Las crónicas del insoportable mundo de la corrección

Nazis quemando libros en la Opernplatz de Berlín el 10 de mayo de1933. Parece que a esto nos quiere abocar el pensamiento woke de lo políticamente correcto

Nazis quemando libros en la Opernplatz de Berlín el 10 de mayo de1933. Parece que a esto nos quiere abocar el pensamiento woke de lo políticamente correcto

Vivimos, como se sabe, un mundo nuevo. Los mismos progresistas globales que pueden organizar un curso de guerrilla urbana, como les conté ayer, pueden declarar que “las crónicas de Narnia” son una incitación al terrorismo. Es lo que hay y si usted no lo entiende es que debe hacerse un cursillo financiado por Doña Ana Redondo, Urtasun o Illa, qué maravilla.

Según los últimos hallazgos culturales usted no debería entrar en edificios que son “racistas”, tal como lo lee, pues las piedras pueden sentir emociones intolerables, al parecer, desterrar a Shakespeare de su biblioteca, es facha dice la cultura políticamente correcta, o prohibir a sus hijos que lean “El señor de los anillos”.

Aquí, en nuestro país, ya hemos tenido precedentes, pero este verano tenemos un nuevo campeón: Gales.

Como se sabe Gales es británico, aunque sólo a ratos, y es una parte del Reino Unido muy amante de la diversidad. Eso sí: todos son blancos (el 94% de la población). Es que los de otro color no parecen preparados para entender la cultura del despertar de la corrección.

Existe en Gales una institución denominada el “Chartered Institute of Library and Information Professionals (CILIP)”. Cosa seria con un nombre así (la exijo para la España del progresismo global inmediatamente, qué envidia) que ha exigido a los responsables culturales del territorio que eviten edificios que en el pasado estuvieron ligados al colonialismo. O sea, casi todos.

La lista negra de edificios ya ha sido convenientemente elaborada y, naturalmente, edificios o estatuas que lleven el nombre de Churchill o Cristóbal Colón no pueden ser utilizados. Ambos eran colonialistas y comerciantes de esclavos, al parecer.

Hay otros colores que delatan edificios más recomendables; por ejemplo, usted puede tomarse una pinta en pubs que lleven el nombre de “bucaneros” que se han salvado del color negro porque, aunque sus barcos transportaban esclavos, llevaban tripulaciones “diversas”. Así que Sir Drake, ladrón por excelencia, era, tenía razón la monarquía, un caballero.

El “Plan de acción antirracista de Gales”, persigue que el país del príncipe heredero quede “libre de racismo” en 2030. Ahí lo tienen y Urtasun presumiendo de moderno.

La norma progresista, como ustedes comprenderán, y los estándares progresistas de las sociedades modernas requieren que se vigilen las obras literarias que tanto daño han hecho a la educación de nuestra malvada sociedad.

Las crónicas de Narnia” (C.S. Lewis) ha sido una obra declarada como amenaza terrorista. Los servicios secretos británicos han hecho pública una relación de personas con graves desviaciones de extrema derecha: C. S. Lewis, Tolkien, George Orwell, Joseph Conrad y Aldous Huxley, entre otros.

Ustedes deben correr a sus bibliotecas y quemar los libros que, seguramente, tienen de esos autores: háganse un selfi ante la hoguera, cualquier día se lo exigirán.

Al parecer, existe en el Reino Unido una policía de lo políticamente correcto llamada Unidad de Investigación, Información y Comunicaciones. “Neolengua” progresista global, que rebosa, al parecer, de saber literario. Los huesos de Orwell (antiestalinista y anarquista, por un poner, se habrán removido en su tumba al saberse incluido).

Naturalmente, los investigadores de la corrección progresista no pueden ignorar a otros autores y científicos cuya obra parece del agrado de “personas de extrema derecha o el Brexit” (o sea, de la mayoría de los británicos, incluidos la mitad de los socialistas): Thomas Hobbes, John Locke, Edmund Burke, Thomas Carlyle, Adam Smith y… William Shakespeare.

Comprenderán que estos datos, todos verificables, explican bien el hartazgo que en no pocos distritos universitarios norteamericanos y británicos está produciéndose en relación con esta cultura de la cancelación.

La necesaria cultura de la diversidad, la igualdad o la tolerancia no prescribe ni exige la reescritura del pasado. Las piedras no tienen emociones, Shakespeare era tan racista como su sociedad, Lewis o Tolkien eran victorianos (acabemos con las estatuas de la reina y cerremos Buckingham ya mismo).

El nuevo primer ministro británico nos ha salido tan censor como orwelliano, nada impedirá ya la victoria del socialismo realmente existente. Ésta es sólo una parte de la insoportable crónica de la corrección.

 

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