Es el nuevo mantra electoral del Gobierno que se nos repite machaconamente: hay que luchar contra “la ola reaccionaria” que nos invade. Es decir, que votar a Sánchez es hacerlo a un valladar contra la “ultraderecha y la derecha extrema”, otro hallazgo lingüístico para demonizar al adversario político y negar que la oposición la conforma sobre todo un centroderecha harto de la demolición del Estado democrático del actual Gobierno.

Siguiendo el argumento oficial con sus mismas palabras, los de la oposición son gente como la de Trump y Bolsonaro, en una demostración de que es verdad la citada ola reaccionaria planetaria. Lo cierto, sin embargo, es justamente lo contrario, ya que en Estados Unidos y Brasil son otros los presidentes y que, de haber una ola de algo, tenemos en América la del populismo izquierdista, desde Petro en Colombia hasta Lula en Brasil.

Se trata, pues, de una manipulación del lenguaje, ya que si en este país hay algo seguro desde hace tres años y pico por lo menos es una ola de signo contrario que ha ocupado los despachos gubernamentales. De hecho, somos el único país europeo con comunistas y populistas en el Ejecutivo. Los otros dos países con Gobiernos de izquierda, Portugal y Alemania, son simple y llanamente socialdemócratas.

O sea, que no hay ola reaccionaria que valga, sino la realidad de un régimen izquierdista que contrasta con los de la Unión Europea, por ser éstos de mayoría conservadora y en absoluto de una fantasmagórica e irreal extrema derecha que, en su caso, se haya al margen del sistema.

Este tono de palabras gruesas, alejado de la realidad y dispuesta a cargarse semánticamente al rival va a ser la tónica gubernamental durante toda la campaña electoral y que condiciona ya la formación de Gobiernos autonómicos y alcaldías porque pactar con Vox, por ejemplo, se considera una maldad antidemocrática y hacerlo con Podemos y Sumar, en cambio, es reforzar la democracia metiendo a los enemigos de ésta en las entrañas del poder.