Yo no sé si el juez Peinado lo está haciendo bien, mal o regular. Lo que sí sé es que es un juez de instrucción. No me importa si llegó a juez a no sé qué edad o si su madre fue no sé qué en otro siglo; lo único que me importa es que es un juez de instrucción, la figura jurídica que pone en marcha la maquinaria imparable de la justicia. Y no juzga: Peinado, como cualquier instructor, solo instruye una causa y, si hay pruebas suficientes, pasa a juicio con la fiscalía como acusación y el instructor desaparece de la escena. Otro juez juzga la causa.
He leído que se ha inventado dos artículos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Hay legiones que lo atestiguan según lo que hay en las redes, se oye en las radios y se ve en TV. Pues no es verdad, ni siquiera verdad a medias: son dos erratas que no afectan a la interpretación del auto judicial. Dos erratas han sido suficientes para que el ciclón del fango woke se pusiera en marcha.
Si Peinado lo hace mal, se equivoca, toma decisiones desajustadas o no instruye correctamente, llegará el momento procesal oportuno de reclamar. Pero hasta entonces, el sistema establece con justeza la independencia y libertad del juez instructor. Si considera que hay indicios de delito, su obligación es utilizar cuantas herramientas tenga a su disposición para esclarecer los hechos.
Es fácil ser pontificador domiciliario, casi tanto como viajar en primera a costa del contribuyente cual el paleto Alvise con zapatos nuevos. Y en estos tiempos de polarización, ni siquiera necesitamos del sesgo de confirmación de la psicología para explicarlo: los pro-Sánchez atacarán a Peinado desde RRSS y medios afines bien regados con el oro de la publicidad institucional -que debería estar prohibida-, y los contrarios atacarán al presidente y a su esposa -por cierto, de casa se viene llorado y no solo a la política: a todo- con idénticos medios e inmundicia.
Afortunadamente, por encima de todo el griterío, hay un sistema judicial sólido, mucho más sólido que la estolidez promedio. La instrucción seguirá, el juez la concluirá y escribirá sus conclusiones. Entonces, el mismo sistema judicial se pronunciará sobre la causa y lo que digan “Einstein Rufián” o “Bolaños el Pelota” será nada.
Tristemente, el poder judicial va escasito de medios: faltan miles de jueces, falta digitalizar y coordinar las bases de datos, faltan juzgados, forenses, técnicos y policías. Y falta rescatar el delito de desacato y actualizarlo. Tantas carencias lo hacen vulnerable, especialmente mientras sufre un fuerte ataque contra su independencia por parte de un Tribunal Constitucional domesticado, disfrazado como el lobo de cordero, con ese ambiguo y engañoso Tribunal que parece incluirlo en la cúspide del Poder Judicial cuando ni siquiera juega al mismo juego.
El Tribunal Supremo es el vértice del Poder Judicial. El Tribunal Constitucional se encuentra fuera de esa jerarquía —muchos de sus miembros ni siquiera son jueces— y sus labores están clara y perfectamente definidas en la Constitución y la Ley Orgánica pertinente. Las resoluciones que últimamente ha tomado como tribunal de casación sobre el Tribunal Supremo, sobrepasan sus competencias y constituyen un peligrosísimo disparate que ha convertido en inexistente un caso de corrupción política hediondo como es el de los ERE y en nada las sentencias del Constitucional anterior contra los sediciosos catalanes.
Las insidias del gobierno y sus chismosos contra el juez Peinado, o los eslóganes en consigna como fachas con toga y jueces machistas, cómplices fascistas; la compra de la investidura con una humillante ley de Amnistía, el reseteo del Prusés o el borrado de los delitos, incluido el de malversación que es un delito que sólo pueden cometer los políticos; el uso espurio y personalista de la Fiscalía General del Estado, el empuje poderoso de Moncloa a un Constitucional azuzado contra el Tribunal Supremo, la miríada de opinadores expertos en instrucción judicial que patean el Poder Judicial en el culo de Peinado, sólo buscan debilitarlo y domesticarlo en favor de un oportunista en racha. Pero las rachas siempre se acaban. Mientras, defiendo al juez instructor y de paso al sistema judicial.
Y ahora sí, después del bonus track, hasta septiembre.