Esta semana era en la que el César debía viajar a Hispalis, mientras pétalos de flores caían sobre él. Pero hay semanas que uno cree que las cosas van por allí y van por allá. Empezó con Aldama lanzando sombras, Aldama, “esa persona” que nadie conocía y que resultaba haber sido condecorado por el Gobierno de Sánchez; sorprendentemente, Lobato se añadió al asunto.
Hubo paseíllo en el caso Koldo. La defensa de “Ella” hace públicos enloquecidos correos que producirán que la funcionaria de la Moncloa a la que se puso a su servicio pase por el juzgado, del mismo modo que Lobato conseguirá la imputación de su compañera de ejecutiva.
Al fiscal del Estado, la UCO le ha puesto las cosas más difíciles. Hay un hermano también; aunque en este caso, más que de corruptelas o cuestiones penales, es probable que hablemos de cosas presuntas que si lo fueren serían serias: nepotismo en el nombramiento y potencial defraudación fiscal.
Que el caso Ayuso y novio se haya convertido en el caso fiscal general no se debe a la habilidad de la presidenta de la Comunidad de Madrid, sino a la cultura prepotente y la impericia de fiscales que pueden escribir, sin ponerse de color púrpura, como la jefa de la Fiscalía Provincial de Madrid, Pilar Rodríguez, que escribió que daban ganas de meter “un poquito de cianuro”. ¡Qué finura y elegancia! ¡Qué seguridad para la ciudadanía!
El Congreso del PSOE perseguía relanzar una agenda que convirtiera en voto útil las pérdidas de Sumar y Podemos; legalizar las cesiones a los sátrapas autonómicos que apoyan al Gobierno; ponderar la marcha económica y ubicar a la derecha en el marco del bulo y el fango. A más de adelantar los congresos regionales y limpiar díscolos.
Merece la pena reflexionar sobre ello. En primer lugar, el voto del populismo de izquierda mantiene unas posiciones más radicalizadas y la carrera entre Sumar y Podemos no hace sino enfatizar esa radicalización.
Los socialistas españoles que han ido perdiendo rasgos socialdemócratas, para contaminarse de ciertos populismos solo revitalizarán la agenda radicalizándose. Temas como la vivienda están siendo una fuente de desafección respecto al PSOE, además de las dudas que genera el ruido político en medios y redes.
Otro factor que ha producido inquietud interna, y desafección social, son las cesiones a los nacionalistas.
Los acuerdos con Junts y ERC, Bildu y PNV -que alcanzan ahora a los aspectos económicos (desigualdad en la financiación autonómica, cesiones de competencias a las que las demás Comunidades no tienen acceso, cesión de la inmigración a Cataluña, permitir desgravaciones de vivienda al País Vasco que no se autorizan a los demás, crear un impuesto a la Banca para pagar déficit públicos) se suman a los rescoldos de la amnistía y las negociaciones con Puigdemont.
El Congreso socialista ponderará la situación económica. El crecimiento económico se ha convertido en una cifra mágica de la que se presume. ¿Qué ocurre con el PIB español, de dónde saca “pa tanto como destaca”?
Simplemente, está dopado. Tanto en su evolución, determinada por el consumo especialmente público, con escasa inversión, a pesar de los fondos europeos, insostenible en el futuro y que ha determinado la última purria fiscal del Gobierno. Igual que las cosméticas cifras de renta no se deben a la masa salarial sino al aumento del pluriempleo y el empleo público, trabajándose menos horas cada vez, según la EPA.
En cualquier caso, el Congreso socialista se celebra en un contexto de desconcierto. Entre griteríos de bulos, fango y sugerencias de “golpes de Estado” del poder judicial cualquier discurso sucumbe.
La inestabilidad política se ha convertido en un ambiente político irrespirable, pero también en un caldo de populismo.
Esther Ruiz hablaba esta semana en su “A contraluz”, en Onda Cero, de la falta de humanidad de los políticos, lo hacía con motivo de la Dana valenciana, pero podría extenderse a otras situaciones; por ejemplo, el hecho evidente de que el crecimiento económico nominal no se disemina al conjunto de la población, los problemas de vivienda, el déficit sanitario, etcétera.
Los socialistas no han podido escapar de esta situación y, en ocasiones, han sido responsables de la inestabilidad y desafección política de una importante parte de la sociedad.
Las presiones sobre Lobato y, por cierto, su incompresible comportamiento y su dimisión son, además, un mensaje hacia los propios líderes socialistas. No habrá piedad para los desafectos. Ya advirtió Bosé, hace décadas y antes de ser negacionista, que en Sevilla la pasión puede provocar que “media luna brillará, la navaja acechará”. Siete (seis, tras el lobatazo) barones regionales están en cuestión.
Se lo tengo dicho, amen la política, teman al enamorado y recuerden lo que decía Marco Antonio: Bruto era un hombre honrado. No; no habrá pétalos en el camino a Sevilla.