La guillotina aplicada a la cabeza de Antonio Miguel Carmona por la nueva lideresa del PSM, Sara Hernández, fue ordenada por la dirección federal. Anteriormente rodó de la misma manera la cabeza de Tomás Gómez, amigo de Carmona y viceversa, por igual orden de Pedro Sánchez, a quien dentro del PSOE se le aprecia un cierto paralelismo con Robespierre (¿final incluido?).
Pero lo cierto es que Carmona se lo estaba buscando. No le han perdonado las lecciones que le dio al podemita Pablo Iglesias en la televisión, y no le perdonan que se haya convertido en el Pepito Grillo del equipo que envuelve a Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid. Algún socialista impaciente ha creído que Carmona es un hándicap para lograr un acuerdo de gobierno con Iglesias tras las elecciones generales, lo que ha hecho que cunda el pánico en la madrileña calle de Ferraz. La cabeza de Carmona sería así una simple moneda de cambio.
Pero para explicar bien esa falta de sintonía entre el descabezado socialista y el poder podemita en Madrid baste recordar esta escena de junio de 2014 que no tiene desperdicio y explica algunas cosas. Atentos al minuto 2:24 del vídeo: «Ahora que sido expulsado del PSOE por Podemos…». Ciertamente, premonitorio.