Si 2024 no va bien, la culpa no será suya

El cronista no puede engañarle: No podemos controlar los desastres que puede traer un nuevo año. Y, no, el año que viene no tiene por qué ser mejor que el pasado. Las cosas son como son: al fin y al cabo, los responsables de los desastres que a ustedes le molestan serán los mismos.

Pongan oro en la copa de cava en Nochevieja, recurran a esas miles de supersticiones que sus respectivas creencias ponen a su disposición. Pero sepan que el día dos, cuando vuelvan a la realidad, todo seguirá ahí.

Pero no todo son malas noticias: entre su resaca y el día dos hay un oasis: el 1 de enero. Cuando se levanten el día uno, todo lo que puede hacerle ignorar el futuro que le aguarda estará, también, ahí.

Estará, cuando repase las habitaciones, para comprobar si está en su casa tras las copitas y no ha hecho lo que no debe, su familia, también algo resacosa, probablemente. Excepto los pequeños, dispuestos a compartir su mañana con usted: ¡Qué alegría!

Estarán ahí, incluso, el Concierto de Año Nuevo y los saltos de esquí. No se preocupe, si Christian Thielemann le hubiere agotado, un caldito preparado el día antes es la antiresaca perfecta y la mejor forma de empezar el año.

También, dispondrá de esas películas infames y melosas que televisiones privadas y públicas acuerdan, en impresentable cártel oligopólico, para estas fechas.

Cabe la notable probabilidad de que sus hijos o nietos deseen jugar a ese juego de mesa que Papa Noel colocó delicadamente bajo el árbol. Lo siento; usted sabe que eso le llevará a la jaqueca, pero aún no hemos citado su reserva de paracetamol, esas pastillitas que hacen burbujitas y que tan bien le sientan.

Usted es una persona preocupada. Pero no debería estarlo: no; usted no es culpable de lo que vendrá.

Existir en la era de las redes sociales globalizadas es despertar con la noticia de que lo peor ha sucedido en alguna parte y, de alguna manera, es culpa nuestra.

De cara al año 2024, la idea de que transcurrirán 365 días más en los que sucederán los peores acontecimientos posibles (y de la que seremos culpables, porque el gobierno no lo será) no nos llena de alegría festiva.

¿Qué es lo peor que podría ofrecer el 2024? ¿Otro verano de devastadores incendios forestales, cambio climático y sequías interminables? ¿Inflación y deuda pública? ¿Un conflicto global que se sale de control desde uno de los muchos frentes de batalla devastadores? ¿Una reelección de Trump? ¿Un referéndum de autodeterminación? ¿Unas elecciones ganadas por Puigdemont?

En realidad, solo nos queda que la vicepresidenta segunda del gobierno exija un cohete para todos ante el previsible impacto de un asteroide.

Los tiempos de crisis pueden obligarnos a centrarnos nuevamente en las pequeñas cosas de las que están hechas nuestras vidas. Todo, lo que es más importante, se vuelve terriblemente claro.

Preocuparse por las cosas pequeñas no es un esfuerzo inútil, sino más bien un antídoto contra la impotencia que sentimos ante noticias sombrías. Tal vez, cuando llegue enero, deberíamos decidir dejar de sentirnos culpables de que nuestras propias vidas nos importen.

Usted no tiene que conseguir la paz del mundo este año; ése no es su trabajo. Quizá sí pueda ayudar a recaudar dinero para un nuevo parque infantil o cualquier cosa que necesite su barrio, cultivar azafrán, leer ese libro viejo que guarda, escuchar más a un amigo o amiga, trocar la ira en paciencia y cosas de ésas que no son noticia.

En consecuencia, puede usted prepararse bien para empezar el año. Por ejemplo, usted es una persona previsora y sabe que en Nochevieja todo son prisas. Así que, por un poner, por qué no llama a su cuñado esta mañana mismo y empieza a discutir ya. Lo que se lleva discutido, relaja las reuniones.

Después, para recuperarse se me toma un vinito o un Martini, según su gusto. Y cuando acabe se pasa por el súper y se compra unas puntitas de jamón y las cosas que usted le pone a su caldo.

No podemos controlar lo que nos traerá el año 2024, pero podemos intentar asegurarnos de que estamos preparados para ser felices con lo que tenemos. El año que viene puede ser tan malo como éste, o quizá no, o quizá peor, pero podemos vivir con la esperanza de que podemos ayudar a los nuestros a ser felices. Tengan feliz año, se lo merecen.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.