Los astrofísicos llaman singularidad a la linde entre un agujero negro y lo que hay fuera. Dicen que se produce una cadena de procesos que pueden ir desde la espaguetización de todo cuanto se acerque al horizonte de sucesos, a la misma desintegración.
Los independentistas catalanes y los sanchistas llaman singularidad a su propuesta a medio escalfar de una agencia tributaria propia e independiente. Y, como hacen siempre los indepes, ya han dicho que ahora los impuestos only for catalans y luego un CGPJ catalán y, atentos niños, independiente del nacional y hasta de la Constitución. Y no debo ser el único tonto al que le parece una entelequia.
Hacen bien en llamarla tributaria porque lo suyo no va de impuestos sino de tributos, que era como se pagaba por territorios en la edad media. Y va y resulta que Cataluña es una singularidad en España. Es prácticamente un axioma, sin embargo, yo, que he vivido allí muchos años, no he visto esa singularidad por ningún lado. Los catalanes viven en casas, trabajan de lunes a viernes, tienen hijos, se mueren y sus pedos no huelen a colonia.
Hay de todo, como en todas partes, y tienen idiosincrasias igual que las tienen los extremeños, los canarios, los leoneses y hasta los riojanos. Si miro su historia, Cataluña nunca ha sido independiente ni diez minutos –jajaja-, salvo, claro, aquella patochada de Pau Clarís que le regaló Cataluña y el Rosellón al cardenal Richelieu y, cuando tuvo que pedir ayuda a la Castilla que repudiaba, el Rosellón no se recuperó. Luego, ayer, a alguien se le ocurrió llamarlo Catalunya Nord, a imitación burda del Iparretarrak vasco, y tener un mito más que atender en su variopinta cosmogonía.
La idea es perversa en sí porque supondrá una quiebra, antes o después, del sistema fiscal. A ver, es aritmética elemental: ingreso diez y gasto en mis CCAA según sus necesidades. Si a partir de ahora ingreso siete y el número de CCAA a repartir es el mismo, pues toca a menos.
— Oiga, que si Cataluña se hace con la recaudación y el gasto de los impuestos de los ciudadanos españoles que viven allí, ya no se les dará nada.
Ya. En catalán, ta tía la gueña, o sea, sí por mis cojones que dicen los navarros, que también tienen su singularidad. Lo cierto es que seguirán poniendo la mano pedigüeña en el reparto del resto de España.
Dicen que contra el vicio de pedir está la virtud de no dar. Y así ha sido hasta 2015. Desde entonces, un señor muy enseñorado que siempre va en Falcon y siempre va encantado, contra el vicio de pedir tiene la virtud de cambiar de opinión. Así que los indepes pronto tendrán otra ley que les permita no compartir con los demás, pero sí rapiñar sus ingresos.
Hasta ayer, nadie discutía la progresividad de los impuestos. Ahora se ha abierto una brecha en su concepción porque la progresividad nace del sentido de justicia y solidaridad con los menos afortunados. Que los ricos paguen más es lo lógico. Lo mismo sucede en el sistema español con el reparto entre CCAA: todos recaudan vicariamente para el Estado central y luego éste reparte de acuerdo a las necesidades de cada CCAA. Es su principio rector, la Solidaridad Interterritorial. Pero si eres catalán, no. Si eres catalán, indepes y sanchistas te han retrotraído al siglo XIV y te van a convertir en el vecino antipático que siempre, siempre, siempre, está incordiando.
— ¿Conoce usted la diferencia entre molestar, incordiar y cabrear?
Pues sí, la verdad. Molestar es llamar a la hora de la siesta preguntando si está Jorge. No, se ha equivocado. Incordiar es llamar a las once de la noche y volver a preguntar por Jorge; Que no, que aquí no hay ningún Jorge. Y cabrear es llamar a las tres de la mañana y decir Hola, soy Jorge. ¿Me ha llamado alguien? El problema aquí es que a Sánchez le falta la llamada principal: Hola, soc Jordi. Que m’ha trucat algú?
Los indepes hace rato que son un incordio y han encontrado en Sánchez un entregado sparring y, claro, le están zurrando la badana. El problema es que no golpean a Sánchez sino a todo el Estado porque este presidente pasará y el Estado seguirá aquí, tal vez tan dañado por tantos flancos que harán falta varios presidentes para recomponer las roturas.
La avaricia rompe el saco…. Espero
La avaricia rompe el saco…. espero !