Iban un fontanero y un “currela” vascos por el Orinoco y se preguntaron: ¿Cruzamos o no cruzamos? Pregunta equivocada: ha servido para que Maduro haya redoblado su versión de que existe un complot internacional para destruirlo a él y a la famosa “Revolución Bolivariana”.
Desde las elecciones han crecido los detenidos por cargos que van desde “incitación al odio” hasta “terrorismo”.
Hasta seis líderes de la oposición se refugian en la embajada argentina, que –desde que Venezuela expulsó al personal diplomático argentino, después de las elecciones– ha estado supervisada por el gobierno de Lula. El sábado, Caracas puso fin a ese arreglo y el personal de seguridad ha rodeado el edificio.
Edmundo González había estado escondido hasta que se ha negociado su exilio en Madrid. Lamentablemente para Maduro y el Gobierno español, el Congreso ha reconocido la victoria de Edmundo González y la ministra de Defensa lo ha llamado dictador. Y Maduro, el dictador, ha montado en cólera santa antifascista.
Un lío diplomático se ha desatado sobre las cabezas de José María Basoa y Andrés Martínez que han sido acusados de ser del CNI y de intentar un atentado contra Maduro. Zapatero está silente y no está para preocuparse por paisanos, hasta que no le agasajen como se merece.
Si el fontanero y el currela fueran del CNI las risas sobre estos 007 hispanos se oirían en medio mundo. Lo dramático es que, probablemente, son lo que parecen: dos vascos haciendo turismo donde les place, porque ya se sabe cómo son los de Bilbao. Y más dramático aún es que, con crisis diplomática por medio, o Maduro aspira a algún intercambio o les va a costar salir de allí.
Mientras Diosdado Cabello, un oficial militar y chavista de línea dura hace de las suyas, Maduro hace oraciones antifascistas y anuncia que “Este año, para honrarlos a todos, para agradecerles a todos, voy a decretar el inicio de la Navidad el 1 de octubre. ¡La Navidad llegó para todos, en paz, felicidad y seguridad!”.
No; no es que Maduro sea como el alcalde de Vigo, es que en Venezuela la Navidad está asociada a varios subsidios alimenticios y de apoyo de beneficencia.
Hay que decir que mientras en Europa tratamos de ponernos de acuerdo y arrastrar a Sánchez a una posición común, que el hombre dudar, duda, la situación está abriendo una brecha en las hasta ahora fraternales filas de la izquierda latinoamericana, de maneras que pueden resultar significativas.
Durante las últimas semanas, en efusivas declaraciones de solidaridad con Maduro, el nicaragüense Daniel Ortega, un demócrata, ya saben, ha criticado a Lula como “ un arrastrado “, un servil y un “aspirante a lacayo de los yanquis en América Latina”. Ortega llegó a declarar que las relaciones diplomáticas de Nicaragua con Brasil estaban “rotas”.
La principal transgresión de Lula, al parecer, es haber hecho públicas sus críticas a Maduro: El 16 de agosto, declaró que el régimen de Maduro tiene una “tendencia autoritaria”. Un cambio radical para Lula, después de años de terquedad diplomática, en lo que respecta a las transgresiones del régimen vecino.
Las últimas acciones de Maduro plantean consecuencias potencialmente adversas para todos los vecinos de Venezuela, en particular la perspectiva de una nueva afluencia de migrantes desesperados. El otro vecino de Venezuela, Colombia, es el país al que han huido la mayoría de los venezolanos exilados, con más de 2,8 millones de personas asentándose allí durante la última década.
Desde las elecciones, Petro el presidente de izquierda colombiano. se sumó a la llamada de Lula para que Maduro presente pruebas de su victoria,
A pesar de la creciente desorganización en las filas de la izquierda latinoamericana, hasta ahora sólo el líder chileno, Gabriel Boric, un socialdemócrata a poco más de la mitad de su único mandato de cuatro años, se había posicionado abiertamente contra Maduro.
De esta manera, el pacto que durante mucho tiempo ha unido a la izquierda latinoamericana como una sola unidad, resuelta y desafiante frente a la “hegemonía yanqui”, parece finalmente estarse desmoronando.
La cooperación bilateral con Venezuela continúa desde Cuba, pero quedaron atrás los días en que la isla podía depender del petróleo y el efectivo venezolanos, a cambio de los servicios de médicos, maestros y asesores de seguridad cubanos capacitados.
En definitiva, el sueño revolucionario en América Latina se ha acabado. Hace una generación, Chávez llegó al poder y reavivó las esperanzas de Fidel Castro de mantener viva la llama revolucionaria, y lo logró durante una docena de años. Pero luego cayeron los precios del petróleo y Chávez murió, seguido de Castro, y el dinero que había llegado a Cuba para financiar la Revolución 2.0 desapareció, en gran parte malgastado y robado.
Maduro y Ortega pueden seguir hablando el viejo lenguaje de la revolución y el antiyanquismo, pero sus economías sobreviven gracias a las remesas de sus ciudadanos que huyen, que se han ido en masa a buscar empleo donde pueden.
Zapatero se está quedando sin izquierda, mientras un fontanero y un “currela” pasan a ser asesinos en potencia. Hay que ver, hay que ver.