Inmigrante come perro

“En Springfield se están comiendo a los perros, la gente que llegó, se están comiendo a los gatos”, dijo Trump en su debate con Kamala Harris. “Se están comiendo las mascotas de la gente que vive allí”. Confieso que ésta no la vi venir. Esperaba la habitual colección de bulos, falsedades y medias verdades con las que Trump construye su discurso. Pero lo de haitianos comiéndose mascotas no lo esperaba.

Trump es xenófobo, misógino y machista. No sé qué tiene el hombre con las mascotas, quizá algún trauma infantil. El caso es que ha conseguido hilar frases memorables que unan todo ello.

Ya había declarado que el problema era que en el Congreso norteamericano “hay muchas mujeres solas con gatos”, como parábola de la supuesta irresponsabilidad de las mujeres que no desean hijos. Ahora, tenemos una nueva: el inmigrante come perro.

Todo nace de un meme. Un residente de Springfield (Ohio) afirmaba, ante el consejo municipal, que los inmigrantes de la comunidad habían matado patos de un parque local para comer. El video, falso y provocador, se convirtió en un meme viral que presenta imágenes generadas por inteligencia artificial de Trump rodeado de gatos y perros, aparentemente protegiéndolos.

Figuras prominentes en el mundo Trump se apropiaron rápidamente del meme. Poco más tarde, en un correo electrónico a sus partidarios, la campaña de Trump prometió “la mayor operación de deportación masiva en la historia de Estados Unidos”.

El partido republicano de Arizona anunció el martes pasado que había colocado 12 vallas publicitarias en la zona de Phoenix con imágenes de gatos disfrazados de vaca y el lema: “¡Come menos gatitos, vota republicano!”. Ayer, en el debate, el equipo del moderador se puso en contacto con el alcalde de la Ciudad de Springfield, en tiempo real, para desmentir a Trump en el mismo debate. Por cierto, una novedad respecto a otros debates en Estados Unidos.

Lo sorprendente, quizá, como muestra de un país radicalmente polarizado, es que este tipo de bulos pueden no penalizar a Trump y muestran la dificultad para que los moderados –el objetivo de la campaña demócrata- puedan hacer pasar sus ideas.

Los europeos estamos construyendo un muro contra el sur global y la inmigración irregular, pero aún no hemos llegado a estas construcciones literarias. Aunque jugueteamos más de lo necesario, como Trump, con la relación entre delincuencia e inmigración.

No obstante, nosotros estábamos ayer, como anteayer, más preocupados por decidir entre Broncano o Motos que en indagar los efectos que uno u otro pueden tener en la política europea.

El cronista confiesa que ya no está en edad de trasnochar mucho, salvo un partidito del Madrid cuando se va por esos mundos de Dios, así que aprovechando la utilidad de las nuevas tecnologías, tras los resúmenes matinales, me lo he visto entero a la hora del vermú, vinito en mano como corresponde a un buen espectáculo.

¿Qué podemos sacar los europeos en limpio de ese debate?

Parece que la política europea, y especialmente la diplomacia, se sintió aliviada cuando Harris adoptó una serie de razonamientos que chocaban con Trump radicalmente. Tanto en materia energética como en los levemente discutidos asuntos internacionales, en los que Harris pareció más alineada con las propuestas de la Comisión Europea.

El debate sirvió para subrayar cómo una victoria de Trump amenazaría los pilares fundamentales de la seguridad europea. Ha sido una sorpresa que Trump haya rechazado responder a si quería que Ucrania derrotara a Vladimir Putin.

Los elogios de Trump al “duro, inteligente y respetado” primer ministro húngaro, Viktor Orbán –al que dudo conozcan en Estados Unidos- también sirvieron para subrayar la estrecha alineación del candidato republicano con la creciente derecha populista en Europa.

Su afirmación de que Israel sería destruido en dos años si Harris fuera elegida sólo sirvió para subrayar que Trump podría ser una amenaza para una región que ya está al borde de la explosión.

Las posiciones contradictorias de Trump parecen estar motivadas por el deseo de mostrarse como un líder duro en un mundo al borde del caos, pero también debe reconocerse que existe en los estadounidenses cierto cansancio por una política exterior que ha supuesto muchas acciones de guerra tan costosas como improductivas.

Las políticas europeas nunca han tolerado el proteccionismo estadounidense, pero el recurso cada vez mayor de Trump a los aranceles ha elevado el conflicto. En su último pronunciamiento, Trump dijo que aplicaría aranceles a cualquier país que intentara evitar comerciar en dólares –lo que es una amenaza al euro-.

Harris hizo una pregunta bastante inteligente en el debate: “¿Por qué no le dices a 800.000 polaco-estadounidenses, aquí en Pensilvania, lo rápido que renunciarías a Polonia a cambio de un favor y de lo que crees que es amistad con un dictador que te comería en la cena?”. Una referencia a Putin que Trump no contestó, a pesar de ser Pensilvania uno de los estados en lucha.

En cualquier caso, si uno está preocupado porque los inmigrantes comen perro, es normal que no le preocupe qué habrá después de Ucrania.

 

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