Decía en un artículo anterior que el Gobierno de Salvador Illa sería el más nacionalista de la Historia. No han hecho falta ni veinticuatro horas para corroborarlo. Ya en la misma toma de posesión del cargo, el nuevo Presidente ha mostrado una serie de tics que hacen bueno el aserto. En primer lugar su discurso de aceptación fue íntegramente en catalán, sin tener ni siquiera la cortesía de incluir alguna parrafada en castellano como deferencia a los ministros invitados que concurrieron al acto. Pero los simbolismos más importantes vinieron luego, al prometer lealtad, entre otras cosas, a las instituciones “nacionales” (de Cataluña, de qué otra nación pueden ser), cosa que reafirmó al siguiente día de presentación de su Ejecutivo como el del país de Cataluña en un Estado “plurinacional”.
En ambas jornadas, la bandera de España estuvo ausente del protocolo institucional, en una manifestación de soberanía al margen del Estado. Luego, en los nombramientos de consejeros hubo su cuota de independentistas con dos puestos para militantes de Esquerra Republicana y otros dos procedentes de los anteriores «Consells» de Artur Mas y Joaquim Torra.
Visto lo visto, al nuevo Presidente del «Consell» cabría aplicarle el dicho de que “si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato”. En su caso, un nacionalista de tomo y lomo.
¿O hay que esperar a ver cómo se incrementa la política lingüística de acoso y derribo al castellano, no se revierten las “embajadas” catalanas por el ancho mundo o se mantiene el sectarismo informativo de TV 3?
En espera, pues, de sucesivos acontecimientos que refuercen la postura del “Govern”, los primeros pasos dados, aun antes de que empiece a actuar, muestran a las claras una voluntad que se puede llamar de confederalismo, plurinacionalismo o simplemente independentismo que se verá reforzada en cuanto entre en vigor el nuevo cupo fiscal para Cataluña y el referéndum que, no lo duden, lo veremos antes que después.