El gobierno de paja

Cuando Pedro Sánchez llegó al gobierno, viendo la tibia defensa que Rajoy hizo de su cargo y de su gestión, pensé que podía tratarse de un pacto entre las dos principales formaciones políticas, PP y PSOE, con el fin de consolidar el bipartidismo y evolucionar hacia nuevos escenarios políticos, por ejemplo, una federación seria en la que todas las regiones fueran iguales y el control sobre Éstas fuera el propio de un estado federal, acabando para siempre con el monstruo híbrido de las autonomías.

Hoy, tras los primeros cien días del nuevo gobierno y conociendo ya la incompetencia intelectual de Sánchez y su corte (léase Sánchez, sus ministros, sus secretarios y subsecretarios de Estado) puedo asegurar que son un gobierno de paja ideado por un enemigo natural de Europa y por ende de España, el marxismo, en sus facciones podemitas y separatistas.

Pero no crean que me refiero a Puigdemón, Torra, Otegi, Pablo Iglesias o Sánchez. No, evidentemente, detrás de estos hay una cabeza bien amueblada que lo dirige todo, PutIn, cuya marca blanca, Irán, dirige la facción española de los antisistema europeos, Podemos, que a su vez intenta crear en lo que quede de España, tras la separación del País Vasco y Cataluña -los dos polos más sobresalientes de nuestra economía gracias a la errática política económica de los últimos 300 años- una república bolivariana al más puro estilo venezolano, en el corazón de Europa -miren que casualidad: Irán, Venezuela y Rusia, controlan más del 60 % de las reservas de petróleo en el mundo-.

(Ya saben por qué la izquierda proscribe las centrales nucleares que no necesitan ni un gramo de combustible fósil para funcionar).

Lo intentaron en Grecia con el apoyo económico a Syriza, partido homónimo de Podemos, cuyo corralito quebró al país en 150 días frustrando sus planes. Aunque hay que reconocer que Rusia sí consiguió parte de sus objetivos, pues hoy sus oligarcas son dueños de los cuatro grandes clubs de futbol del país heleno que actúan al margen del gobierno.

Putin, que es verdaderamente la mano que mece la cuna iraní y venezolana, también está detrás del separatismo catalán por dos razones: primero, como venganza por el apoyo de la Unión Europea a Kosovo, algo que no va a olvidar fácilmente, y segundo, porque de surgir la república catalana fuera de la Unión Europea, él y solo él, controlaría una región que posee el 20% de la riqueza española, lo cual dejaría como residuo una España empobrecida, un lastre muy peligroso para Europa que con la coyuntura económica actual quizá tendría que abandonarnos, aunque esa decisión abriría escenarios geopolíticos muy peligrosos porque nos convertiría en la joya de la corona de la guerra fría que ya vivimos.

Cuando nuestros separatistas dicen que Europa no los dejará nunca, llevan parte de razón. No porque sean lo mejor de Europa o hayan nacido con una flor en el culo como sus líderes predican; eso sólo se lo creen cuatro alienados. La razón verdadera es que la Unión Europea no puede permitirse en lo más profundo de su seno dos repúblicas rusas -que es el futuro de Cataluña y País Vasco si siguen con las tonterías-, la pérdida de muchos millones de euros invertidos en su desarrollo y la reconstrucción económica de lo que quede de España.

El que suscribe ya ha rememorado muchas veces la IIª República, y en esta ocasión lo va a volver a hacer. Miren ustedes. Esto que acabo de describir ya ocurrió durante ese ominoso periodo de tiempo, ominoso no por república, sino porque Rusia, en aquellos tiempos en manos de Stalin, sabiendo de la debilidad a la que nos sometían nuestra izquierda y nuestro cantonalismo -entonces se llamaba así al separatismo-, intentó hacerse con España -constituir una República Soviética en el sur de Europa es un logro al que no van a renunciar fácilmente-.

De hecho, tras la II Guerra Mundial, en 1949, no conformes con lo tratado en Yalta, actuaron de esta forma en Checoslovaquia, y ésta, aun habiendo recibido fondos del Plan Marshall, tuvo su revolución bolchevique y acabó anexionada a la URSS.

Pero ese bocado no era comparable al de España, cuya situación estratégica en el mediterráneo, cerca de África, al otro lado de Europa y abierta al Atlántico, sí era un verdadero manjar. Por ello, a mediados de los 50, cuando el régimen franquista empezó a abrirse al mundo con la ayuda de los Estados Unidos; con la excusa de la devolución de los “niños de la guerra” y los presos de la Legión Azul, un ejército soviético en las sombras invadió España y solo unos años después, entre el 56 y el 59, resurgieron los movimientos separatistas catalanes y vascos.

En Cataluña, concretamente en Barcelona, durante el invierno del 57, se produjo una intensa revuelta ciudadana, un fenómeno inédito desde la Guerra Civil, masivo, estable y organizado, que dio origen a un violentísimo movimiento universitario que tuvo su reflejo en otras universidades de España y en un crecimiento de grupos marxistas, socialistas y anarquistas.

En el País Vasco nació ETA, una organización terrorista que se autoproclamó independentista, abertzale, socialista y revolucionaria, y que durante más de sesenta años de historia ha asesinado a casi 1.000 personas.

Así las cosas llegamos a 2017, en el que se conjura una distribución de parlamentarios muy equitativa, pero que por muy poco margen da la mayoría a los separatistas, a los antisistema, a los terroristas y a un PSOE dirigido por el ser más incompetente que Europa, incluida España, haya conocido jamás, Pedro Sánchez. Un inepto que ajeno a todo lo anterior, movido solo por el afán de tener coche, avión y vivienda oficial, ha traicionado a su propio partido ofreciéndose a ser el hombre de paja de todos los enemigos históricos de esta parte del mundo que se extiende entre el Mediterráneo, el Atlántico, los Cárpatos y el Báltico.

 

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