Les confieso a ustedes y me lo confieso a mí mismo: no me siento un “eurofán”, una condición que adquirí en familia en el 68, cuando soñaba con los “twelve points” y que ha acabo convirtiéndose en apuestas sobre si España superará el puesto 16.
La cosa no solo se trata de la canción española. O de las viejas fábricas de música pop como Francia, Reino Unido, Portugal o Italia. Se trata de puestas en escena inverosímiles, que no hay ojo humano capaz de seguirlas, de letras absurdas, de escenografías imposibles. De cantantes a los que te gustaría gritar “vocaliza, coño, vocaliza” y todo lo demás.
Ya no es “pop”: es tan absurdo todo que echas de menos a los vikingos desnudos, a los lobos bananeros, a las abuelas rusas y todo lo demás. He visto y comprobado la calidad de la música europea en dos inauditas semifinales.
Ayer, entendí, que una señora de Malta no puede decir “kant”, que en su idioma significa “cantando”, porque suena igual que “cunt” (coño) en inglés.
La UER, organizadora, es muy fina con la corrección política, aunque Israel está. Hay quien opina que es por cobardía. Otros, señalan el patrocinio del evento por parte de Moroccanoil, que a pesar de su nombre es israelí. Es un problema, sencillamente, político, que defienden el statu quo en el mejor de los casos o, en el peor, la propaganda estatal.
Pero hay otras cuestiones que están arruinando el festival. Desde invasiones de gorilas en el escenario hasta novedosas máquinas de mantequilla polacas, este espectáculo siempre ha sido un paraíso para la locura. Pero cada año se vuelve más imposible y YouTube y TikTok tienen la culpa.
Eurovisión era un momento para reunirse frente al televisor y disfrutar de gente de todo tipo bailando, gorilas invadiendo el escenario y gente inhalando helio de un globo a mitad de canción para mostrar que, en realidad, no sabe cantar.
Pero participar en Eurovisión ahora parece formar parte de una agotadora fábrica de contenido en redes sociales. Y así le va a la música.
Entre los temas más destacados que he visto este año se encuentran Katarsis de Lituania, con una canción de rock alternativo Tavo Akys, y una versión georgiana de una canción holandesa. También hemos disfrutado de una canción griega con un perro y una versión oscura de la canción de Laura Thorn para Luxemburgo. Eso sí, apunten que tenemos una propuesta ucraniana, geoestratégicamente correcta y adecuada para el voto “antiputin”.
Votar en Eurovisión no es tan secreto como un cónclave papal, y el éxito en redes sociales, sin duda, marca la diferencia. La larga campaña previa al concurso puede influir en la opinión pública y en el jurado para que converjan en artistas populares, convirtiendo el resultado en una profecía autocumplida.
La cantidad de visualizaciones en YouTube que acumula una canción también afecta sus probabilidades de apuestas. Actualmente, el equipo sueco KAJ lidera ambos con Bara Bada Bastu. Los productores que determinan el orden de la final difícilmente relegarán a un favorito de la afición y las casas de apuestas a un puesto desfavorable en la noche, como es sabido
Sin embargo, el entorno moderno parece haber impulsado a muchos países a presentar canciones y artistas con un perfil estable. Eslovenia, Francia, Suiza, Israel y Países Bajos han optado por baladas básicas de Eurovisión. Y existe una proliferación de europop electrónico que busca convertirse en himnos de discoteca. Este año Alemania, España, Irlanda, Dinamarca, Chipre y Bélgica han presentado propuestas tan similares que el peor DJ del mundo podría mezclarlas a la perfección.
Incluso la canción de Austria (un emotivo tema operístico) se esfuerza por terminar de una manera que pueda cronometrarse perfectamente para que funcione ante una multitud en un rave, viendo el amanecer en Ibiza.
Con la llegada del “streaming”, cada vez hay menos momentos televisivos de eventos en directo y, salvo en el caso de los deportes, son escasos, sobre todo si se trata de un evento que toda Europa ve al mismo tiempo.
Hay grandes cosas que nos inspirarán sin duda: kant, suena a coño; hay baile de piernas flexionadas en “Espresso Machiato” que ha molestado a los italianos. Australia ha enviado una insinuación sexual disfrazada de canción, con un video oficial grabado principalmente a la altura de la entrepierna, por si no habían captado la referencia. Hay una canción Go-Jo que, definitivamente, es 100% exclusivamente sobre productos lácteos.
En 2025, como siempre, no hay fracasos absolutos, pero igualmente, varios artistas de otros años deben pensar que ellos lo hicieron mejor y, probablemente, tienen razón. ¿De música me preguntan ustedes? Eurovisión, si alguna vez fue de eso, ya no.
Pero siempre hay margen para el optimismo. En cualquier circunstancia, España pensó en un puesto entre los cinco primeros, pero no tenemos capital geoestratégico suficiente. Tampoco importa mucho, qué fue de la música. Mientras voy dimitiendo de “eurofan”, susurro: Sobral, vuelve.