El fallecido empresario Leopoldo Rodés lo dijo en privado hace ya muchos años: “En Cataluña mandamos siempre las mismas 200 familias, bajo un régimen político u otro”.
Para darle la razón, muchos de los fervientes independentistas de ahora —ellos o sus padres— fueron enfervorizados valedores del general Franco. En ocasiones, mediante un eficaz reparto de papeles, mientras el hermano mayor era franquista, el pequeño militaba en el ilegal y clandestino PSUC (comunista).
Lo mejor, para esa burguesía dominante y permanente, era poner los huevos en distintas cestas para así conservar la nidada familiar intacta. No son de extrañar, entonces, las relaciones sociales, familiares y hasta de vecindad de gentes aparentemente tan distintas como Jordi Pujol, Pasqual Maragall o Artur Mas. En ellas se incluían hasta personajes vinculados a Alianza Popular, primero, o el PP, después.
Hecho significativo lo constituye el de la radical Esquerra Republicana de Cataluña, que llegó a estar dirigida por Joan Hortalà. Como demostración del totum revolutum en que consiste la burguesía catalana, Hortalà fue decano de Económicas en la Universidad de Barcelona bajo Franco, secretario luego de ERC en 1987, presidente de la Bolsa de Barcelona desde 1993, y ya en el 2000, miembro de la directiva del Barça que presidía Joan Gaspart, hombre fuerte en su día del PP catalán.
Ya ven que a los 200 de Leopoldo Rodés nunca le han dolido prendas a la hora de conservar su patrimonio ni mantener las martingalas económicas a las que se dedican, en una confusión deliberada y habitual del patrimonio público con el privado. Lanzados ahora por la pendiente separatista, han atraído hacia su causa a los anticapitalistas de la CUP, ignorantes, los pobres, de que con su actitud están contribuyendo a una endogámica República Catalana en la que indefectiblemente continuarán incrementando su patrimonio las familias de siempre.