La dimisión de Carlos Mazón no es el final de algo sino el comienzo de una nueva fase de lucha personal y política. En lo personal, porque una vez conseguido su apartamiento de la Presidencia de la Generalitat sus enemigos quieren verlo en la cárcel como responsable de muertes por negligencia. En lo político, porque ahora comienza de verdad la batalla por ver quién manda en Valencia y en España entera.
Una vez conseguida la cabeza de Mazón, la izquierda de este país va a por la de Núñez Feijóo, como responsable último de que el Presidente valenciano haya aguantado un año en el poder después de la devastadora dana. Otros frentes que tiene abiertos Feijóo son los de Andalucía, donde se hace responsable a Juanma Moreno de la falta de mamografías de cribado, y Castilla y León, donde se le culpa a Fernández Mañueco de una inadecuada respuesta a los incendios forestales de la región.
Como se ve, estamos ante una batalla política en toda regla, en la que aparte de tres Gobiernos regionales nos jugamos el futuro global de España. Al PSOE, está claro, no le importa el crecimiento de Vox, que se haría a costa del PP, sino lo que quiere es destruir al Partido Popular a través de sus Autonomías.
Lo de Mazón, pues, no es más que el comienzo de una operación más amplia, al margen de las culpas en que haya recaído el interesado. Las encuestas de opinión, incluidas las valencianas, dan una ventaja demoscópica al PP, que acontecimientos como los descritos, acompañados de una buena campaña mediática y callejera, pueden revertir y acabar siendo un lastre para los populares.
Ahora lo inmediato es restañar las heridas de Valencia, donde no está claro ni el futuro de Mazón, ni los pasos políticos que dé el todavía desconocido sucesor del presidente, sea a título interino o con intención más duradera. Eso incluye el posible adelantamiento electoral antes de que las cosas se pongan aún peor para el actual Gobierno. Feijóo no puede, pues, dormir tranquilo.



