Las conversaciones de Argel (3): la muerte de Txomin y el consenso negociador

Las conversaciones que comenzaron en Argel en 1986 marcaron un punto de inflexión en las relaciones diplomáticas entre España y Argelia, especialmente en el contexto de los intereses políticos y económicos que estaban en juego en aquel momento.

El 3 de septiembre de 1986, tras una breve escala en Brazzaville (Congo), el avión del presidente Bongo aterrizó en el aeropuerto de Argel. De la aeronave descendieron Txomin y Fando, quienes fueron inmediatamente trasladados en un coche oficial a un piso situado en las afueras de la ciudad. Allí les esperaban un grupo de policías argelinos asignados para acompañarlos en todo momento, con el doble objetivo de garantizar su seguridad y mantenerles bajo vigilancia constante.

En este periodo, Argelia optó por desarrollar una política de acercamiento hacia España, movida principalmente por el temor a quedar aislada ante un posible distanciamiento con Francia. Este giro estratégico respondía a las tensiones existentes en la región y a la necesidad de fortalecer alianzas alternativas que le permitieran mantener su influencia y posición en el ámbito internacional.

Por su parte, España, que había incrementado notablemente su relevancia en el contexto europeo, buscaba afianzar sus relaciones con el gobierno argelino. Los objetivos de esta estrategia eran tanto de índole política como económica, con especial atención a los intereses energéticos y a la estabilidad diplomática en la región.

Todo este proceso de aproximación se encuadraba, además, en el conflicto por el Sahara Occidental y el respaldo de Argelia al Frente Polisario frente a Marruecos. Esta disputa regional condicionaba las políticas exteriores de ambos países, que veían en la cooperación mutua una oportunidad para reforzar sus respectivas posiciones en el tablero internacional.

En el contexto de estas negociaciones, España llevaba tiempo dialogando con Argelia sobre el suministro de gas. Los yacimientos argelinos ofrecían la posibilidad de cubrir una parte significativa de las necesidades energéticas españolas, lo que incrementaba la importancia de las conversaciones y el consenso negociador entre ambos países.

Francia no nos informó inmediatamente de la llegada de Txomin, y mucho menos de los entresijos de la negociación para su traslado a Argelia. Fue un funcionario argelino de los servicios de inteligencia el que pasó la noticia a la Policía española, a través de su embajada en Madrid. El general Lakhal, jefe de la inteligencia militar, es el que ordenó que se filtrara esa llegada a las autoridades españolas.

El fracaso de Peio el Viejo. Artapalo y el asesinato de Yoyes

Lo primero que hizo Txomin fue solicitar a los argelinos que admitieran, en el mismo régimen que él, a un grupo de etarras históricos y residentes en el sur de Francia para fortalecer su postura frente a la nueva dirección de la banda. Su poder, ya mermado por ese alejamiento del territorio donde se entrenaban y organizaban sus fechorías los terroristas, empezaba a cuestionarse por los más jóvenes deseosos de mantener aquella actividad sangrienta.

Había entrado en juego el colectivo Artapalo, la nueva dirección de ETA, reforzado por la presencia de otro histórico, Urrutikoetxea Bengoetxea (Josu Ternera). Este último había sido uno de los hombres de máxima confianza de Txomin. A pesar de esa incipiente quiebra en la unanimidad etarra, lo cierto es que los disidentes no querían interferir abiertamente en la línea comprometida por Txomin con los argelinos. Todo eso cambió, sin embargo, cuando poco después murió Txomin.

Uno de los primeros refuerzos en llegar a Argel fue el de José Luis Ansola Larrañaga, alias Pello el Viejo, procedente de Cuba, al que Txomin encargó viajar a Francia y asegurarse de convencer a ese grupo de históricos, ya aceptados por Argelia, para que apoyaran su postura frente a los indecisos. Pero Peio el Viejo fracasó en su misión, porque el 30 de octubre la policía francesa le detuvo en Pau.

Al tiempo que ETA trasladaba su agradecimiento al PNV por estar impulsando un proceso de diálogo de los terroristas con el Gobierno, seguía matando sin cuartel: asesinaron en la calle, junto a su hija pequeña, a María Dolores González Cataraín, Yoyes, en tiempos pasados dirigente destacada de la banda, y secuestraron al empresario Lucio Aguinagalde, militante del PNV, con el carnet número 6 del partido Jeltzale en la provincia de Álava. En el caso de Yoyes, la reivindicación de los terroristas era clara: “Los generales no pueden dimitir, y si lo hacen hay que dar ejemplo para que no se repita”.

El secuestro de Aguinagalde iba a traer consecuencias muy graves para ETA. El domingo 2 de noviembre, uno de los máximos responsables de la Ertzaintza, Genaro Garcia Andoain, con algunos policías vascos, salió a peinar un monte de Álava en un operativo de búsqueda del secuestrado, y al registrar una cueva se desató un tiroteo entre los secuestradores y los policías autonómicos, resultando muerto de un tiro en el pecho el jefe de la partida, García Andoaín. Este episodio, marcó el momento de la incorporación de la policía vasca a la lucha contra ETA. Garcia Andoaín, militante del PNV, era un hombre de la máxima confianza del consejero vasco de Interior, Luis María Retolaza, y amigo y colaborador del entonces responsable de información de la Guardia Civil en Guipúzcoa, Enrique Rodríguez Galindo.

Cambios en Interior e inicio de los contactos en Argel

Pese a encontrarnos en ese escenario tan escasamente esperanzador, los contactos oficiales entre España y Argelia se iniciaron sin rodeos ni mensajes previos de tanteo. El general Larbi Berkheil, quien ocupaba el puesto de jefe del Gabinete del presidente argelino, Chadli Benjedid, se puso personalmente en contacto conmigo, comunicándome una invitación formal para viajar a Argelia.

En ese mismo momento, en el seno del Ministerio del Interior español se había producido una remodelación en los altos cargos. Como parte de esos cambios, se creó la Secretaría de Estado para la Seguridad, y se me encomendó la responsabilidad de asumirla, con el objetivo principal de mejorar la coordinación operativa entre la Policía y la Guardia Civil. Asimismo, se nombraron nuevos directores generales en ambos cuerpos, seleccionando para estos puestos a personas ajenas a la profesión policial.

Para organizar y canalizar adecuadamente las conversaciones en Argelia, se establecieron tres niveles diferenciados de representación. El primero de estos niveles estaría a cargo del abogado Jorge Argote, quien actuaría como interlocutor inicial. El segundo nivel de representación recaería en Julen Elgorriaga, entonces delegado del Gobierno en el País Vasco. Finalmente, el tercer nivel de interlocución sería de mi responsabilidad directa, en mi calidad de secretario de Estado para la Seguridad. Este esquema buscaba tener preparada una respuesta adecuada ante las previsibles peticiones de las autoridades argelinas, y del mismo Txomin, para elevar el rango de los interlocutores, en función del avance de las negociaciones.

El 12 de noviembre de 1986, viajé a Argelia por primera vez, con una amplia delegación. Me acompañaban, entre otros, Julen Elgorriaga, Jorge Argote, y los comisarios Jesús Martínez Torres, responsable de la Comisaría General de Información, y Pedro Martínez, de la Brigada Central de dicha comisaría. Pedro Martínez, en el futuro inmediato, sería una figura clave en este proceso y llegó a adquirir una relación muy estrecha con los servicios de información argelinos, que duró hasta su fallecimiento hace dos años.

En la primera reunión de ambas delegaciones, en la mañana del día 13, el ministro del Interior argelino comenzó sus palabras de bienvenida con la siguiente frase: “Sabemos que Domingo Iturbe quiere negociar con ustedes el fin de la violencia”. Yo no tenía todavía claro qué papel querían jugar los argelinos en este proceso, y si estaban dispuestos a arriesgar algo más que ser meros anfitriones de lo que se avecinaba. Tengo que confesar que nunca lo supe del todo, siempre se guardaban un as en la manga, aunque al final, cuando aquello fracasó, cumplieron lo más importante: expulsar al grupo de etarras, algunos con muchos crímenes a sus espaldas, a la República Dominicana, país con el que habíamos negociado previamente para recibirles en el caso de una ruptura.

Las exigencias de Txomin: negociar con una alta jerarquía del Estado

Tras la reunión inicial, el ministro argelino Kedhiri, ofreció la posibilidad de que ese mismo día se produjera un encuentro directo con Txomin. Sin embargo, decidí no aceptar dicha oferta y delegar el primer contacto en Jorge Argote, designado como interlocutor inicial para esta fase. Argote, acompañado por el comisario Martínez, fue trasladado por la policía argelina desde el hotel El-Djazair, situado en la avenida Souidani Boudjenaa, hasta el lugar del encuentro.

Durante la reunión, Txomin se mostró visiblemente nervioso, fumando de manera constante y evidenciando su insatisfacción con el perfil del interlocutor. Exigió la presencia de un militar de alta graduación y de un representante del Consejo de Estado, como si este órgano tuviera un papel determinante en la gobernabilidad de España. Txomin centró la conversación en la alternativa KAS y, aunque manifestó su descontento, se comprometió a mantener el contacto. Ambas partes acordaron celebrar una próxima reunión, si bien no se fijó una fecha concreta para la misma.

Una semana después de este primer contacto, y en plena campaña de elecciones en el País Vasco, un encapuchado apareció en las pantallas de la televisión francesa y habló de la necesidad de una negociación con el Gobierno español que finalizara en unos acuerdos y “el armisticio sería fruto de esos acuerdos, y no condición previa”. Txomin, preocupado por las reacciones de los argelinos a este cambio de lenguaje, concedió una entrevista al diario Egin. El 26 de noviembre, a cuatro días de la cita con las urnas, el periódico abertzale publicó la entrevista con Txomin: “Nosotros siempre hemos dicho que estamos dispuestos a sentarnos a una mesa y buscar una salida negociada en el sentido de la alternativa KAS”. A petición de Argel, se convocó una nueva reunión entre Txomin y Argote, pero en esta ocasión Iturbe se negó a reunirse con el abogado y exigió elevar el nivel del enviado gubernamental.

En Madrid, nos tomamos tiempo para decidir quién sería la persona que asumiera el siguiente encuentro. Decidimos sustituir a Elgorriaga, que estaba preparado para asumir el papel del nuevo encuentro, por Julián Sancristóbal, que acababa de dejar la dirección de la Seguridad del Estado. Se elevó la altura política, pero Sancreistóbal era ya una persona ya sin vinculación orgánica con el Gobierno, aunque la tuviese con el partido socialista vasco (PSE-PSOE).

El 11 de enero de 1987, Sancristóbal viajó a Argel acompañado por el comisario Manuel Ballesteros, que había sido nombrado director del Gabinete de Información de mi Secretaría. Este desplazamiento de Sancristóbal se produjo en un contexto especialmente favorable, ya que tras la visita del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, un mes antes, los argelinos mostraban un notable grado de satisfacción por los resultados obtenidos. Este ambiente positivo se reflejó claramente en el trato dispensado a los nuevos interlocutores españoles.

En la siguiente reunión, Txomin decidió acudir acompañado de la abogada Fando, lo que ya anticipaba un cambio en la dinámica del encuentro. A diferencia de las ocasiones previas, la conversación se enfocó principalmente en establecer y definir las condiciones necesarias para alcanzar una tregua entre las partes implicadas. Este giro en el diálogo fue significativo, ya que evidenciaba una nueva disposición por parte de la delegación encabezada por Txomin a explorar vías de entendimiento y reducir la tensión existente.

El Estatuto de Guernica, un ‘punto de partida’

Un elemento especialmente relevante de este encuentro fue la postura adoptada por Txomin respecto al Estatuto vasco. Por primera vez, manifestó abiertamente que dicho Estatuto podía considerarse como un posible punto de partida para las aspiraciones políticas de la comunidad vasca. Esta declaración suponía una mayor apertura y flexibilidad en comparación con los posicionamientos mantenidos con anterioridad, donde las exigencias eran mucho más rígidas y alejadas de cualquier marco institucional ya existente.

La actitud más receptiva y segura de Txomin durante la reunión no fue casual. Se vio reforzada por el apoyo tangible de un grupo de etarras pertenecientes a la denominada “vieja escuela”. Estos integrantes, que se habían ido sumando a su entorno en los meses previos, contribuyeron de manera decisiva a que Txomin se sintiera respaldado y con mayor control sobre una parte significativa de la organización. Esta circunstancia le permitió afrontar la negociación con mayor confianza y determinación, consolidando su liderazgo interno ante el proceso de diálogo que se estaba desarrollando.

Durante el encuentro, Txomin reconoció abiertamente que no se consideraba preparado para abordar temas políticos y solicitó a la delegación española que autorizara a Argelia el traslado de Eugenio Echeveste, Antxon, antiguo jefe del aparato político de la banda, deportado entonces en Ecuador. Sancristóbal asumió la responsabilidad de trasladar oficialmente dicha petición.

En la noche del 16 de enero, cinco días después del encuentro Sancristóbal-Txomin, asestamos un duro golpe a ETA. A las 05.45 horas, los Grupos Especiales de Operaciones entraron en un piso de la calle Río Ulla, donde dormía todo el comando Madrid. La detención del grupo terrorista fue rápida y limpia, no hubo que pegar un solo tiro. El jefe del comando, Ignacio de Juana Chaos, tenía una pistola encima de la mesilla cuando el geo dio una patada a la puerta, pero ante la mirada amenazadora del policía no se atrevió a moverse. Este etarra, que meses antes había dado la orden a otro miembro del comando, Antonio Troitiño, para que apretase el botón que activó el coche bomba que acabó con la vida de 12 guardias civiles, no tenía ganas de morir. Ese mismo día, y para celebrar aquella importante detención, el comisario Manuel Ballesteros, jefe de mi gabinete de Información, y Jesús Martinez, el máximo responsable de la Comisaría General, quedaron a comer en un conocido restaurante de Madrid. En mitad de la comida, y al ser reconocidos por el público, recibieron emocionados una unánime ovación.

Era obvio que ETA, tenía que responder, con rapidez y haciendo el mayor daño posible, a la desarticulación del comando Madrid, y el 30 de enero un coche bomba cargado con cincuenta kilos de explosivo y metralla estalló en Zaragoza, causando dos muertos, un civil y un militar, y cuarenta heridos, algunos muy graves.

Después de estos acontecimientos, retomamos el debate sobre la conveniencia o no de trasladar a Antxón, desde Ecuador a Argelia. Se impuso la espera, a la vista de la nueva ofensiva de ETA. A los pocos días, se recibió un mensaje de los argelinos: “Txomin, no está de acuerdo con lo que está pasando”. Para conocer el estado de ánimo y su disposición a la propuesta de Txomin, envié a Ecuador al entonces capitán de la Guardia Civil Félix Hernando, uno de mis mejores colaboradores, para sondear a Antxón, confirmándole a Hernando su pleno acuerdo con la propuesta de su antiguo jefe, Txomin.

Pero el 27 de febrero de 1987 murió Domingo Iturbe Abásolo en accidente de tráfico, cuando se dirigía a la región de Berruaghia desde la localidad de Ghardaia, a cuatrocientos kilómetros al sur de Argel. Ésta fue la versión oficial de las autoridades argelinas. Pero, a través de una vía extraoficial muy solvente, nosotros nos enteramos de que el fallecimiento se produjo cuando Txomin estaba subido a un tejado haciendo algún tipo de maniobras, y que perdió el equilibrio cayendo de cabeza hasta el suelo y se desnucó.

Yo mantengo una sospecha al respecto, que hasta ahora nunca había hecho pública: Txomin era un asesino sin paliativos, pero la operación que había iniciado no estaba bien vista por un sector importante de la banda terrorista, la cual ya contaba con nuevos jefes, más jóvenes y dispuestos a seguir con los asesinatos, los secuestros y las bombas bajo la batuta de Josu Ternera y el apoyo político de Herri Batasuna. Un capitán de los servicios de inteligencia militar argelina, le comentó al comisario Pedro Martinez que habían observado discusiones y escuchado amenazas dentro del grupo de pistoleros que arropaban a su antiguo jefe.

 

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