La pasión según Trump (1): la cena de los amigotes

«¡Maldita sea, ilegales! Están destruyendo este país»

Un predicador le ha dicho a Trump que una cena cambió la historia. Y Trump ha dicho que se pide una, por si acaso es verdad, y además se pide naturalmente ser el hijo de un dios, no sea que venga un chino y se haga un duplicado. Quizá usted no puede imaginar a Trump en la pasión de su pueblo. Se equivoca: sería un excelente jefe de cofradía.

Nadie con su autoridad para gritar “¡Al cielo con ella!”. A su grito, unas decenas de descamisados en los bajos ocultos de una peana, probablemente emigrantes españoles, eso sí, levantarán las toneladas que pesan la peana, los varales y el pedazo de obra de arte que han colocado encima para que conmemore la pasión del hijo de un dios que no es Él. Intolerable.

Hagan inventario: siempre tiene personal disponible para ponerse un capirote, tiene un tipo dispuesto a hacer el saludo “fascio” de soldado romano (Musk), un montón de amigos dispuestos a matar en nombre del “Sanedrín”, dispone también de burro, tipo secretario de comercio, por si hace falta una escultura llamativa. Pero lo importante, Él ya está llamado a ser un dios, así que, si una cena se lo arregla, está disponible.

Muy especialmente, lo que le sobran son un montón de tipos adecuados (hombres, blanquitos, muy ricos) para organizar la “cena de amigotes” que lo cambie todo.

Es cierto como ha dicho el director de Emilia Pérez, Jacques Audiard, un “nepobaby” de padre famoso que le ha llevado al éxito, los amigotes del aspirante a dios no son pescadores, albañiles, campesinos y cosas de ésas de gente que habla idiomas de pobres, como el español por un poner.

La cena de amigotes que prepara Trump son los oligarcas más ricos de la peña occidental. Una “pandi” que no tiene tiempo para fundar una eucaristía ni cosas de ésas. Son más de cenas de cobrar treinta monedas, por ejemplo.

Como ustedes saben, la cuaresma empieza el “miércoles de ceniza” y dura hasta la hora nona del jueves, que se convierte en “Pasión”. La hora nona no son las nueve, ni la novena: son las tres de la tarde. Los judíos de la época empezaban a contar a partir de las seis de la mañana, para matar mejor, dicen los entendidos.

Trump empezó la cuaresma con un discurso ceniciento ante el Congreso y el Senado. Allí expulsó senadores, declaró, con notable éxito, como se sabe, la paz en Ucrania, y anunció aranceles.

A partir de ahí, todo siguió el guion previsto por la historia. Decretó la abstinencia a los inmigrantes, el encarcelamiento de los pobres y castigado con aranceles a los mercaderes… de los templos extranjeros, eso sí, que a los suyos no.

Quiso igualmente discutir con el Sanedrín, pero, al parecer, estos tenían un pequeño asunto que resolver en Gaza. Así que, algo aburrido, se fue a resucitar a un tal Netanyahu que, al parecer, tenía algún problema de corrupto cuerpo, o algo así.

Y en esa carrerilla, espera mañana jueves que Meloni entregue, en nombre del imperio romano y europeo, unas treinta monedillas, que sus oligarcas andan muy necesitados. Él se lavará las manos. Sí, el hombre está confuso y lo mezcla todo, pero sus asesores, que han inventado los números, y predicadores de cabecera son de sectas distintas y es normal que se líen.

Y, tras Meloni, llegará “la cena de los amigotes”. Solo chicos, naturalmente. Igual se piden una señora que les haga de María Magdalena, tras firmar algún contrato de confidencialidad, tipo “Miss”. Le han sugerido los lobistas que llame a un sitio que se llama Paradores, en Teruel, que existe, que al parecer entiende de eso y “salarios púbicos”.

Él sabe que no le vienen buenos días, de Algeciras a Estambul, de Londres a Pekín, todo el mundo le azota. De todas partes le llegan notables insultos, desprecian su inteligencia y rinden culto a dioses orientales, como le han dicho de un tal Pedro, que al parecer afirma ser la piedra sobre la que edificar una Iglesia “antitrump”.

Pero él no teme. Le dirá a Melania: Madre ahí tienes a tu hijo. Llamará a alguien, tipo secretario de estado de comercio, para que haga de cirineo y le lleve la cruz. En tres días él lo resuelve, le ha dicho el predicador y él le ha creído. Solo le molesta que llueva: no habrá procesión y si la hay será silenciosa, con lo poco que a él le gusta estar callado.

Se ha pedido, para la cena con los amigotes, vino de California y pan argentino, sus predicadores afirman que el francés es pecado y hay un argentino que habla mucho con alguno de los dioses, él solo conoce a un tipo argentino con serrucho y le sorprende, pero si los predicadores lo dicen tendrán razón. Algo de cordero, que no sea español, por supuesto. Ha reservado, también, un huerto cerca de su mansión: de olivas andaluzas ni hablamos ¿Qué puede salir mal?

 

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