Debo avisarles que si ustedes entienden lo que aquí no se dice es por su mente, no por la del cronista. En fin, es viernes, día de relajarse, aunque siguen pasando cosas inauditas. Lo que aquí se cuenta, fue en 1960. El cronista tenía 4 años y muchos de ustedes no habían nacido. O sea, no tenemos nada que ver, lo que se escribe a efectos de posteriores querellas, que hay que andarse con cuidado.
En Broadway, se estrenó un musical llamado “Tenderloin”. Ustedes, que saben mucho inglés, creerán que es un filete de lomo, pero no. Era un barrio de prostitución en Manhattan.
Ya están pensando ustedes en lo que no deben.
La historia teatral cuenta que un reformador pretende cambiar el barrio, pero unos corruptos que hacen negocios en los prostíbulos se lo impiden. No se me exciten, no hablo de lo que ustedes creen.
A los raritos que nos gusta la economía, nos gusta este musical. En mi lista de “Spotify” que se titula “Música y economía”, hay una canción de esta obra que se titula “How the money change the hands”, (traducido, “cómo el dinero cambia de manos”).
Si, ya sé, han unido ustedes prostíbulo, corruptos y dinero, es que no descansan nunca, oigan.
Ahora si les digo que “Tenderloin” era conocido como “el barrio rojo” ya se me excitarán del todo. No; como ustedes saben, Manhattan fue fundada por holandeses y lo de “barrio rojo”: es por Ámsterdam, no por política.
Para los economistas, la circulación del dinero es muy importante, apunta a riesgos de aumento de precios, pero también a bienestar personal y global. Es decir, pero lo digo sin que tenga nada que ver con la realidad, por ejemplo, que la circulación del dinero es buena para que no gobierne la derecha. Ya me han entendido.
La canción tiene un estribillo recurrente: “Nada cambia más rápido que un hombre cuando el dinero cambia de manos”. Las chicas de “Tenderloin” y el portero del prostíbulo lo saben mejor que nadie. Por favor, no, no es lo que ustedes están pensando.
Esas cosas solo pasan en Estados Unidos y en 1890, época que sitúa el musical, y nosotros vivimos en la más moderna modernidad.
No hay políticos haciendo negocios en prostíbulos, eso es un bulo. Bulos de seudomedios son lo que ustedes escuchan: el enamorado (o exenamorado según algunos rumores, que si los citamos es porqué son de fuentes habitualmente precisas) nunca nos mentiría.
Yo solo quiero hablar mal de Trump o del gobierno de Israel o de la OTAN. Más que nada para que no cierren el blog los amigos de Bolaños.
No, no hablo de lo que ustedes creen. Me he acordado del musical, simplemente porque una vez al mes hablo de economía, aunque ustedes no se dan cuenta. Y una rápida circulación del dinero, generalmente se considera positiva para la economía.
Indica que el dinero se utiliza activamente para transacciones, impulsando el crecimiento económico y la creación de empleo en todos los sectores: desde las gambas a los prostíbulos, desde el inmobiliario a las carreteras, desde los viajes a Dominicana a los másteres universitarios impropios y cosa así.
¿Por qué son ustedes tan desagradecidos y no reconocen que los que impulsan la circulación del dinero, ante la lentitud de los contratistas públicos, nos hacen un favor?
Si, ya sé que la ironía no se entiende, pero seguro que esta la han pillado.
Estimados y estimadas lectores, busquen la canción o escúchenla aquí, el caso es que hemos pasado de años de gris a años de esperanza, luego a años de plomo y ahora nos tocan años de porquería.
Por qué no disfrutarlos: ya que no llega el dinero a nuestras manos, hagamos como hace doscientos años decía Johan Strauss: “Vino, canciones y mujeres”, hombres también, por supuesto. Ustedes disfruten hoy.
Él, el exenamorado, tras recibir a Illa, qué maravilla, y ver en las televisiones a policías entrando en la sede del partido, buscando correos y lo que por allí hubiere, está de nuevo reflexionando, canten y recen, nunca se sabe.
La reflexión parece haberse extendido por el socialismo realmente existente. Lloran mucho, pero escuchan poca música y a poca gente. Una reflexión que nos deja a todos y todas pendientes permanentemente del susto diario y el déficit democrático. Pero siendo viernes, no es tiempo de preocuparse sino de cantar y rezar.
Como no soy de oraciones, me iré a tomar un vinito de viernes a su salud. Le pondré la canción a mi tabernero, que siendo listo sabe inglés. Les confesaré mi temor: igual se me anima con la circulación y se me queda la pasta de las vueltas de mi libación. Me ha confesado que, en su juventud, fue portero de discoteca.
En fin, “Cómo el dinero cambia de manos”, 1960, canta Eileen Rodgers. Tengan buen día se lo merecen.