Alivio general, en la mayoría de Francia, en las cancillerías europeas y en los sesudos analistas que anunciaban el retorno del fascismo. No; Le Pen no gobernará, la cosa es que el país, social y culturalmente no comparte íntegramente tal alivio, para desgracia republicana y nuestra. La formación de Le Pen, prácticamente dobló sus escaños, sacó diez millones de electores (36%), 7,5 millones la coalición de izquierdas (25%) y 7 millones el campo presidencial.
No; la derecha extrema no ganó ni ganará, pero culturalmente la frustración de sus votantes será notable. Y deberá el nuevo gobierno francés, si algún día lo hay, tener prudencia con las políticas que se practiquen, para ganarse la confianza de ese personal.
Francia puede presumir, una vez más, de laicidad republicana, gracias al voto estratégico que, como ayer se dijo aquí, es favorable en los sistemas mayoritarios, y si es a doble vuelta más aún.
La doble vuelta nació para generar estabilidad y negar a los extremos. Esta vez ha cumplido sólo parcialmente su cometido.
Deben saberse las cosas que han pasado para obtener un alivio que nos conforte a todos y todas.
En primer lugar, Mbappé ha ganado, y el resto de la racial selección de futbol, el mundo deportivo y cultural. Se equivocó Le Pen al decir que no representaba a los emigrantes de origen. Sí; si los representa, que sea rico o no, no molesta a su gente.
De hecho, un aumento de la participación, bastante notable, se debe al retorno de la élite profesional y barrial de orígenes magrebíes al voto y al sistema. El otro, la vuelta de cierto centro político: el sorprendente mantenimiento de los socialistas y del “macronismo” (solo diez escaños y medio millón de votos menos que toda la izquierda) y cuyo futuro se planeaba negro tiene ese origen.
El centro, como aquí se dijo ayer, con motivo de las elecciones británicas, va y viene cuando es necesario. Una vez más ha cumplido. La resistencia del “macronismo” más allá de los esperado y el ascenso de los socialistas a 61 escaños (solo diez menos que Melenchon) o los 33 de los ecologistas anuncian unas presidenciales bastante abiertas en las que los radicales de todo tipo no son exactamente los favoritos.
Los resultados no eran los esperados. Aunque sí las predicciones a pie de urna. Por una vez Tezanos no se siente solo. Aunque hay diferencia en los errores de cálculo: en primer lugar, en 2022 se subestimó el voto a Le Pen y las correcciones técnicas han sido excesivas. En segundo lugar, la participación ha distorsionado el mapa político de los últimos diez años y, por último, se acabó la fiesta derechista en las barriadas pobres.
Le Pen no ha sacado ningún escaño en el centro de París, tampoco en el primer cinturón y apenas alguno en el segundo cinturón. Al igual que en las grandes ciudades, con la excepción de Niza, el cinturón sanitario ha funcionado. 337 candidatos de Le Pen han sido derrotados en la segunda vuelta.
Algo pasa con la extrema derecha francesa, a pesar de sus éxitos en la primera vuelta y sus expectativas. El problema, probablemente, es que el discurso electoral ha ignorado las circunstancias vitales de los franceses y francesas para centrarse en el rechazo a la inmigración y al recurso al antieuropeísmo como primer argumento. Un error.
Europa se alivia con los franceses al mismo tiempo que Putin se decepciona. En primer lugar, un gobierno, incluso con Melenchon bastante antieuropeísta, no podría bloquear en la misma medida que Le Pen.
En segundo, el alineamiento con Orban y el aislamiento de Meloni favorece a Úrsula von der Leyen, que se apañará, enseguida, con la italiana, avisados quedan, que además ve a sus socios de gobierno molestos con el asunto. El papelón de la RAI anoche, por cierto, no dando datos de Francia fue espectacular.
Putin esperaba tanto una pica en París como una tocada de narices en Bruselas. Los “koljos” cibernéticos parecen haber trabajado mucho, dicen los especialistas en estas elecciones. Putin se queda con Orban, que pulula por el mundo sin mandato y sujeto a sanciones.
Hace bien el PP en dejar que Vox pasee con Orban, eso alivia, del mismo modo que debería tenerse cuidado con la inmigración. La señora Alegría que pasea por los estadios con el gran enamorado, de otra, quede claro, dice que tome nota el PP que la derecha francesa no pacta con los fachas. Señora Alegría: la derecha francesa son los fachas, lo otro es absolutamente residual. Póngase al día
También hay que decir que Melenchon no molesta mucho a Putin y sí bastante al poderoso lobby judío parisino. No; no es que Melenchon sea propalestino, que lo es como lo somos muchos, es que es del antisemitismo judío. Ésta es una de las razones, junto a cierta recuperación socialista y ecologista, que debilita a Melenchon y le abre la puerta a Macron para seguir enredando,
La cuestión es que una vez detenidos los bárbaros, como en el poema de Cavafis, no sabemos que harán las élites francesas. Melenchon, el más odiado entre los suyos, persiste. Una coalición de centro izquierda es posible. Eso sí, durante un año no se pueden repetir elecciones y Le Pen, y en su caso Melenchon, tienen la sartén de mociones de censura por el mango.
La política francesa no entiende de coaliciones y menos de pactos programáticos. En un país en que la verdad pertenece a las élites, la negociación siempre es complicada. Pero, en fin, qué quieren que les diga: Mbappé gana, pierde Putin, lo demás está muy oscuro.
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