Colaborar en la radio on line ofrece extraordinarias oportunidades: conocer gente con la que no te cruzarías por la calle. La última vez que me ha ocurrido ha sido en el, probablemente, único programa existente sobre la España despoblada. Todo un aprendizaje, como me ocurre con mis compañeros de tertulia radiofónica cada día. Aprender a mi edad no es cosa mala.
“Llena de vida: la España vaciada”, que dirige Javier López magistralmente y que nos muestra a los protagonistas de ese territorio prácticamente perdido al que tratan de rescatar miles de personas.
En el último programa, la periodista Eva Defior, que dirige el grupo de comunicación La Comarca (con base en Alcañiz), nos presentó la sexta edición de un Congreso de periodismo, que se dedicará este año al turismo y la gastronomía. Una nómina notable de profesionales y periodistas de lujo se desplazarán a Alcañiz.
Si ya es difícil organizar algo de esta naturaleza en una gran ciudad, calculen hacerlo en un sitio donde, por un poner, no llega el tren (no creo que la bicicleta de Sánchez sea una buena idea). No quiero referirme tanto a este evento, aunque sí recomendarles que lo sigan, sino reflexionar sobre el trabajo del comunicador o comunicadora en este entorno.
La comunicación es algo vocacional y, sin duda divertido. Pero comunicar en esos lugares que parece que no importan requiere, sin duda, compromiso, vocación de servicio y empatía con personas y su entorno.
Escribió Berkeley, el filósofo, que “essse est percipi” (ser es ser percibido). La comunicación que da visibilidad a lo invisible, como hacen Javier o Eva, en este caso, no está integrada por héroes, al menos ellos y ellas no se ven así. Simplemente realizan una tarea de servicio público que nadie remunera, casi nadie sigue y pocos valoran.
De vez en cuando, se escapa un rumor sobre un acontecimiento, un pequeño patrimonio recuperado del olvido, algún plato viejuno redescubierto, quizá, aunque menos, sobre algún pedazo de vida de quienes viven viendo cómo su arquitectura vital desaparece, como aquella ciudad de Auster que se disolvía poco a poco.
Ese día, estos comunicadores viven como un éxito su esfuerzo. Aunque los demás, más interesados en ver el dedo que la luna, no nos preguntaremos quién nos lo contó y, a lo peor, de qué nos hablan.
Según el informe de la Asociación Next Generation, que dirige Manuel Campo Vidal, el mapa de la comunicación local en España está integrada por unos tres mil medios.
En estos tiempos de ombliguismo, guerras de audiencias, batallas por el share, a costa de reducir la información, por cierto, reconocer que tras esos medios hay hombres y mujeres, profesionales de primer orden.
Probablemente hay alguno más o quizá sea más probable que la vida efímera de estos medios expulse a muchos y buenos profesionales de su esfuerzo. Casi un centenar de ellos son aragoneses, como no les sorprenderá la menor capacidad informativa se produce en Teruel.
Hay que decir que en Aragón, a la que cito para valorar el trabajo de Eva Defior y porque es mi tierra. Como ocurre en casi todas las Comunidades menos pobladas, la comunicación pertenece a los grandes grupos, especialmente del Estado, pero también de carácter autonómico.
El resultado como se pueden imaginar es una baja presencia de la comunicación de proximidad y, como consecuencia, la invisibilidad de lo que ocurre. Una población que, salvo las ciudades intermedias, es además una población envejecida con poco acceso a recursos digitales.
La comunicación sólo tiene sentido como proceso de interacción y participación. La articulación de los actores sociales se devalúa y, por lo tanto, sus capacidades de intervención si la comunicación próxima desaparece.
Es bastante probable que el proceso de despoblación y envejecimiento sea irreversible, los esfuerzos de los comunicadores para resistir es uno de los capitales humanos más relevantes en estos momentos en los que se encuentra nuestra situación demográfica y un factor de modernización y creación de valor y atracción impagable. De hecho, no se paga.
No dudo, por un poner, que 40 millones para promocionar la bicicleta sea modernísimo de la muerte. Recuerdo que la llamada “financiación singular” para Soria, Cuenca o Teruel –por las portavoces del PSOE y el Gobierno ponderadas- es de 25 millones, por cierto entregados tarde y mal: 59 euros por habitante. Los impuestos recaudados por Catalunya en 2023 suponen 6.675 por habitante. Luego dirán que la despoblación es cara.
Pero no he venido a darles la habitual tabarra económica, sino para recordarnos a quienes tenemos la fortuna de socializar con expertos en comunicación todos los días, de informar u opinar, como es el caso del cronista, a quienes no buscan otra cosa que contarnos lo que viven, lo que ven y lo que pasa. Nos cuentan, en una palabra, los hechos que son la base incontrovertible de la comunicación.
También hay historia allí donde nadie mira. Hay algo allí en lo más hondo o lo más lejano y queremos que nos lo cuenten. Pero nunca nos preguntamos quien fue el trovador o trovadora que nos contó el verso de aquellos sitios que no importan.