Esas cosas de las que usted me habla sólo las hace la extrema derecha que, naturalmente, ha contaminado al centro derecha y a quien se opone a la recta y ética dirección del país, guiado por grandes progresistas como Puigdemont, por un poner, además del socialismo realmente existente y la izquierda de verdad verdadera.
Sostuvo y afirmó Sánchez, tras su reflexión enamorada, que Humberto Eco había definido lo que es la máquina del fango. Según esta versión, la original era de Saviano, que se refería al autoritarismo para producir miedo; el fango de Eco era lo de machacar la reputación de alguien con información dañina.
Por supuesto, esto es cosa de la “fachosfera”. Sin embargo, esta mañana el ministro Oscar López, con notable sutileza, ha calificado de “güisquigate” a la maligna operación, según su opinión, en la que el jefe de gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, ha incurrido para implicar al fiscal general y liberar al novio de la presidenta.
O sea que, al parecer, la Moncloa ha decidido comprarle una máquina del fango al señor Oscar López para que combata a la malvada presidenta.
Debo decir que el señor Rodríguez (MAR) no me produce especial simpatía. Recuerdo aquella primera rueda de prensa como portavoz del Gobierno de Aznar en la que declaró que el PP había pagado las pensiones. Cosa que no sólo era una obligación, sino que el gobierno saliente le había dejado la pasta en la caja.
Pero que el caballero sea más o menos simpático y alardee de su poder, que lo hace, no justifica que el portavoz del Gobierno encargado de acabar con Ayuso se apunte a la máquina del fango.
Pertenece Óscar López a un departamento creciente. Además del ministro, ya tenemos a la encargada de acabar con Juanma Moreno y piensan en ampliar plantilla, a ver si la señora Alegría alcanza a ganar a los suyos, primero, y a Azcón, después.
Mientras le instalaban la máquina del fango a Óscar López, la Moncloa ha decidido, también, comprarse un seudomedio. Afirma la malvada judicatura –todos los jueces son malvados para el Gobierno- que El Plural le hace favores informativos al Gobierno.
En consecuencia, y sin ánimo de molestar, resulta que máquina del fango y seudomedios digitales, unido a ministro de digitalización, viene a ser “fachosfera” total.
No es un problema, porque nada es lo que parece y tanto el seudomedio como el ministro responsable de Ayuso sostienen que el fiscal general del Estado es un hombre honrado y el juez instructor y los peritos de la UCO son más del güisqui que de la justicia.
En el sumidero de porquería en el que se ha convertido la política española no es de sorprender que sólo la Moncloa tenga razón. Más aún, es peligroso no darle la razón al Gobierno. Los tiempos de “imputación, dimisión” han pasado. Ahora son días, dice el Gobierno de “lawfare”, donde la justicia conspira contra el progresismo.
Lo del “guisquigate” es un indicativo del tipo de campaña que el socialismo realmente existente ha preparado para contrarrestar a Ayuso quien, por cierto, ha contado con la colaboración del señor Lobato como suministrador de información al juez.
Dudo francamente que ese tipo de campaña sirva para confrontar con Ayuso. Quizá Óscar López necesite tiempo para conocer Madrid, pero el ruido mediático y la descalificación es precisamente el mecanismo que ha derrotado a la izquierda durante años.
Cómo el caso fiscal del novio de la señora Ayuso se ha convertido en el caso del fiscal general habla de la pericia de unos o la impericia de otros. Pero también nos dice que si la Agencia Tributaria no soltara datos como churros, las vicepresidentas de Hacienda guardaran silencio y los fiscales no recopilaran dosieres las cosas hubieran ido de otra manera.
Es incluso posible que sin la compulsiva pasión por acabar con Ayuso, antes de tiempo, su novio hubiera acabado siendo el centro del asunto y el Gobierno pudiera salvar el tono rojizo que, de momento, alienta sus mejillas.
La Moncloa y sus encargados persisten en atribuir a los intereses de la extrema derecha contaminante de todas las derechas, los jueces y las redes sociales un discurso descalificador de Sánchez y su entorno. Poner a un tipo, de modelo “goriláceo” que tanto se lleva ahora, a inventar ingeniosas expresiones sobre el guisqui y su bebedor favorito no parece una estrategia política muy de contenidos.
Pero cuando se compra la máquina del fango, las cosas no son como debieran. Nunca se sabe ni como empiezan ni como acaban.