Fascismo ignorante dentro de la Policía

Este cartel en la comisaria de Benidorm ha corrido como la pólvora por las redes sociales.

Este cartel en la comisaria de Benidorm ha corrido como la pólvora por las redes sociales.

En la secretaría de la comisaría de Policía de Benidorm lleva meses un cartel, cubriendo la parte superior de un calendario de pared, en el que con una fotografía de Julio Iglesias vierte insultos sobre Pablo Iglesias, líder de Podemos. Podría decirse que es un caso de fascismo policial.

En mis 35 años de policía he visto y me han llegado denuncias de distintos elementos colocados en dependencias oficiales o taquillas de la Policía y la Guardia Civil: carteles, efigies, lotería, imágenes del dictador Francisco Franco; carteles contra políticos de izquierda del PSOE (que pronto desaparecieron tras comprobar los fascistas que no les afectaba en su trabajo diario), de IU (pocos, porque su capacidad de tener poder para cambiar las cosas nunca ha sido real) y ahora de la nueva bestia negra de los fascistas y franquistas, Pablo Iglesias, que a algunos nos recuerda el odio que profesaban en la transición por Santiago Carrillo y Adolfo Suárez.

En una dependencia oficial de una policía democrática de la Unión Europea es inconcebible exhibir durante meses un cartel con insultos contra un político en la secretaría de la dependencia, por donde pasan todos los policías de la misma para cualquier gestión. Si existe en una comisaría de España es porque estamos más cerca de una monarquía o dictadura bananera que de un cuerpo profesional con policías que saben cuál es su función. Es una evidencia de la podredumbre y falta de cumplimiento de los principios básicos de actuación que nos impone la ley que regula esos comportamientos.

También sería bananero colocar un cartel de Rajoy

Sería igual de bananero si gobernando Podemos o el PSOE se colocara el mismo cartel de Rajoy. Otra cosa es que en los tablones sindicales cada organización pueda colocar el cartel que quiera, contra el político o miembro del Gobierno que quiera, con el único límite a la libertad de expresión del derecho al honor que impone la ley.

Este cartel en la secretaría de la comisaría supone que es la institución policial la que está faltando gravemente a los principios básicos de actuación de la ley y por lo tanto es una conducta que debe ser reprimida aplicando el régimen disciplinario. Si el secretario o el comisario quieren ese cartel que se lo lleven a su casa o que se paseen con él por la calle en cualquier manifestación vestidos de civil y a título personal, que nadie les negará ese derecho. Colocarlo en la secretaria de una comisaría de policía demuestra hasta qué extremo algunos mandos y muchos policías que no lo han denunciado han perdido el norte en esta Policía.

El fascismo ignorante no es solo una enfermedad

Y lo que confirma que el fascismo ignorante no es solo una enfermedad grave en el Cuerpo (y en otros Cuerpos de policía, locales, autonómicas y Guardia Civil, y a estos efectos el independentismo de algunos policías autonómicos es igualmente fascismo), es que debatiendo el asunto por twitter hay personas presuntamente bien formadas que te hablan de que quiten el busto del Rey, o que se critique a la policía por responsables políticos como justificación equiparable a colocar un cartel con insultos a un dirigente político en una comisaría de policía.

Hay personas de ideas de extrema derecha, de pensamiento fascista, falangista, franquista, conservadores, liberales, del PP… con un nivel de sentido común que les hace comprender a la primera que ni ese ni ningún otro cartel contra un político se puede permitir en una comisaría. Pero los fascistas por ignorancia no lo saben o no quieren saberlo, y se entra con ellos en un diálogo de besugos que en un medio con 140 caracteres es imposible de concretar o llevar a buen puerto.

Necesitarían unas cuantas horas de explicación básica elemental para que aprendieran la diferencia entre lo público y lo privado, el significado de lo uno y lo otro y las razones por las que en democracias occidentales esto mismo provocaría el cese o dimisión de algún mando y hasta podría llegar a algún político. Lo público es de toda la ciudadanía y nadie puede usarlo para defender o informar de sus ideas o pretensiones personales.

Esta polémica me afianza en la idea de que hay muchas cosas que cambiar en la Policía y en la sociedad, y que si en Interior los cambios fueron avances en policías mejor formados y con mejores procedimientos de actuación para respetar los derechos civiles de la ciudadanía entre 1980 y 1992, a partir de dicha fecha y de la aprobación de la ley de protección de la seguridad ciudadana 1/92 o «Ley Corcuera», que se hizo famosa por la «patada en la puerta» que fue derogada por el Tribunal Constitucional, no hemos dejado de retroceder, y la guinda la ha puesto la «ley Mordaza», que espero sea de las primeras que cambie un nuevo gobierno.

En 1980 había que ocultar El País en las comisarías

En abril de 1980 me incorporé, tras los 3 meses de academia en Badajoz, a mi destino en la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol.

El primer día entré de servicio en la puerta principal, donde había un policía a la entrada de pie y otro en una mesa ubicada subidas las escaleras, a la izquierda, que se iban relevando cada rato, y un cabo que en la mesa controlaba que las cosas se hicieran bien.

Llegué con el diario El País que dejé sobre la mesa, el cabo se ausentó un momento (supongo que para avisar que había llegado un policía loco con ese diario) y a los pocos minutos apareció el sargento para decirme que ese periódico no podía estar allí, que debía tenerlo oculto bajo un cartapacio que había sobre la mesa. Le pregunté por qué había allí dos o tres ejemplares del diario El Alcázar a la vista de todas las personas que entraban y salían (diario que cada día llamaba a los militares a dar un golpe de Estado y acabar con la democracia), y me dijo que ese era el diario de la casa, junto al ABC, que los enviaban cada mañana gratis y los que lleváramos cada uno debían ser leídos en privado.

Esa misma tarde ya hice minuta diciendo que se estaba torturando a un detenido al que me habían encargado custodiar y al día siguiente el teniente Gil me hizo llamar a las 7 de la mañana desde su despacho y de uniforme (llegaba sobre las 10 y rara vez se lo ponía) con el Código de Justicia Militar sobre la mesa para decirme que todavía podían echarme con pocos trámites, que hiciera honor al uniforme y fuera un buen profesional digno de España.

Interviú, otra las bestias negras de la policía franquista

Unos días después llegué con Interviú -eran 24 horas de servicio y se hacían largas- y me dijo el cabo «chivato» (que era especialmente celoso en controlar lo que yo hacía) que allí no se podía llevar una revista de «pornografía y terrorista». Esa fue su expresión y además él estaba convencido de que lo era.

Permitir torturas y leer El Alcázar era el modelo de aquella policía que pretendían mantener como si fuera democrática. Seguro que si no me expulsaron (después de superar varios arrestos en la academia de Badajoz por hechos tan graves como por ejemplo no ir a misa) fue porque era 1980, ETA había matado mucho en 1979 y siguió matando, y más, ese año, y había muy pocos candidatos a ingresar en la Policía.

Avanzar hacia una policía más democrática y decente

Durante muchos años muchos policías demócratas (de derechas la mayoría y de izquierdas los menos porque somos muy minoritarios en estos Cuerpos) ganamos muchas batallas contra ese modelo de policía y conseguimos avanzar hacia una policía más democrática y decente, respetuosa de los derechos humanos y con una presión intensa interna y externa para modificar prácticas de conducta de la dictadura impropias en democracia.

Pero a pesar de esas batallas ganadas estamos perdiendo la guerra, porque desde 1992 todo lo que hay son retrocesos hacia una policía más «dura», centrada en la estadística y dejando al ciudadano y sus derechos como un elemento tangencial y no como el centro de nuestra actividad.

A veces el sindicalismo debe medirse no por los avances que consigue sino por los retrocesos que impide, y esa es la situación vivida durante muchos años, de permanente pulso y firmeza ante la administración y doy fe que mucha gente, policías demócratas (votantes de PP, PSOE e IU) se dejaron la piel para que la policía fuera mejor y prestará el servicio de calidad que demanda la ciudadanía, mientras los responsables políticos y algunos mandos policiales (la mayoría) siempre han estado presionando para restar fuerza y capacidad de influir a los sindicatos en el rumbo de la Policía.

Tentaciones militaristas, prepotencia de los municipales

Tras unos años en esta dinámica antes señalada de retroceso que se inició en 1992 con el PSOE y Corcuera como ministro de Interior, el paso siguiente nos llevó a las tentaciones militaristas, con procesos de selección y formación donde el perfil buscado ha llevado a aprobar hoy policías con poco más de un punto en el examen, que superaron por ser personas con una determinada visión del orden y la obediencia, de la disciplina por encima de la ley, casi trasladando aquí la máxima de la Guardia Civil que repiten muchos de sus mandos sobre la obediencia y disciplina ciega, nombrando policías a personas que bostezaban en las clases de deontología profesional y acudían corriendo a los técnicas operativas, atracos, inmovilización, detención, etc., jóvenes que dicen ser «vocacionales», de los que se sentirían frustrados si no consiguen ser policías y que seguramente han visto muchas películas de policías americanos que nada tienen que ver con la realidad de este país.

Por cierto, en las policías locales, por aquello del complejo de ser «menos policía» que la nacional, se han inculcado técnicas de intervención y relación con la ciudadanía que no se dan ni en la más obtusa dictadura, con un trato al ciudadano de desprecio y con una prepotencia y soberbia que debería suponer también el mismo reciclaje en técnicas de habilidades sociales cuando se actúa de uniforme y con arma, para infundir confianza en vez de miedo, impotencia y rabia. Procesos selectivos que han sido idénticos con el PP que con el PSOE tanto para policía nacional, guardia civil y policías locales, y creo que en las policías autonómicas han mejorado poco o nada estas enseñanzas.

Adoctrinamiento religioso para malos policías

En los últimos años estamos asistiendo a una nueva fase que es de militarización y doctrina religiosa para completar el circulo de una policía militarizada, con recortes de derechos, más jerarquizada, ideologizada, con sindicatos menos reivindicativos en la práctica (en la teoría alguno parece estar en permanente estado de conflicto y es pura impostura), y nos han hecho una ley de Personal y una ley de seguridad ciudadana no ya sin que digan nada los sindicatos sino con su beneplácito. (Cuando la de 1992 que hizo el PSOE algún sindicato se opuso con ruedas de prensa por toda España, manifiesto y duras críticas en las que participé a conciencia).

Esta «ley Mordaza» es peor que la de 1992 y es darle patente de corso a esos malos policías que identifican injustificada y masivamente, que levantan actas a un parado con familia por llevar una navaja pequeña entre un manojo de espárragos recién recogidos, o a cuatro chavales por una «china» de hachís que están fumando en un parque aunque haya de partirse porque cuatro actas suman más que una.

Corporativismo rancio y peligroso, por criminal

Son malos policías a los que nadie controla y que, paradójicamente, siendo minoría han impuesto su corporativismo rancio y peligroso, por criminal, a todos los demás miembros del Cuerpo que son mayoría.

Denunciar a un compañero porque añade efectos que no se han robado por un joven en un supermercado para que pase de los 28€ realmente sustraídos a 420€ y apuntarse un acta de detenido por delito y no un identificado por hurto no se hace porque el policía denunciante pasa a ser un traidor, un mal compañero en este corporativismo casposo y delincuente que impera hoy, cuando procedería la detención inmediata del delincuente policial y su puesta a disposición judicial porque él sí es un traidor a su uniforme y a los principios básicos de actuación que exigen oponerse a cualquier acto de corrupción, y el corrupto merece el desprecio de los buenos profesionales y ser expulsado de la Policía por fabricar pruebas falsas contra un ciudadano. Cuando esto no se hace y se mira a otro lado es porque la Policía también tiene mucho que cambiar.

Los libros policiales no son revisados por los jueces

Con la ley 1/92 se garantizó por el PSOE en los debates parlamentarios y se introdujo en la ley que existiría un libro en las dependencias policiales que cada dos meses sería remitido al Ministerio Fiscal para garantizar la legalidad y adecuada interpretación de la ley 1/92 en cuanto a las personas detenidas trasladas a comisaría para ser identificadas.

Han pasado 23 años, la ley se ha cambiado y ni una sola vez de las 138 veces que fija la ley 1/92 ( seis veces al año por 23 años) los libros han sido revisados por ninguna autoridad. Ese es el ejemplo del control que se va a ejercer desde Interior para que no haya abusos de los malos policías contra la ciudadanía, esos que enseguida se destacaran por imponer multas como si les hubiesen tocado todos los malapatas del barrio faltándoles al respeto cuando el malapata es quien lleva el uniforme sin estar capacitado para ello.

Se perdona a quien lleva años robando millones si es de tu partido

Y en este debate sobre el cartel de la comisaría de Benidorm lo que se constata es que el nivel mínimo de exigencia sobre los comportamientos en democracia de las instituciones, la Policía y los políticos que son normales en cualquier otro país en España brillan por su ausencia, y se perdona a quien lleva años robando millones de todos si es de tu ideología o partido mientras se condena al contrario por la más nimia cuestión.

No hay cultura democrática ni espíritu crítico, siempre subordinado a la visión sectaria del partido o la ideología.

Durante muchos años expuse en un sindicato que no era cuestión de ideología sino de decentes contra corruptos, de buenos contra malos policías y que la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la Asamblea General de la ONU de 1948 lo fue con los votos progresistas y conservadores, y se trasladó a la Constitución de 1978 con votos de unos y otros y a los principios básicos de actuación de la ley 2/86, también.

No cabe más que pensar en una perversión ideología y sectaria el que se considere que defender esos derechos en la Policía tiene una etiqueta política de izquierda, salvo si los que lo hacen están en la extrema derecha con la ignorancia de creer que su idea política es el centro derecha. Eso nos conduce al fascismo ignorante.

Se deben impedir las prácticas corruptas en la Policía

Espero que tras las próximas elecciones generales el PP salga del Gobierno para que bajen los niveles de corrupción y que el partido/partidos que entren establezcan mecanismos que impidan que las mismas prácticas corruptas se vuelvan a repetir, que en la Policía se establezca un proceso educativo de la función policial con respeto a los derechos humanos, que las identificaciones masivas y el principio de máxima intervención sobre las personas se cambie por el de mínima intervención, acabando con las identificaciones a jóvenes (el 80%) a los que se cachea e incauta una «china» de hachís para levantar acta y multar, y a veces a varios a la vez que están sentados en un parque o en una plaza; ¿aporta eso beneficio a la ciudadanía o la seguridad?

Y una duda freudiana que nadie me ha sabido contestar: no se puede consumir en la vía pública pero sí en el domicilio; luego, cuando se cachea a alguien que no está fumando y lleva una dosis de hachís para consumir en su domicilio, ¿por qué se le interviene? ¿Cómo supone el legislador que llega la droga a la casa del que la consume? Diez países tienen ya regulado este asunto y haría bien un gobierno futuro en regularlo.

Es posible hacer las cosas mejor por el interés general y arrumbar los intereses personales de gente poderosa de la política, la policía y otros estamentos a los que no les ha ido mal en este estado de cosas y tienen resuelto su futuro y el de sus familiares, enriquecidos y bien colocados en las instituciones o empresas con las que han hecho negocios mientras se robaban viviendas y derechos a la mayoría de la gente. El fascismo ignorante, en el que habitan muchos ciudadanos/as de buena fe puede ser derrotado con acción política, pedagogía, predicando con el ejemplo y votando. No hay otra salida.

 

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