La gran bronca (1): Puigdemont nos indulta

El fugado se ha concedido la amnistía y generosamente ha indultado a la izquierda de verdad verdadera, a los constitucionalistas que les den, que son fachas como todo el mundo sabe. Eso sí, no ha concedido la amnistía a Sánchez porque no solo él no olvida, sino que anuncia la repetición de la cosa.

Como ustedes saben el cronista no es partidario del asunto. Expondré razones luego, pero lo más grave es que las leyes de amnistía, recuérdese la aprobada en 1978, se producen en ausencia de estados de derecho y con presos políticos.

Decir que no había, el 1-0 afamado, estado de derecho en España es una broma pesada y asegurar la existencia de presos políticos en Catalunya, un desprecio a quienes, de verdad, fueron presos políticos. No es menos insultante que esta amnistía no sea, como fue la del 78, una ley de punto final, por todos respetada, excepto por ETA.

Policías, jueces y políticos serán sometidos a escrutinio e investigaciones parlamentarias, de la que se deducirán alguna que otra responsabilidad política. Llanera, Castellón y Marchena encabezan una larga lista a la que se sumarán los, por Sánchez denominados, piolines. El “lawfare” es lo que tiene.

Pero no sÓlo es que estos de la amnistía quieran repetir su delito. Es que otros conmilitones, ahora sorprendentemente progresistas, se apuntan a ser ya nación, repitiendo lo que se negó a Ibarretxe.

Comprenderán ustedes que una Constitución española no merece ser defendida, procediendo como procede de los decretos de nueva planta por Felipe V adoptados a principio del siglo XVIII. Afirmo, de paso, que como aragonés reclamo no solo el mismo trato ante el mismo rey, sino mayor antigüedad, fue el Austria Felipe II quien colgó al Justicia de Aragón vulnerando históricos fueros. Aragón no rebles.

Agradezcamos pues al fugado su generosidad negociadora. Al fin y al cabo, Pedro Sánchez nos advirtió de que su cambio de opinión sobre la Constitución no era por convicción sino por resultado electoral. O sea, el comercio de siete votos nos trajo hasta aquí.

Quizá un pequeño pero habría que poner: y es que siendo las formas del comercio suaves y educadas éstas han sido opacas, humillantes y ajenas a buenos modos.

Pero sea: el negocio ha sido firmado y la inestabilidad fijada. Aquí tenemos en marcha debates sobre naciones, incluso alguno que no teníamos; sobre modalidades de referéndum, cupos por la puerta de atrás, desigualdad evidente ante la ley y troceamientos del estado.

A más de la reapertura del debate sobre las Españas realmente existentes, se suma que mismos delitos serán desigualmente tratados, mientras abrimos el reparto: de la televisión pública a la Renfe, de la Agencia Tributaria a la Seguridad Social, mientras los jueces ofrecen las sentencias a escrutinio parlamentario cuando se trata del personal político catalán y no del resto de ciudadanos y ciudadanas del país.

No son estos los argumentos de los escuadrones fascistas que molestan en Ferraz. Estos están a otra cosa. La disidencia social sobre el comercio de votos de Puigdemont, en compañía de otros, tiene su peso; por cierto desapareció aquello de la España vaciada o la agenda 2030 tan importante hasta hace dos días.

No deja de producir perplejidad que la izquierda, tras renunciar a la bandera, renuncie también a la nación. Un acierto estratégico. Que la televisión pública dedique sus noches a contar fascistas mejora su credibilidad. Tampoco hay que preocuparse mucho, no la ve nadie.

La izquierda padece de cinismo (los socios de Sánchez rodearon el Congreso e inventaron el ataque a las sedes partidarias) y la derecha constitucionalista, practica exceso de hipérbole, cosa en política sumamente peligrosa.

Territorios ambos donde construir territorios de concordia y reducción de tensión se hace imposible. No; no volveremos a los idílicos días del catalanismo colaborador, con padres de la Constitución incluidos. Más aún seremos sometidos a escrutinio de un verificador – vigilante internacional.

¿Será un escocés, el editorialista del muy progresista Financial Times, un ruso, alguno de los expertos suecos en paro, tras sus éxitos en las negociaciones palestino – israelíes o quizá un belga al que el fugado le debe algún favor? Nos divertiremos, seguro.

Hay humillaciones innecesarias. Paradójico será que para acabar con ETA negociáramos directamente y aquí se requiera un verificador internacional. Qué grandes son Fuigdemont y Sánchez, pero qué grandes.

Pero en fin, Puigdemont nos ha indultado, así que quizá algunos podrán pasear por Catalunya sin que les llamen “botifler”, otros no.

También los socialistas deben animarse. Más vale que no perdáis nunca unas elecciones, compañeros, si lo hacéis el desierto será inabarcable.

Solo siete votos han convertido a Fuigdemont en un valor y un problema. Como suele ocurrir en estos negocios, explicado está en los libros de economía, no son los firmantes los que pagan los costes de transacción sino los “shareholders” (los acompañantes y socios): o sea, los de izquierda.

No será el cronista quien se apunte a odiar a nadie: no tiene edad ni tiempo. Pero camaradas del progresismo en donde casi nadie progresa: no hace falta que me guardéis sitio en la barricada. Fuigdemont también nos ha indultado de tristes compromisos.

 

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