Según la teoría política, una confederación se establece cuando países independientes ceden parte de su soberanía a un ente central que los engloba a todos. Justo lo contrario de lo que sucede aquí, donde un Estado central va desgajando jirones de su soberanía a diferentes territorios que lo componen. No otra cosa sucede en Euskadi y Cataluña, donde el término España y sus instituciones son cada día más inexistentes, y en un futuro, Galicia, cuando deje de mandar allí –que lo dejará algún día— el PP.
Si hay un responsable de todo esto es Pedro Sánchez, con sus sucesivos inventos de la España plurinacional o del camino hacia un Estado federal. Y toda la fraseología y la práctica que la acompañan tienen su razón de ser en la debilidad legislativa del Gobierno, que necesita los votos de los independentistas para obtener una exigua mayoría en el Parlamento.
No hay razón alguna para que esto vaya a cambiar, aunque el castellano-manchego Emiliano García Page diga que en el PSOE hay un mar de fondo como no existía en los últimos diez años. La prueba de que eso no es así la tenemos en la laminación de la mitad del socialismo aragonés y el siguiente paso será la defenestración del propio Page cuando deje de tener la mayoría absoluta.
La culpa de lo que sucede la tiene un socialismo que ya no es aquel partido de Estado de Felipe González y Alfonso Guerra, sino que ha dejado de ser el PSOE de antaño para convertirse en el espantajo del sanchismo, una máquina de poder, dispuesta a todo con tal de seguir gobernando. Incluso en la hipótesis —real en varias votaciones en Las Cortes— de no tener mayoría suficiente, posee mecanismos para mantenerse en el poder, entre otros, la colonización de las instituciones con personas afines, dispuestas a darle la razón en cualquier contencioso.
Se entiende entonces el repetido mantra de Sánchez de que hay Gobierno para largo. Y no piensa sólo en los tres años que quedan de legislatura, sino que su afán es que la oposición no llegue nunca al Ejecutivo. A ello le ayudará el Estado confederal de facto en que se esto se está convirtiendo, ya que para los independentistas no hay mejor Gobierno que el de Sánchez. Por eso, el Presidente mandará en una España con cada vez menos poderes, pero con la seguridad de que es la única manera de seguir al frente del país.