Un agosto sin corbata (5): La tontadica de Nancy

Ha habido notables “tontadicas” esta semana. Una “tontadica” es eso que se hace o se dice, así, como de soslayo, que parece intranscendente. Entre todas ellas, la más notable ha sido es la de Nancy Pelosi. Entiéndanlo, la chica está de elecciones de mitad de mandato, los republicanos achuchan, así que nada mejor que tratar de mejorar en los sondeos tocándoles las pelotillas a los chinos. Al fin y al cabo, el personal está distraído en otra guerra.

A la “tontadica” provocadora ha correspondido una reacción tan exagerada como estúpida de las autoridades chinas, que han acabado con unos misiles de nada en el mar de Japón. Una reacción típica de escalada precipitada en un conflicto, seguida de ruptura con los norteamericanos en aspectos clave.

Naturalmente, el resto de los socios, especialmente los europeos en medio, preguntándose por qué narices tiene la chica que liarla en este momento.

Dijo la importante señora que defendería Taiwan hasta la última gota de sangre… taiwanesa, que la americana hace tiempo anda retirándose de todas partes. Sin embargo, cuando Joe Biden dijo que EE.UU. defendería militarmente a Taiwán, la oficina del presidente se retractó de inmediato y reafirmó una política de “ambigüedad estratégica”.

Una ambigüedad que ha supuesto que, cada vez que ha habido un conflicto, los chinos no han ganado, pero los taiwaneses se han quedado solos. Cosa parecida ocurrirá ahora, aunque con las naves chinas bloqueando la isla.

Los argumentos de tambores de guerra y conflicto son siempre parecidos. Los que están a favor gritan más fuerte y se golpean el pecho, ansiosos porque los tanques retumben y los aviones surquen cielos. Los que están en contra son tildados de débiles, apaciguadores y derrotistas. Cuando suenan las trompetas y suenan los tambores, la razón corre a ponerse a cubierto.

Una ambigüedad similar infunde la actitud de Occidente hacia Rusia sobre Ucrania. Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea reiteran que Rusia “debe fracasar y que se vea que fracasa”.

Pero, ¿realmente se puede confiar en que Rusia tolerará una destrucción cada vez mayor de sus armamentos sin una escalada? Occidente parece decidido a mantener a Ucrania en un partido empatado, con la esperanza de posponer una tanda de penaltis terrible. Todo lo que Rusia puede hacer es perpetrar cada vez más atrocidades para mantener a su equipo en juego. ¿Qué puede salir mal?

Estas son las mismas incertidumbres que abrumaron a la diplomacia europea en 1914. Los gobernantes titubearon mientras los generales se pavoneaban y agitaban los sables. Las banderas ondearon y los periódicos se llenaron de recuentos de armas. Las negociaciones se deslizaron hacia los ultimátum.

Occidente está plagado de líderes debilitados, que se esfuerzan por aumentar sus calificaciones mediante la promoción de conflictos en el extranjero. Los comportamientos son muy coherentes,

Gran Bretaña abandonó Hong Kong a China y Estados Unidos donó Afganistán a los talibanes, la inutilidad de esta última intervención se mostró la semana pasada en la muerte por un dron del líder de Al Qaeda y la dura vida en Afganistán.

Ninguno de los dos países ahora en juego, Ucrania o Taiwan, es un aliado sustancial de casi nadie. El horror ante la agresión rusa justificó la ayuda militar a Kiev. Taiwán también merece simpatía en su lucha histórica con China, pero su estatus no representa una amenaza militar para nadie. Su población se ha contentado durante mucho tiempo con una relación ambigua con China, ya que sabe que está a su merced a largo plazo.

El destino de Taiwan merece todo el apoyo diplomático, pero no se puede permitir que caiga cuesta abajo hacia una guerra global o una catástrofe nuclear. Esto puede reducir el efecto, siempre exagerado, de la disuasión nuclear y hacernos vulnerables al chantaje. Pero una cosa es declararse “mejor muerto que rojo” y otra muy distinta infligir esa decisión a los demás.

Puede ser que un día una guerra global, como el calentamiento global, provoque en el mundo una catástrofe a la que tenga que enfrentarse. Por el momento, la democracia seguramente le debe a la humanidad evitar en lugar de provocar ese riesgo. La firmeza ante los nuevos totalitarios debe ser compatible con el sentido común.

“When Nancy (Jhonny) comes marching Home” (les recomiendo la versión de Dolly Parton, una patriota como Nancy). “Cuando Nancy vuelva a casa”, hurra, “la vieja campana de la iglesia repicará de alegría y de rosas sembrarán el camino”. No importa que el mundo quede un poco más lesionado, la patriota nos habrá dado una preocupación más; nadie le dirá que las tontadicas tienen costes electorales, salvo los republicanos que dan palmas de alegría.

Los europeos aquí andamos diciendo que China es una, pero que China se pasa, a ver si cuela. Lo dicho: el mundo es muy importante para dejárselo a los que tocan los tambores cuando necesitan un puñado de votos.

En fin, ustedes disfruten descorbatados y descorbatadas de sus vacaciones. Si antes no llega el apocalipsis, nos vemos el lunes.

 

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