Carta a papás y mamás

Queridos papas y mamas, tras una semana de experiencia, ya podéis presumir de una “gran alegría”. El viernes, 21 de los corrientes, vuestros hijos e hijas han concluido el colegio. Es más, el sistema educativo, siempre atento a las necesidades familiares, concluye también las jornadas extraescolares y cierra los patios de recreo. A jugar al fútbol al patio de vecinos, lo que multiplica la alegría de la vecindad, muy especialmente a la hora de la siesta.

Las graduaciones se han producido, todas las fiestas han sido celebradas, los viajes a lugares nunca hollados por pie humano se han realizado. Las excelentes notas de vuestra prole han sido enviadas.

Todo queda preparado para que el profesorado inicie sus dos meses de merecido descanso. Perdón, quise decir un mes de vacaciones y otro de preparación de las clases del año próximo que, como serán distintas a las de éste, como todo el mundo sabe, requerirán de notable esfuerzo preparatorio.

Os anuncio también, aunque esto os hará menos gracia, que he oído que abuelos y abuelas preparan una huelga de cuidados e, incluso, intentan aprovechar sus últimos días de viajes del Imserso, cosa que no hacen por fastidiar o huir, sino para que disfrutéis de vuestros hijos e hijas sin interferencia alguna.

Sí; han llegado esos hermosos días en los que los guasaps de las mamás del cole enmudecen, cuando las siestas ya no las organiza Don Juan Ignacio Ocaña y los animales de la sabana, sino un enjundioso debate infantil: qué es mejor, los “trolerotutos” o una partida de maincraft. Incluso, alguno de vuestros vástagos recordará aquel día tan divertido en que, siendo niños, jugasteis todos al escondite en vuestra casita de sesenta metros.

Es el momento de preguntarse qué es más noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la áspera fortuna y, en consecuencia, comprarle al niño el móvil o la nueva consola que demanda o armarse contra un mar de adversidades y darles fin con autoridad.

Dense por derrotados; ustedes tienen un cometido: cómo criar a sus hijos y que no parezcan imbéciles. O sea, han perdido, piensen como Hamlet en morir: dormir, nada más.

Es inevitable, queridas mamas. Ese día que lleváis un mes retrasando ha llegado: toca visita al Decathlon donde deberéis renovar el ajuar de vuestra prole. Ellos y ellas quieren ir monísimos y modernísimos a su campamento urbano, al campamento rural o al pueblo, si es que toca.

O sea, que necesitan imperiosamente unas Croft de muchos colorines y no esas zapatillas antiguas en las que usted se empeña. Comprenderá estimada mamá que su hija no puede ir con sus amigas con una mochila que no sea colorida y su hijo sin una botellita de agua, acolchada, fosforescente y cosas así.

Sí; ha llegado el tiempo de formación. Tiene ahora usted dos meses para educar a sus niños y niñas como Dios manda. No; no compre los Cuadernos Rubio ni el vacaciones Santillana. Se los tirarán a la cara. Tenga la zapatilla a mano… a mi madre le funcionó.

La moderna muchachada practica las aulas virtuales, cosa que usted probablemente ignora lo que es, pero ellos no. Es más, como saben que usted lo ignora, lo demandan para no pegar clavo en dos meses.

Qué hermoso es tenerlos en casa, salir al parque con 38 grados a la sombra. Qué bonito llenar los carros de la compra de comida procesada, después de meses de comedores sanísimos de la muerte. Qué bonito un niño comiendo un helado.

Sean bienvenidos al mundo sin escuelas, al país con más vacaciones escolares del mundo, al país donde dejar los niños al cuidado de alguien es imposible, salvo que sean abuelos o abuelas, donde las vacaciones se convierten en un mundo salvaje de niños en los patios de vecindad, adolescentes en los bancos del parque y jóvenes universitarios en los conciertos.

Financien si pueden las escapadas, envíenlos lo más lejos que puedan, se lo recomienda su médico. Ha llegado el estrés, sus hijos son como la canción de Amaral: les gusta pasar el día con sus amigos, haciendo nada.

En fin, les acompañaré en su sufrimiento, tienen mi solidaridad. Hoy, mi vino de viernes se lo dedicaré a usted, esperando que les sea leve. El tiempo pasa rápido, créanme, un día cuando usted esté agotado o agotada un “bib, bib” sonara: volverá el chat de las mamás del cole, una de ellas preguntará “cuando empiezan estos” y usted volverá a ser feliz.

 

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