“Nasío pa´umillá” y el estrechamiento progresista

Quizá ustedes no lo han entendido bien: somos los españoles y españolas quienes hemos de pedir la amnistía a Cataluña, por haber defendido nuestro orden constitucional. No al revés como ustedes creen.

La política es como las series de policías: las casualidades no existen. El mismo día que Bolaños, el bocazas adicto al plasma, daba cuenta del acuerdo de investidura con ERC -investidura con beneficios fiscales y económicos incluidos-, Puigdemont enfriaba las expectativas de inmediata investidura de los socialistas.

Que la bronca entre nacionalistas era una parte del problema era evidente; que la insaciabilidad independentista lo era, también. Pero, sobre todo, es que el fugado ha “nasío pa´umillá”: Fuigdemont quieremanejar la agenda política y será él quien decida que Sánchez puede ser investido.

La opacidad ha sido un problema para el PSOE, pero el inacabable relato de las negociaciones lo ha sido más. El PSOE soñaba con un par de días de bronca y un par de trepidantes consejos de ministros para que –modelo indulto- todo fuera olvidado.

Puigdemont no ha querido porque él lo vale y porque el listado de amiguetes y delitos que deben olvidarse no deja de crecer. También, porque quiere un reconocimiento de nación por la puerta de atrás.

El PSOE no sólo ha descubierto tarde los costes del orgullo del huido, que sólo tiene incentivos para crearle problemas a Sánchez, porque eso le da réditos en Catalunya contra ERC, empujada a seguir ampliando su hoja de reclamaciones para no quedarse detrás del fantasma de Waterloo.

La lentitud es mala cosa para Sánchez. Ha servido para saber cuánta gente le tenía ganas y para armar a sus adversarios.

El problema no son las escuadras fascistas, matoncetes envalentonados que debieran ser detenidos, acusados, juzgados y… quizá, amnistiados, al fin y al cabo, qué es Ferraz comparado con Urquinaona.

El problema es que todos y todas quienes defendimos o defendieron el orden constitucional aquel afamado 1 de Octubre, quedamos como “Cagancho en Almagro”.

Nadie entre los futuros amnistiados ha dicho que esto fuera de “punto final” o que no lo harán más, lo que anima el sentimiento de humillación de los pacientes oyentes de la afamada causa que saben que esto no va de concordia sino de un puñado de votos.

Así que resulta que muchos socialistas creen que no pueden pasear por la calle sin que el personal les diga alguna cosilla. Éste es el país del “gran escrache” y todo vale cuando vale, qué vamos a hacerle, quien lo inventó lo sabe.

Igual que los socialistas saben que jueces, policías y santa compaña, incluidos los muy progresistas sindicatos de maquinistas, no solo no son partidarios, sino que apañaran algunas cosillas de enredo de esas que tanto les gustan. Veremos cuando llegue la cosa de estudiar lo de la ruptura de la caja única de la Seguridad Social si los otros sindicatos se la envainan, cosa que graciosa sería.

Por mucho que Sánchez insista lo de que todo es puro progresismo difícilmente colará. No será progresista el fugado que en sus crónicas periodísticas citaba al fundador de “Estat Catalá” cuyo opúsculo fundacional enfatizaba el gen africano de los españoles.

Cosa que, para qué engañarse, por muy xenófoba que suene, molesta tan poco como lo del RH negativo de los otros supremacistas. Genes árabes, africanos, godos, judíos, fenicios o de toda naturaleza nos acompañan durante milenios.

Tiene el mismo valor que si uno afirma que, siendo descendiente del “peloso”, viviendo más allá del Río Grande (el Ebro) y por debajo de la Gran Montaña (los Pirineos) en una pequeña comarca, lo más probable es que Puigdemont sea un simple Hobbit, de los por Tolkien inventados: simples personajes de cuentos y cuentistas.

Tampoco anima mucho al mundo progresista quienes al grito de “Dios y leyes viejas” sostienen en su historia a los aspirantes a la monarquía más reaccionaria de la historia (los carlistas) o tienen una actitud xenófoba sobre, por un poner, los gitanos españoles a los que el mundo abertzale odia, porque es mucho más culto levantar una piedra que cantar una saeta.

Ya he contado aquí las veces que me he visto empujado a votos inútiles, especialmente en Madrid. No sé cuál será el futuro de mi opinión democrática, pero les aseguro que no será el cazo socialista, se siente. Tampoco acudiré a manifestaciones de otros ni a dejarme acosar por escuadrones fascistas.

Seguiré recordando que “el meu pare era barceloní”, presumiendo de que entiendo y leo el catalán y seguiré leyendo versos de Martí i Pol. Lo de ir por allí empieza a darme pereza, pero “iré a zonas de esas donde la república no existe, imbécil.

En fin, que a Sánchez le voten Ortuzar y Puigdemont por un poner. Lo del progresismo es que es cada vez más estrecho.

 

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