La estirpe del tramposo

Lo de los wp del hombre sentado en Moncloa no resulta sorprendente y más epatantes son los que están por salir. No es sólo el talante despreciativo y altanero de Sánchez; ni su tono sobrado o sus comentarios barriobajeros revestidos de aristócrata desprecio (“tienen mentalidad de pobre”, dice el pijo de cole privado en el Paseo de la Habana). Es el hecho mismo de que un tipejo sin moral, tramposo por estirpe —ya su padre hacía trampas, ya hablé de esto años atrás— y sin alma haya llegado a la más alta representación del Estado.

El presidente, que nunca ha ganado una elección, ha conseguido ser presidente dos veces consecutivas mediante el engaño y la venta a pérdida del Estado. Como buen mentiroso sin escrúpulos, a muchos ya los ha convencido de que sus infidencias, felonías y traiciones son sólo cambios de opinión. Y cuando los socialistas de verdad le dicen que pactar con la ultraderecha xenófoba catalana o acordar los PGE con los cómplices de quienes asesinaron a doce socialistas solamente por serlo es inaceptable, él, dios con pies de barro, se limita a soltar exabruptos con displicencia: son hipócritas (le dijo la sartén al cazo), es un petardo, es un impresentable, es una pájara o, de Pablo Iglesias, es un estulto.

Yo admito que estoy disfrutando: empiezo a ver su caída que tal vez no se produzca con este embate, pero es otro golpe más en la piel de Minotauro. Antaño, ya se la ha soplado bien que su mujer esté incursa en varios procesos judiciales por falsaria, manilarga y traficante de influencias, o que su hermano esté procesado por tramposo y enchufado en un cargo público cuya sede laboral desconoce, o que su fiscal general de bolsillo sea un corrupto (presuntos todos, eh, que no se me olvide el presuntos aunque no se lo crea ni el Tato) o que haya regalado del dinero de los contribuyentes 83.000 millones de euros (para ponerlo en contexto: el 25% del PIB de un país como Colombia) a los golpistas catalanes.

Con su cara de cemento armado, su capacidad amoral de no tener conciencia ni palabra, lleva años malvendiendo las instituciones: ha convertido el Tribunal Constitucional en un lupanar de casación cuya madame es Conde Pumpido, RTVE en un burdel a la medida de Patiño y Belén Esteban, el CIS en una casa de lenocinio comandada por un émulo de baratillo de Goebbels y las mil empresas públicas o semipúblicas en las que ha puesto sus zarpas de Minotauro: REE, EFE, Paradores, AENA, Redalia, ADIF… Por cierto, Paradores, auténtica casa de putas del PSOE, estuvo dirigida durante su máximo esplendor por Óscar López, el tío que confunde un trimestre de Orgasmus con un curso de doctorado, y ni siquiera está licenciado.

Como el Minotauro, la rabia de Sánchez, su resquemor y su resentimiento social sólo se curan comiendo carne humana. Hasta ahora ha devorado a miles, propios y ajenos. Ahí están Paz Esteban, Manuel Sánchez Corbí, Diego Pérez de los Cobos, Tomás Gómez, Susana Díaz la bienjodida, Javier Fernández, González Laya, Elena Valenciano, Iván Redondo… la lista es inacabable.

Por supuesto, como buen sátrapa inmoral y tramposo, tiene acojonados a los más cercanos (Grande-Marlaska se acaba de tragar un sapo de 15 millones de balas israelíes porque el gran dios de barro le ha dicho que el error del horrror se lo chupa él o deja de ser ministro) y tiene esbirros de toda laya lamiéndole las botas y haciéndole el trabajo sucio. Entre ellos, claro, la nebulosa de periodistas paniaguados que no puedo nombrar por consejo de mi abogado y de mi amigo Manuel Ángel Menéndez, maestro de periodistas, pero que son fáciles de encontrar: desde un tal Chema el chivito que lo cobra bien y jugoso hasta una tal Angélica que va de cargazo en cargazo sin hacer otra cosa que comportarse como la kappo Ilse Lothe en quien la ideología era secundaria, lo principal era ejecutar las órdenes del loco del bigotito.

Pero ya está cayendo, empieza a coger velocidad y cada vez hay menos gente que lo soporte incluso por TV. Produce vergüenza ajena verlo y hasta los suyos —menos chemita el sobresueldos y la ignorante Sarah Santolalla— saben que no puede salir de Moncloa ni para asistir al entierro del Papa porque allí donde vaya estarán los ciudadanos para darle cera de la buena.

Bien, pues es el momento. Un buen bocata de calamares, una cervecita helada y me siento en la puerta a ver pasar los restos agonizantes del mayor inmoral del siglo XXI. Tardará más o menos, pero acabará pasando y serán los suyos quienes pongan el último clavo del ataúd. Sic transit gloria mundi y chao pescao.

 

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