Lo suyo es el fracaso: lo fue cuando perdió la Generalitat a favor del tripartito en 2004; lo fue cuando volvió a perder en las siguientes elecciones; lo fue cuando ganó por mayoría simple pero no supo gestionar su propio gobierno; lo fue cuando la soberbia le pudo frente a un Rajoy inmovilista que le arrojó a la cara un no rotundo a su propuesta para un concierto económico catalán; lo fue en 2012, cuando planteó unas elecciones plebiscitarias hacia su propia persona y encima perdió votos y escaños, y lo es ahora cuando ha arrastrado a Oriol Junqueras y Raül Romeva como tontos útiles de compaña -junto a otras fuerzas nacionalistas- y ha vuelto a perder votos y escaños en unas elecciones que sólo él y unos pocos mesiánicos querían que fueran plebiscitarias.
¿No son conscientes aún los secesionistas de que Artur Mas [Arturo, inicialmente en el Registro], además de presunto en otras cuestiones, es un absoluto gafe? Algunos ya han puesto la mano en la cabeza del traidor Romeva (traidor a su examigo Joan Herrera), porque así han tocado madera y conjurado el gafismo que emana de semejante personaje.
Más quería ser el moderno Companys, pero se ha quedado en un chulo sin playa. Números cantan, pese a tantas coaliciones en Junts pel Sí: en total, contando también a la CUP, han perdido 2 escaños -tenían entre todos 74 y ahora tienen 72- y el 0,06% de los votos emitidos -tenían entre todos el 47,84% de los sufragios emitidos y ahora tienen el 47,78%-. Y para mayor ridículum, ni siquiera tienen el 50% no ya del censo electoral -que ni de coña– sino que ni siquiera de los votantes .
Ése es Artur Mas, mi héroe.