Progresistas hasta que la energía nos ilumine

Hay cosas que nos cambian fundamentalmente. La “iluminación” ha producido conversiones, filosofías, mística, ilustración, nuevas éticas, masonería y, naturalmente, progreso tecnológico y conocimiento. No es pues de extrañar que a Pedro le pasa lo que le pasa.

Dos partidos acrisoladamente progresistas, de toda la vida de Dios y como todo el mundo sabe, perdonen estoy en modo ironía, son el PNV y Junts.

El lema del PNV (Jaungoikoa eta lege zaharra– Dios y la ley vieja) o la cosa del gen africano defendido por el supremacismo nazi de los fundadores de Estat Catalá, (que Puigdemont ponderó en sus crónicas periodísticas) revelan que todas las plurales izquierdas deben rendir pleitesía a ambos partidos. Ellos son progres, faltaría más. Pedro lo ha dicho: la mayoría parlamentaria es progresista.

Pero resulta que, como le dijo a mi padre un salesiano cuando hablaban de mi incipiente ideología comunista, “ya le llegara la iluminación”. Mi padre no se lo creyó mucho y se limitó a decirme, “como no acabes tus estudios, carrera incluida, te vas de casa”. Vale, me fui de casa en cuanto pude, pero cumplí su mandato.

Pues bien, a los dirigentes de Junts y del PNV les ha llegado “la iluminación”, pero no ha sido un mensaje místico o religioso: ha sido el impuesto a la energía.

El PP que no es progresista, como también todo el mundo sabe, aunque no es foralista, vaya por Dios, se ha aliado con ambos para hacer caer el tal impuesto que, por cierto, es de los que se transmiten a los precios, diga lo que digan las leyes, decretos u órdenes de la señora Montero, de los Montero de Hacienda.

Desde Repsol, dirigida por el PNV, a los grandes consumidores, abundantes en el País Vasco y Catalunya, no les mola el asunto. A sus partidos principales, tampoco. Bildu y Esquerra es que están a lo suyo y prefieren tener pasta para sus trajines correspondientes.

Unos y otros ven a sus patrias y viejas leyes en manos de Podemos, Bildu o Esquerra dispuestos a poner impuestos a todo lo que se mueva, incluidos los nuevos salarios que pretenden, con el apoyo de Sánchez y la Montero, de los Montero de Hacienda, y les da un poco de pánico, para qué engañarse.

El acuerdo con el PP para suprimir la cosa ha dejado al Gobierno sin votos. El Gobierno había acordado una cosa con Junts, otra con Esquerra y una distinta con Podemos. Acordar una cosa y su contraria es lo que tiene. Alguien rompe la cuerda.

Esta vez han sido las derechas patrióticas (de progresistas tienen lo que los obispos de Trento) quienes han obligado al Gobierno a una nueva triquiñuela parlamentaria: suspender la Comisión que debía aprobar el asunto, para tener la Ley a final de año, que si no está a final de año no se podrá aplicar en 2025.

Así que el Gobierno tiene escasas horas para inventar alguna otra triquiñuela parlamentaria, que algún partido les haga una transaccional o cosa parecida que satisfaga lo fácil que ahora se han puesto los letrados del Congreso.

Se suma este asunto al incordio de Junts del que les hablé aquí ayer. Tiene pinta que lo del impuesto empieza a estar tan complicado como lo del Presupuesto. La señora Nogueras está intratable y de mal humor. Ya veremos, las formas no se cumplirán, pero qué más da en estos tiempos donde Pumpido y la fiscalía nos lo apaña.

Fuigdemont y Aitor, sospechosos compañeros de viaje, han recibido la iluminación por parte del PP, cosa que alarma más al Gobierno que el propio impuesto. A ver si ahora nos traicionan, piensan en la Moncloa, ellos que nunca han traicionado ni mentido a nadie, dónde va a parar.

Como Podemos, Bildu o Esquerra (tampoco está muy animada sobre el asunto la formación de Junqueras – de Junqueras, de momento-) se enfadarán muchísimo, resultará que la Montero, de los Montero de Hacienda, y el negociador secundario, Bolaños, le habrán metido en un lío a la mayoría parlamentaria.

Pero Sánchez también está teniendo una iluminación. Seguro que se le ocurre excluir del impuesto a País Vasco y Cataluña. No es ni legal ni constitucional, pero qué más da, ya pagaremos los demás y la primera, Ayuso. Y todos contentos.

Pero ya sabemos de qué va esto: aquí somos progresistas hasta que la energía nos ilumine.

 

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