tan temporal como un solo mes de vigencia. Y usted sabe bien que está ejerciendo una función que sirve muy modestamente a los ciudadanos por muchas fotos que usted se haga y muchas palabras que dé usted o quite en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Aproveche, no obstante, y haga lo posible, dentro de sus mermadísimas posibilidades y en los pocos días que le quedan «en el convento» –aunque todo lo que sume valdrá- para contribuir a evitar una nueva guerra o a que empeoren los conflictos que ya tenemos. Que ya sabe usted que el 31 de octubre le tiene que pasar los trastos de presidir a un colega británico, al igual que el 30 de septiembre relevó usted a un ruso. Feliz regreso a la realidad y que le vaya bonito. Suyo afectísimo…

 

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